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Frank Fisher, el aborigen que pudo cambiar la historia del rugby en Australia y no le dejaron

Cuando fue nombrado en el Equipo Indígena del Siglo se hizo justicia.Las leyes raciales de la época le impidieron convertirse en una estrella mundial.

Cuando fue nombrado en el Equipo Indígena del Siglo se hizo justicia.Las leyes raciales de la época le impidieron convertirse en una estrella mundial.
Frank Fisher, en una foto de equipo con el Cherbourg Magpies Rugby. | Twitter

Frank Fisher es considerado uno de los mejores jugadores de rugby de Australia de todos los tiempos. Sin embargo, sus orígenes y las estrictas leyes raciales de la época le impidieron demostrarlo a ojos del mundo entero.

Nacido en Townsville, Queensland, Australia, en 1905, su juventud la pasó en el Asentamiento Aborigen de Cherbourg (anteriormente Barambah). Una localidad fundada para aborígenes australianos a principios del siglo XX, y en la que se reubicaron más de 1500 nativos procedentes de todo el estado -de hasta 109 áreas diferentes- entre 1905 y 1939.

Todo formaba parte de la política de segregación adoptada por el gobierno de Queensland, bajo el yugo del ‘Act’, una serie de leyes racistas de protección y segregación, dirigidas por el Protector en Jefe de los Aborígenes, y que resultó en una destrucción casi completa de la existencia y tradición de estas culturas nativas. Una situación que no comenzó a revertirse prácticamente hasta la década de 1980.

Y en esa tesitura Frank Fisher se desarrolló como un niño con una tremenda capacidad para el deporte y las actividades atléticas. Especialmente le gustaba el rugby, y con 25 años ya era el capitán del equipo de Cherbourg.

Sería descrito como un jugador tremendamente rápido. Sus carreras por la banda eran épicas. Era un martillo en ataque; pero también muy incisivo a la hora de defender. Y también, refieren las crónicas de la época, un caballero dentro del campo.

Bigshot, como sería apodado, se convirtió en una estrella en su época, situando el rugby indígena en el mapa.

Las exhibiciones ante Inglaterra

Su indudable calidad le permitió participar en diversas ocasiones en una especie de selección de la zona Wide Bay de Queensland que disputaba partidos amistosos ante otros combinados. Y dos de ellos fueron especialmente relevantes: los que le enfrentaron a la selección inglesa, potencia mundial del rugby, y que solía realizar giras por Australia.

Jim Brough, capitán y estrella de aquella selección inglesa, llegaría a afirmar que Frank Fisher era "el mejor jugador de Australia contra el que se había enfrentado". Y no lo decía por decir. En varias ocasiones trató de llevar a cabo su fichaje para la liga inglesa. Especialmente interesado en su contratación estuvo el Salford, equipo de Manchester, y uno de los mejores conjuntos del país, vencedor de tres ligas en los años 30.

Un fichaje, un movimiento, que hubiera tenido un gran impacto no sólo en la carrera de Frank Fisher –y su posterior reconocimiento como figura australiana- sino en todo el rugby aborigen del país.

Sin embargo, el Gobierno de Queensland rechazó tal posibilidad, esgrimiendo el cumplimiento de la Ley de protección de los aborígenes y restricción de la venta de opio de 1897. Es decir, a causa de las limitaciones raciales de la época, a un aborigen no se le podía otorgar permiso para abandonar el país, y mucho menos para desempeñar una carrera futbolística. Así que Frank Fisher se quedó sin poder dar el salto.

Fisher, pues, tuvo que continuar jugando en el Cherbourg Magpies Rugby, donde terminaría desarrollando toda su carrera hasta 1946. Una carrera marcada por el racismo y la falta de oportunidades de mayor enjundia por el simple hecho de ser un jugador aborigen.

Un racismo con el que toparía de frente también en 1940, cuando quiso enrolarse en las fuerzas australianas durante la Guerra Mundial, y le fue prohibido. Todo, a pesar de que su padre había combatido durante la Primera Guerra Mundial. "Insuficiente origen europeo", le contestaron –según el Courier Mail– cuando solicitó luchar por su país.

No fue hasta finales del siglo XX, con la creciente apertura del país australiano y reconocimiento a sus aborígenes, cuando el nombre de Frank Fisher fue rescatado y distinguido como merecía. En junio de 1996, por ejemplo, un puente en Cherbourg fue construido con su nombre.

Pero fue sobre todo tras ser escogido en 2008 en el Equipo Indígena del Siglo. Su nombre aparecía junto al de otros ilustres jugadores de épocas más recientes. Para muchos, la mayoría, fue un auténtico descubrimiento. Y fue entonces cuando su trayectoria –y su tormento- fue recuperada por todo el país.

Qué hubiera sido de su carrera de no haber enfrentado desde sus inicios las múltiples barreras raciales de la época es complicado de aventurar. "Con sus características, habría sido una estrella no sólo en Brisbane o Sidney, sino también internacionalmente. Era realmente bueno", declararía Percy Iszlaub, exalcalde de Wondai Shire. Era un sentir general entre todos aquellos que le conocieron. Que le vieron jugar. Pero Frank Fisher nunca tuvo la oportunidad de demostrarlo. No le dejaron.

El legado en Cathy Freeman

Pero el legado indígena de Frank Fisher trascendió más allá del rugby. Décadas después una mujer, campeona olímpica y mundial, llevaría la cuestión aborigen y su reclamación de derechos por todo el mundo. Su nombre, Cathy Freeman. Y Cathy Freeman es la nieta de Frank Fisher.

Una de las grandes estrellas de todos los tiempos en los 400 metros, en 1990, con 17 años, se convirtió en la primera atleta aborigen en ganar una medalla de oro en una gran competición internacional. "Ser aborigen representa todo para mí. Siento que es mi pueblo. Muchos de mis amigos tienen las condiciones para brillar en el deporte, pero no se les concede la oportunidad de lograrlo", declararía. Tal vez, un mensaje reconociendo a su abuelo.

En los Juegos Olímpcios de Sidney 2000, Freeman fue la encargada de encender la llama del pebetero. Un gesto, una imagen, que simbolizaba la reconciliación en Australia. Fundamental para que el país tomara conciencia del problema aborigen. Aquel problema que impidió a Frank Fisher convertirse en una estrella mundial del rugby.

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