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Mundial de Rugby: Los Springboks de Erasmus evitan la primera final entre dos equipos del Norte

Ni el mejor de los escenarios contemplaba que año y medio después de la llegada de Rassie Erasmus Sudáfrica llegase a disputar la final del mundial.

Ni el mejor de los escenarios contemplaba que año y medio después de la llegada de Rassie Erasmus Sudáfrica llegase a disputar la final del mundial.
Celebración de Inglaterra. | WorldRugby

Cuando en febrero de 2018 la Federación Sudafricana de Rugby reclutó a Rassie Erasmus de la provincia irlandesa de Munster, lo hizo para sacar a los Springboks de una travesía por el desierto entonces aparentemente irremediable. La naturaleza deportiva de, precisamente, un equipo deportivo llevaba demasiado tiempo empañada por la política. Razas y cuotas condicionaban a una selección bicampeona del mundo, tanto que poco a poco se diluía su presencia, su estatura en el primer nivel internacional.

El deporte es una lucha constante por evitar y provocar al mismo tiempo lo imprevisible. En el terreno de lo inesperado se ha desarrollado la carrera del actual seleccionador sudafricano. Después de años alejado de la primera línea, hizo las maletas a mediados de 2016 para ser director deportivo del club del sur de Irlanda. Pocos meses más tarde, el 16 de octubre, la inesperada muerte de Anthony Foley, el histórico número 8 de Limerick, entonces primer entrenador del equipo, acabó situándole en el banquillo de uno de los conjuntos más exigentes del mundo. Era un momento delicado para una entidad capaz de marcar el ritmo social de toda una provincia de la isla. Su adaptación llegó a tal grado que al final de la temporada fue galardonado como mejor entrenador del año en la Guinness Pro12.

De vuelta a casa, el reto era aún mayor. La deriva parecía difícil de revertir. La sensación transmitida era de indiferencia ante los resultados, incluso ante la posible pérdida de calidad definitiva del rugby nacional, con tal de mantener unas ideas alejadas del deporte sobre un grupo de deportistas. En otras palabras, no era un problema utilizar un equipo de rugby para promover unos fines políticos y sociales. En su debut, precisamente ante Gales, en el Estadio Robert Fitzgerald Kennedy de Washington, demostró que el giro de timón era una realidad: 13 debutantes. Una semana después, victoria sobre Inglaterra. Los Springboks de Erasmus eran otros.

Definitivamente, ni el mejor de los escenarios contemplaba que en año y medio Sudáfrica llegase a disputar la final de la Copa del Mundo. Tampoco la victoria en el último Rugby Championship, en el que pasó sobre Australia y Argentina, y cedió un empate en Nueva Zelanda. Sin embargo, el mayor logro deportivo del que fuera jugador Springbok en los 90, por encima de los resultados, es haber devuelto una identidad a un equipo irreconocible. Un carácter indudable durante todo el torneo, sublimado hoy frente a Gales.

Diametralmente opuesto sobre el césped al Inglaterra-Nueva Zelanda, lejos de comparar ambos choques, la segunda semifinal del Mundial ha sido la máxima expresión de un partido cerrado. Durante los 80 minutos, el balón apenas ha pasado por las manos de los 14 tres cuartos sobre el terreno de juego: si no estaba en posesión de los delanteros, volaba de un lado a otro. La búsqueda del error rival como plan de ambos conjuntos en un día en que los nervios y la humedad convertían en lotería la transmisión y el control del oval.

Así, después de un encuentro marcado por la estrecha relación con lo imprevisible, llegaron empatadas ambas selecciones a los cinco minutos finales. Un último fallo posible que, igual que lo cometió Gales, lo pudo haber hecho Sudáfrica: golpe de castigo del capitán Alun Wyn Jones, convertido en tres puntos por un Handré Pollard infalible. Borrada de un plumazo la memoria de los cuatro últimos partidos entre ambos, en los que se habían impuesto los británicos.

La consecuencia: nueve Copas del Mundo sin una final del Norte. Tras la edición de 2007, el próximo sábado en Yokohama se encontrarán por segunda vez en la disputa de la Webb Ellis ingleses y sudafricanos. Los primeros, favoritos, vencedores del mejor partido del mundo, con un choque menos por el tifón Hagibis y un día más de descanso. Los segundos, desde que llegó Erasmus, con lo imprevisto como costumbre.

Ficha Técnica

Gales - 16
Ensayos: Josh Adams
Transformaciones: Leigh Halfpenny [1 de 1]
Golpes de castigo: Dan Biggar [3 de 3]

Sudáfrica - 19
Ensayos: Damian de Allende
Transformaciones: Handré Pollard [1 de 1]
Golpes de castigo: Handré Pollard [4 de 4]

Gales: Leigh Halfpenny; George North (Owen Watkin ’40), Jonathan Davies, Hadleigh Parkes, Josh Adams; Dan Biggar (Rhys Patchell ’58), Gareth Davies (Tomos Williams ’55); Wyn Jones (Rhys Carre ’55), Ken Owens (Elliot Dee ’73), Tomas Francis (Dillon Lewis ’36); Jake Ball (Adam Beard ’60), Alun Wyn Jones (capitán); Aaron Wainwright (Aaron Shingler ’69), Justin Tipuric, Ross Moriarty.

Sudáfrica: Willie le Roux (Francois Steyn ’69); Sbu Nkosi, Lukhanyo Am, Damian de Allende, Makazole Mapimpi; Handré Pollard, Faf de Klerk; Tendai Mtawarira (Steven Kitshoff ’48), Bongi Mbonambi (Malcolm Marx ’48), Frans Malherbe (Vincent Koch ’48); Eben Etzebeth (RG Snyman ’53), Lood de Jager (Franco Mostert ’58); Siya Kolisi (capitán) (Francois Louw ’69), Pieter-Steph du Toit, Duane Vermeulen.

Banquillo: Herschel Jantjies.

Árbitro: Jérôme Garcès [Francia]

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