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Mundial de Rugby: los cuatro mejores equipos del mundo avanzan a semifinales, con final anticipada a la vista

Las choques, que se disputarán el próximo fin de semana en Yokohama, serán Inglaterra-Nueva Zelanda y Gales-Sudáfrica.

Las choques, que se disputarán el próximo fin de semana en Yokohama, serán Inglaterra-Nueva Zelanda y Gales-Sudáfrica.
Lance del segundo partido de cuartos entre Nueva Zelanda e Irlanda. | EFE

Nueva Zelanda cumplió con la historia e Inglaterra con los pronósticos para aplastar a Irlanda y Australia, respectivamente, en la primera jornada de cuartos de final de la Copa del Mundo de rugby. De esta forma, los All Blacks y el XV de la Rosa se enfrentarán el próximo sábado en la final anticipada del torneo, el mejor partido de rugby del planeta.

Bien entrada la noche en Tokio, sin la lluvia que parecía inevitable, el choque de los celtas era más con la costumbre que con el mejor equipo del mundo. Tres títulos de ocho Mundiales celebrados, entre ellos los dos últimos, eran razones más que de sobra para esperar un triunfo de los All Blacks sobre una selección que, salvo en Francia 2007 donde siquiera superó la primera fase, siempre se ha despedido del Mundial en los cuartos de final.

Los neozelandeses, inéditos desde el día 6 cuando el tifón Hagibis obligó a suspender su último partido del grupo B con Italia, no sólo llegaban con descanso acumulado, también después de haber jugado de manera impecable, implacable en sus tres enfrentamientos anteriores. Esta vez sólo hubo 10 minutos de disputa, hasta que un golpe de castigo por avant voluntario de Jacob Stockdale se tornó en el punto de inflexión que descompuso el orden irlandés. A partir de ahí, el resultado nunca estuvo en duda. Un rugby apabullantemente sencillo, inteligente y hábil. La capacidad combinada de absorber el contacto, aferrarse a la pelota, avanzar metro a metro y luego mover el juego a zarpazos cuando aparecía el más mínimo hueco ha supuesto, seguramente, la mejor actuación de los All Blacks en los últimos cuatro años, 46-14.

Irlanda cierra la era Schmidt, el periodo más exitoso de su historia, con unas sensaciones que hacen difícil poner en perspectiva una derrota tras tantos éxitos en siete años. El adiós de su seleccionador y la retirada de Rory Best, su capitán, intensifican el desconcierto de una selección que llegó a Japón como número 1 de World Rugby. Tras el partido, Brian O’Driscoll, sentado junto Paul O’Connell, la otra gran leyenda del rugby irlandés, y Sean Fitzpatrick, vencedor de la primera Copa del Mundo en 1987, hacía balance y aseguraba en ITV no tener ninguna duda de que el campeón saldría de este lado del cuadro.

Los All Blacks, todo el torneo transmitiendo la sensación de tener una marcha más por si fuera necesaria, salvo los primeros 20 minutos frente a Sudáfrica, nunca en apuros. Aquel trance lo solventaron en dos jugadas relámpago, tras aprovechar unas malas patadas de los Springboks de las que sacaron 17 puntos en apenas cinco minutos. Sin duda, el XV de la Rosa pondrá en más dificultades a los actuales campeones.

Inglaterra irrumpe en las semifinales con un bagaje intachable. Un juego empujado por una delantera tan dinámica como pesada, en kilos e intensidad, que junto con el estado de forma de May, Watson y Daly le da tantas posibilidades a la creación de Farrell que cada ataque es una amenaza. En cualquier parte del campo. Contra cualquier rival. Así lo sufrieron Argentina, Estados Unidos y Tonga. El choque con Francia fue suspendido, aunque cabe pensar en que el resultado no hubiese sido muy diferente.

En Australia tampoco encontró el rival que lleva todo el torneo esperando. Tres penaltis de Christiano Lealiifano mantuvieron a Australia viva (17-9) al descanso, y el ensayo de Marika Koroibete poco después recortó la diferencia a un punto. Un espejismo. Tres minutos de la segunda mitad bastaron para terminar de decantar un encuentro siempre desequilibrado hacia el lado inglés. 40-16. La séptima victoria consecutiva de Inglaterra sobre los todavía subcampeones del mundo. Tres de tres en los cuartos de final del torneo, después de sus inesperados triunfos de 1995 y 2007.

Hoy, galeses y sudafricanos han ajustado viejas cuentas con rivales demasiado conocidos en los últimos años. Gales, sobre la bocina y con un jugador más, se imponía a Francia en el enfrentamiento más ajustado de los cuartos de final. Más tarde, los Springboks acababan con el sueño japonés, que duró exactamente cuatro partidos y medio.

En el duelo europeo, el XV del Gallo sabía que necesitaba un arranque como el que puso en práctica frente a Argentina si quería tener opciones en el partido: juego a la mano y transiciones rápidas. Reminiscencias de aquel rugby champán a cuya memoria siguen aferrándose los aficionados galos cuando los resultados nos son propicios, como lleva demasiados años ocurriendo en el Stade de France y lejos de él.

12-0 en los primeros minutos. El mejor de los escenarios posibles. Todo según lo planeado. Tras el descanso, por primera vez en mucho tiempo, Francia no se desinfló, no desapareció del partido. Un juego serio y –lo más llamativo– constante, previsible, hasta que una acción absurda de Sebastien Vahaamahina cambiara el rumbo del choque. A los nueve minutos de la segunda parte, en medio de un maul ofensivo en la 22 galesa, el segunda línea soltó un codazo visiblemente voluntario al rostro de Aaron Wainwright, autor del primer ensayo de su equipo, que se tradujo en más que merecida expulsión.

A partir de entonces, otro partido: presión y dominio de los de Warren Gatland hasta que en el minuto 75 tomaron ventaja en el marcador con un ensayo de Ross Moriarty transformado por Dan Biggar, impecable al pie. 20-19. El pitido final ajustó la cuenta pendiente desde la semifinal de Nueva Zelanda 2011, en la que Francia se impuso a Gales tras la rigurosa, y todavía discutida en el principado, tarjeta roja –por aquel entonces eran inusuales– que vio Sam Warburton por un placaje peligroso sobre Vincent Clerc.

Más tarde, otra deuda por resolver. La contraída la tarde del 19 de septiembre de 2015 en Brighton, cuando Japón firmó la mayor sorpresa de la historia de la Copa del Mundo al derrotar a Sudáfrica. Cuatro años después todo era muy diferente. Los Brave Blossoms, a base de exhibiciones, se han convertido en un rival de nivel y han dejado algunos de los momentos más emocionantes del torneo, a base de calidad y valentía dentro del campo. Su sueño se encontró con un equipo imponente de los Springboks, que probablemente deberían haber cerrada la victoria en la primera mitad. 40 minutos en los que los japoneses, dentro y fuera del campo, lo dieron todo y aguantaron para llegar 3-8 a los vestuarios.

La segunda mitad fue diferente. Los Boks potenciaron sus puntos fuertes, a menudo dejando que los japoneses tuvieran la posesión, golpeando su juego en el placaje. El maul sudafricano jugó el papel protagonista, mientras que las indisciplinas de los nipones, cansados, sirvieron para que Handré Pollard sumara de tres en tres antes de que Faf de Klerk, hombre del partido, también brillante en defensa, ensayara bajo palos.

El equipo de Rassie Erasmus, centrado en sus fortalezas, no fue excesivamente imaginativo en ataque. No hizo falta: 3-26. El rugby agresivo y duro que viene desarrollando Sudáfrica en el último año es muy eficaz cuando llega la fase eliminatoria del Mundial. La defensa de Jacques Nienaber es excelente hasta la asfixia, como pudieron comprobar los japoneses.

Los de Jamie Joseph se despiden de su Copa del Mundo como primer equipo asiático, primer conjunto aparte de los históricos, con permiso de Argentina –cuenta como histórica– que alcanza los cuartos de final. Dicen adiós a un torneo especial que está teniendo de todo: rugby, aficionados de todo el mundo que abarrotan los estadios y hasta un tifón.

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