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El deporte en la antigua Roma con Santiago Posteguillo

Libertad Digital analiza el papel del deporte en el Imperio Romano entrevistando al escritor y Premio Planeta 2018 por su novela Yo, Julia.

El deporte es sin lugar a dudas un elemento de gran relevancia dentro de nuestra sociedad actual y como todo en la historia ha ido evolucionando y adaptándose a las singularidades de los diferentes contextos en los que ha desarrollado. Algunas cosas han cambiado drásticamente. Otras, pese al irremediable paso del tiempo, se mantienen o, como mínimo, tienen reminiscencias de un pasado lejano que jamás termina de separarse del todo de los tiempos actuales. Por esa razón, Libertad Digital inicia un serial de reportajes y entrevistas cuyo principal objetivo es traer a nuestros días el deporte de la antigüedad.

En nuestro primer episodio viajaremos a la antigua Roma de la mano del escritor valenciano Santiago Posteguillo. El novelista español, ganador con Yo, Julia del Premio Planeta 2018, es una referencia literaria fundamental para adentrarse en los recovecos de la imperial historia romana. Sus trilogías sobre Escipión y Trajano o sus últimas novelas con Julia como protagonista han logrado que sus lectores pudieran viajar al pasado sin abandonar el presente. Con él nos adentramos en Roma y descubrimos cómo era el deporte en una de las civilizaciones más importantes de nuestra historia.

P: Para que la gente pueda definir a grandes rasgos el tema del que estamos tratando, ¿cómo podemos describir de forma general la figura del deporte en la antigua Roma?

R: Algunos de los deportes que tenían lugar en Roma eran totalmente centrales. Hablamos, por ejemplo, del pugilato, la gimnasia o la lucha grecorromana que, dentro de una sociedad claramente patriarcal y machista, estaban directamente relacionados con la figura del hombre y también con la parte militar de Roma. Piensa que el romano patricio tenía que ser luego legado o tribuno de las tropas y, por lo tanto, la parte física era vital en esa función militar. El ejercicio físico y la preparación física en el campo de Marte eran esenciales. Ahí ya podemos centralizar un poco el deporte en ese aspecto, pero a otro nivel más global, no acotado en torno a las élites o al ejército, encontramos deportes como las carreras de cuadrigas, que concitaban un nivel de popularidad solo comparable al fútbol actual. Ten en cuenta que el estadio del Circo Máximo de Roma llegó a tener una capacidad para 250.000 espectadores. Eso le coloca como el mayor estadio jamás visto en la historia. Creo que nunca se ha visto un recinto deportivo con más capacidad que la que tenía el Circo Máximo. Es cierto que ellos contaban con una pista enorme de más de 600 metros de largo, pero las gradas que llegó a construir en particular Trajano llegaron a ser muy grandes. Con las cuadrigas entramos en un punto de espectacularidad que no tenían los otros deportes que hemos tratado antes y que estaban más destinados al tema militar o elitista. Con esto podemos decir que el deporte espectáculo que nosotros tenemos ahora es algo que ya estaba en la antigua Roma. Y otro componente más que compartimos en el presente con el pasado romano, las apuestas. El nivel de apuestas que se movían en torno al Circo Máximo era brutal. Eso hizo que incluso llegasen a ser prohibidas por toda la hostilidad que generaban a su alrededor. Esto es algo que estamos viviendo aquí recientemente a nivel político con la nueva ley del deporte y con el tema de las casas de apuestas. Estamos a muchos siglos de distancia y tenemos problemas similares (risas). Y el otro espectáculo, que no deporte, pero que también estaba relacionado con la preparación física y con las apuestas eran los gladiadores. No lo califico como deporte porque eran una auténtica brutalidad, aunque ojo, no exenta de escenificación. No me refiero a eso, que en realidad no se decía, de "los que van a morir te saludan", pero sí es verdad que muy pocas veces moría el gladiador o la gladiadora. Sí, también había mujeres. Luego podemos hablar más de ese tema. Volviendo a la escenificación que he mencionado, esa parte del espectáculo me recuerda bastante a la lucha libre actual que viene de América. Pese a ese factor de escenificación y aunque no pasaba siempre, lógicamente los gladiadores muchas veces sí morían sobre la arena.

P: Existe una duda popular que viene condicionada por el impacto del cine a nivel social con películas como Ben Hur o Gladiator. ¿Cuadrigas o gladiadores? ¿Cuál de las dos se imponía por popularidad?

R: Sin ningún atisbo de dudas, las carreras de cuadrigas. Indudable por su capacidad, número de espectadores y nivel de fanatismo que se generaba a su alrededor. Para empezar en el Circo Máximo cabían 250.000 y en el Coliseo de Roma, que era probablemente el anfiteatro más grande del mundo romano, las cifras oscilan entre los 25.000 y 50.000 espectadores. Son casi cinco veces menos de aforo. Solo con eso ya podemos intuir la diferencia entre ambas actividades. ¿Cuál ha sido el problema con el paso del tiempo en cuanto a la percepción de ambos recintos? Que el Coliseo, más o menos, ha guardado una gran parte de su estructura mientras que el Circo Máximo fue utilizado como cantera y se lo llevaron todo. De hecho casi todos los circos romanos fueron expoliados. El que mejor se conserva del mundo está en Perge, Turquía, y crea una gran impresión porque puedes ver la inmensidad de esas gradas. En España hubo tres grandes que me vengan a la memoria. El de Mérida quizá fue el más grande, pero ahora mismo solo queda la explanada, ni siquiera el esqueleto o la base del circo. Queda también algo de la estructura del de Tarragona y uno que es muy desconocido y que yo siempre recomiendo visitar, aunque su ayuntamiento aún no ha estructurado bien el tema de las visitas, es el de Toledo. Es curioso, porque a día de hoy está partido entre un jardín, una carretera y me parece que también hay un restaurante que tiene dentro de él parte del circo. Con Toledo pasa una cosa y es que se han centrado tanto en la parte medieval, que es muy interesante por supuesto, que no han explotado esa parte que aún mantienen de las gradas. Y un motivo adicional en favor de las carreras de cuadrigas para volver a tu pregunta inicial. En la lucha de gladiadores, pese a que alguno podía destacar o tener ser más favorito dentro de los espectadores, no había equipos y en las cuadrigas sí. Azules, verdes, rojos y blancos. Y estos equipos tenían sus fieles como ahora lo tienen el Betis, el Barcelona y otros clubes. Además era una pasión familiar que se pasaba de una generación a la otra. Si uno era de los rojos, por ejemplo, tenía devoción por los rojos. Más tarde emperadores caprichosos como Domiciano crearon más equipos, como por ejemplo los dorados y los púrpuras, e incluso se sabe de emperadores que si perdía su equipo y veían a la afición rival celebrarlo demasiado mandaban a la guardia pretoriana para arremeter contra ellos. Hasta en las tabernas se hablaba de qué había hecho cada equipo tras la carrera.

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Santiago Posteguillo en esRadio. David Alonso

P: Hablaba ahora del ambiente que se respiraba en Roma de competición, pasión y fanatismo y en eso seguimos siendo muy parecidos ahora. ¿Cómo era la previa con amigos y familia antes de los espectáculos en el Circo Máximo y en el Coliseo?

R: El ambiente era similar al que podemos ver ahora alrededor de cualquier estadio de fútbol. Por supuesto había muchísimos vendedores y comerciantes que aprovechaban la gran cantidad de gente que se reunía en los aledaños del recinto. A su vez, en muchas ocasiones había un ambiente politizado, algo que no nos puede sorprender porque lo seguimos viendo hoy en día. En la época republicana los candidatos a cónsules financiaban los juegos, ya sea con cuadrigas, gladiadores o ambas cosas, para aumentar su popularidad. Eso provocaba que en torno a los juegos hubiese a veces un cierto ambiente electoral. Y en el caso de la época imperial, donde evidentemente ya no había elecciones, los emperadores financiaban estos eventos a modo de publicidad de su gobierno. El organizar grandes juegos aumentaba su popularidad ya que normalmente para la plebe la asistencia para estos eventos era gratuita. Lo financiaban los candidatos a cónsules en la República y los emperadores durante la época imperial. En el caso de estos últimos, hay que destacar que la mayor parte de las veces no se diferenciaba mucho entre el uso de la riqueza personal del emperador con la utilización del erario público para subvencionar estos juegos. Había una línea muy difusa (risas).

P: Como es lógico y más en una época plagada de tramas políticas y sociales, el deporte o los juegos, como bien ha comentado, tenían un enfoque político. ¿Hasta qué punto se usaban como un instrumento de control o de distracción sobre el pueblo romano?

R: Sin duda alguna servían para controlar al pueblo. De hecho la expresión "pan y circo", traducido de "panem et circenses", viene de la antigua Roma y lo que quiere decir es precisamente eso, que al pueblo para tenerlo controlado debías darle comida (pan) y juegos (circo). Panem era por la distribución de trigo o del propio pan para la plebe y circense por el entretenimiento. Se decía circenses porque se englobaban dentro de los juegos recintos como el hipódromo (circo), el anfiteatro para las luchas de gladiadores o las cacerías con animales exóticos, conocidas como venationes. Incluso en algunos otros lugares próximos a Roma se creaban lagos artificiales para recrear batallas navales, las naumaquias. Eran muy inteligentes políticamente en Roma. La gente cuando tiene un sustento básico para comer está mucho más cómoda y se lo piensa más a la hora de rebelarse. En la Revolución Francesa empezaron a rebelarse cuando se morían de hambre, por ponerte un ejemplo concreto. Y teniendo a la población con el estómago lleno le añadían el entretenimiento con los juegos.

P: Siempre que leo sus libros me fascina esa mezcla que hay entre poder y engaño, lealtad y traición y sobre todo la infinita paciencia para elaborar planes a medio-largo plazo. Buscando el punto de vista deportivo en Roma imagino que todas esas conspiraciones se basaban en las apuestas. De hecho en una entrevista usted llegó a decir que podías entrar al Circo Máximo como un hombre libre y salir como un esclavo.

R: Sí, por supuesto. Tú podías apostarte a ti mismo. Eres un comerciante por ejemplo, te has apostado 1.000 sestercios, lo has perdido todo, pero tú crees que la siguiente carrera la van a ganar los azules. Te tasaban con un precio y te apostabas a ti mismo. Si ganas te llevas el dinero tasado y, si pierdes, te conviertes en esclavo. Era algo increíble. Imagina lo que podía ser esto para una persona ludópata en aquella época, que por supuesto las había. Es cierto que si te conviertes en esclavo la ludopatía se ve frenada (risas). Eso sí, más allá del tema de las apuestas que estamos tratando y ya a nivel general sobre la esclavitud, había algunos esclavos que podían llegar a comprar su libertad con mucho esfuerzo y con mucha paciencia. Algunos dueños o dominas daban propinas si el esclavo hacía bien su trabajo y se conoce de alguno que, sumando esas propinas, ofrecía a su dueño la posibilidad de comprar su libertad al cabo de muchos años. Si había buena relación se podía dar el caso, pero no era lo habitual.

P: A día de hoy vemos a los deportistas como héroes o referentes, pero ellos saltan a la pista o al césped sabiendo qué es ganar, empatar o perder. En Roma muchas veces, aunque no siempre como bien nos comenta, era vivir o morir. ¿Cómo ve esa diferencia en la denominación de héroe?

R: Es una cuestión muy interesante la que planteas, pero antes un matiz. Hemos dicho que no morían tantos gladiadores como pensábamos, pero sí lo hacían muchos más conductores de cuadrigas de los que mucha gente tiene en mente. Las carreras eran muy agresivas y había muchos accidentes en los giros que se realizaban en la espina. Morían muchísimos aurigas que además en muchas ocasiones eran adolescentes o chicos muy jóvenes. Un poco como lo que vemos hoy en las motos, pero a un nivel mucho mayor. Volviendo a tu reflexión, Roma tenía una enorme contradicción en torno a este tema. Tanto los gladiadores como los aurigas más famosos y más conocidos del momento eran por un lado admirados, llegando a ganar mucho dinero, pero seguían perteneciendo a lo que los romanos denominaban como clase infame. Esta clase social no tenía derechos de elección, no podía presentarse a elecciones y tampoco podía votar. Prácticamente solo tenían derecho a ejercer su profesión y a ganar mucho dinero por ello. Muchos derechos como la ciudadanía romana les eran negados. Se daba esa contradicción y por eso eran unos héroes de barro. Luego a lo largo de la historia hemos ido mitificando estas figuras y en ese proceso de mitificación del gladiador o del auriga se ha perdido esto de la clase infame a la que pertenecían. Tanto el cine como la literatura han contribuido a ello también. Te pongo el ejemplo de Espartaco, un gladiador que se rebela y va a la guerra defendiendo la lucha por la libertad. Espartaco es una mitificación creada por el guionista Dalton Trumbo que, sin meterme a criticar ninguna ideología, era comunista, socialista, de izquierdas, revolucionario o como lo quieras denominar. Kubrick filma maravillosamente la película y el guión iba en ese sentido, pero lo más seguro es que Espartaco fuese un delincuente, un villano y un atracador. La literatura también ha ayudado a eso. Si lees los poemas de Lord Byron en el siglo XIX, cuando él camina por la arena del coliseo de noche ves que él rechazaba la locura de entretenerse con la muerte de una persona obligada a pelear hasta la muerte, pero a la vez se deja llevar por la magia del lugar en el que está y acaba diciendo esta frase: "Cuando caminas por la arena del Coliseo caminas sobre polvo de héroes". Es una frase preciosa pese a que el espectáculo como tal le parecía detestable. En conclusión, la contradicción existía. Eran héroes, sí, pero también infames.

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Interior del Coliseo de Roma. Carmelo Jordá

P: Citando también su obra y en este caso los dos libros que ha escrito sobre Julia, Yo Julia o Y Julia retó a los dioses, usted le ha dado un papel principal a la mujer dentro de estas dos novelas. ¿Cómo era ese papel en el deporte romano?

R: Desde el punto de vista general de una sociedad patriarcal y machista te puedes imaginar que se les concedía una posición muy marginal. Ocasionalmente hubo alguna auriga y lo que sí era más habitual era ver gladiadoras. Este tema está muy documentado. Mira, hubo dos decretos imperiales, uno del emperador Tiberio y otro de Severo dos siglos después, en el que en un intento de lo que ellos pensaban que era mantener un cierto decoro en aquellos juegos, decidieron prohibir la presencia de mujeres luchando. Les parecía indecoroso. Bien es cierto que no les hicieron mucho caso porque lo prohibió Tiberio y dos siglos después lo tuvo que volver a prohibir Severo. Aparte hay siete fuentes clásicas, como son los textos de Marcial, Juvenal y otros tantos autores, que mencionan a las gladiadoras en acción en la arena. Y también hay relieves en los que se puede ver a mujeres luchando. Es algo muy documentado. Pero para que veas lo que es Hollywood con este tipo de temas te pongo un ejemplo. Siempre mencionamos que lo del pulgar hacia arriba o hacia abajo para "vivir o morir" no está registrado en ningún sitio, ¿verdad? Eso es algo que aparece en un cuadro de Delacroix en el siglo XIX, lo vieron en Estados Unidos y lo usaron. Punto. No hay nada documentado. Pues bien, eso de que no está registrado en ningún sitio ha salido mucho en el cine y lo de las gladiadoras, que sí está enormemente documentado, apenas se ha mencionado. Ahora estoy preparando una serie de seis episodios documentales para Movistar que saldrá en 2021 y ahí sí voy a presentar personajes femeninos de la antigua Roma para que posteriormente actrices y actores representen las escenas. Ahí sí que vamos a tener gladiadoras. La serie se llamará El corazón del Imperio. Contaremos, entre otras cosas, la vida y el día a día que las gladiadoras tenían en aquella época.

P: Al leer y conocer gracias a sus novelas la evolución que le daba a los personajes de Publio Cornelio Escipión y Julia, la sensación que tengo es que, como ocurre en muchos campos de la vida, llegar a lo más alto es duro, pero mantenerse a veces es un auténtico infierno. La gente olvida pronto lo bueno que has hecho. ¿Se puede relacionar esto con lo que pasa en ocasiones con los deportistas? ¿Hay poca memoria o poco respeto hacia los éxitos pasados?

R: Pasa con los entrenadores, pasa con los jugadores de fútbol y pasa con los héroes vivos que tenemos en la actualidad. Es algo muy latino. En el mundo anglosajón sí se ha desarrollado una tendencia positiva en el sentido de admirar y respetar más a sus héroes mientras que en el mundo latino, que tiene parte de su origen en Roma, tenemos la manía de desmitificar a nuestros héroes. Siempre pongo el ejemplo de Rafa Nadal. Recordarás que aquella vez en la que Rafa tuvo una lesión un poco larga ya le quisieron retirar. Por todas partes se leían titulares sobre que estaba "acabado". Y aunque hubiese sido ese el final de Nadal como tenista, por favor, que no lo digan así. Puedes decir que hasta aquí ha llegado la carrera de un gran deportista español, pero no, se usaba ese titular dramático que desmitificaba a uno de nuestros referentes. Luego Nadal se ha encargado de seguir ganando un Roland Garros tras otro hasta sepultar esos titulares. Pero espera a que llegue el año en el que deje de ganarlo. Ahí se volverán a lanzar a por él. Es algo que me indigna mucho.

P: Siguiendo con este tema, un buen ejemplo de lo que dice es el diferente trato que desde el punto de vista latino se le puede dar a emperadores como Trajano, ¿verdad?

R: Así es. El imperio romano nunca llega a su máxima extensión cuando gobierna Trajano sino que llega a su máxima extensión porque gobierna Trajano. Es algo distinto. Nosotros aquí a Trajano, que era un dirigente ejemplar, no le hemos querido aprovechar ni escribir nada de él en particular. Pero si hubiese nacido en Londinium (Londres) estoy seguro de que se hubiesen hecho tantas películas que estaríamos ya aburridos del tema. Nosotros hemos tenido tres emperadores hispanos: Trajano, Adriano y Teodosio. Cada uno a su manera fue muy importante y los tres eran hispanos. Es algo que tenemos los españoles, que no valoramos lo que es nuestro. También es cierto que los ingleses a veces se pasan de mitificar lo suyo (risas).

P: La estrategia en el deporte es fundamental, pero aún era más importante en las batallas. Igual que ahora un entrenador prepara la final de la Champions con su equipo y sus ayudantes, antes Escipión preparaba la batalla de Zama con sus generales para vencer a Aníbal. Eran partidas de ajedrez. ¿Cómo se imagina esas horas previas al combate que en cierto modo eran un juego de estrategia?

R: Se puede trazar un paralelismo con deportes como el fútbol, pero me gustaría subrayar algo antes de compararlos y esto es algo que nunca olvido y que también intento transmitir en mis novelas. Cualquier batalla o guerra es cruel, brutal, descarnada y un completo sinsentido. Siempre lo dejo claro. Subrayado eso, es verdad que en el enfrentamiento militar hay una víspera que puede ser comparada con esas concentraciones previas de los equipos antes de los partidos. También hay arengas de los líderes, como podían ser las de Escipión o Trajano, en las que se da un discurso para enardecer a los legionarios y que afrontasen una batalla muy dura con la mayor motivación posible. Eso sabemos que ocurre ahora con entrenadores que tienen la habilidad, antes o durante los partidos, de cambiarlo todo con un discurso motivador. Ciertamente ahí hay un paralelismo y por supuesto hay otro focalizado en la estrategia. Se puede atacar por los flancos, vamos a ir por el centro, usemos la caballería desde esta lado... evidentemente sabemos que eso lo hacen los entrenadores igual que un legado romano podía hacerlo en un campo de batalla.

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Imagen de los restos del Circo Máximo de Roma

P: ¿Históricamente hay algún emperador al que se pueda relacionar más con el deporte? ¿Alguno que tuviese un interés especial en organizar eventos para el pueblo?

R: Era algo relativamente habitual. Domiciano, como hemos visto, estaba muy volcado con el tema de las cuadrigas y creó equipos nuevos. Calígula quería muchísimo a sus caballos y llegaba a ordenar a la guardia pretoriana que vigilara los establos para que estos pudieran dormir bien y no hubiera ruido. No en vano, Calígula llegó a nombrar senador a un caballo. Ojo, lo mismo alguno era más listo que un político normal, nunca se sabe (risas). Viendo lo que tenemos hoy en día... Y volviendo al tema de los gladiadores, el emperador que estaba totalmente obsesionado, y es cierto que lo muestran en la película Gladiator, era Cómodo. A él le encantaban y además le gustaba pelear. Lo que ocurría con Cómodo es que como era un miserable y siempre quería ganar a costa de todo combatía contra gente herida o tullida para así poder vencer sin problemas. Era algo que disimulaban o escondían ante el espectador, pero estaban heridos o tullidos. Era un espectáculo dantesco y brutal, propio de una persona que estaba loca. Por eso supone el final de su dinastía Ulpio-Aelia-Antonina, porque estaba loco. Por otro lado había emperadores como Marco Aurelio al que según las citas le aburrían este tipo de espectáculos. Él entendía que eran una forma de adocenamiento con la gente y no le gustaban. Acudía porque lo veía como una de sus funciones institucionales. Y ya para terminar, en la parte oriental del imperio, concretamente en Constantinopla (Estambul), las carreras de cuadrigas estaban muy relacionadas con la vida de emperadores como Justiniano, que asistía con mucha asiduidad. Muchos eventos de su vida se iniciaron en allí.

P: Para terminar apelo a sus conocimientos sobre la antigua Roma para destacar, más allá del tema del pulgar, la mayor mentira que nos han contado en el cine o en la literatura sobre este parte deportiva del imperio romano.

R: Pues mira, hay una mentira que nos han colado por el arco del triunfo y nos la colaron en Ben Hur. En la famosa escena de la carrera de cuadrigas, descrita en la novela por Wallace y llevada al cine por Wyller en1959, ese circo lo sitúan en Jerusalén, pero es que allí en 2.000 años jamás se ha encontrado un circo romano así. Se lo inventaron. Ese magnífico circo no existe. Jerusalén nunca decepciona, pero si alguien ha ido allí para ver solo eso se habrá llevado una enorme decepción. Esa es una de las grandes mentiras que nos han contado. Lógicamente la novela y la película son muy entretenidas, eso nadie lo niega, pero este tipo de engaños tan extendidos ocurren porque tanto en los tiempos de la novela de 1919 o en la época de la película de 1959 la gente no era tan estricta a la hora de exigir rigurosidad histórica. Ahora, con todo lo que tenemos a nuestra disposición, por suerte, sí la tenemos y eso hace que no se puedan inventar un edificio que nunca existió. Imagina qué dirían de mí por las redes sociales si yo me inventase algo así en mis novelas. Y esas críticas serían con razón porque es parte de mi trabajo tener rigor histórico.

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