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Ethelda Bleibtrey, la mujer que cambió la natación para siempre

La desobediencia ante las leyes vigentes, por lo que fue arrestada, terminó significando la liberación de las mujeres deportistas.

La desobediencia ante las leyes vigentes, por lo que fue arrestada, terminó significando la liberación de las mujeres deportistas.
Ethelda Bleibtrey, durante los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. | Wikimedia

Ethelda Bleibtrey, nacida en Waterford, Nueva York, el 27 de febrero de 1902, no estaba dispuesta a acatar las leyes. Unas leyes que impedían que las mujeres pudieran nadar en libertad. Unas leyes que impedían que las deportistas pudieran competir en condiciones óptimas, mientras los hombres sí podían hacerlo.

Un gesto, una desobediencia, lo cambió todo. Lo que inicialmente supuso una detención, terminó siendo una liberación para las mujeres, deportistas o no.

El amor de Bleibtrey por la natación había llegado de manera inesperada. Tras serle diagnosticada una poliomielitis, le recomendaron nadar para mejorar su recuperación. Comenzó a hacerlo en el Lago Saratoga. Y constató que se le daba bien. Muy bien. Al poco tiempo pasó a entrenar en el Río Hudson.

Pero Ethelda Bleibtrey se encontró ante un problema con el que no había reparado hasta entonces. Las dificultades para las mujeres que querían nadar en aquellos tiempos en Estados Unidos eran muy altas. Y a aquellas a las que se les permitía, se les obligaba a hacerlo con las piernas cubiertas.

Sin ir más lejos, en los Juegos Olímpicos de 1912, edición en que se permitió por primera vez la participación de la mujer en las pruebas de natación, Estados Unidos rechazó enviar ninguna deportista, argumentando que tan solo competirían en aquellas pruebas en que pudieran llevar al menos una falda.

La rebeldía que lo cambió todo

Pero en 1919, harta de todo aquello, Ethelda Bleibtrey decidió saltarse las reglas. Junto a una amiga, decidieron darse un baño en la Playa de Manhattan, en California, sin ponerse las medias. Sólo con el traje de baño.

Ambas jóvenes fueron inmediatamente detenidas, acusadas de acto de nudismo en público. Incluso se solicitó cárcel para ellas.

Sin embargo, el efecto fue el contrario. El caso alcanzó una gran popularidad. Llamó la atención enormemente sobre los derechos de las mujeres y su participación en actividades deportivas. Tanto es así que, tras de un intenso debate social, no sólo no se decidió sancionar a Ethelda, sino que se terminó por cambiar la normativa, permitiéndose a partir de entonces que las mujeres pudieran nadar sin las largas medias ni nada que cubriera sus piernas.

Heroína olímpica

Pocos meses después, Ethelda Bleibtrey iba a entrar en la historia del deporte olímpico. Ahora, por sus resultados.

Nos trasladamos a los Juegos Olímpicos de Amberes, 1920. Esta vez sí, Estados Unidos decide enviar nadadoras a la competición. Y entre ellas se encuentra Bleibtrey, quien había cosechado grandes resultados en las recientes competiciones nacionales.

Pero nadie, quizá ni ella misma, se esperaba lo que iba a acontecer en la ciudad belga.

Todo arrancó el 23 de agosto. En la semifinal de los 100m libres estableció su primer record mundial, con una marca de 1:14.4. Dos días más tarde se proclamaba campeona olímpica en la distancia, mejorando nuevamente la marca con un tiempo de 1:13.6. Se convertía de ese modo en la primera mujer estadounidense que ganaba una medalla de oro en natación.

Al día siguiente, nuevo récord del mundo, ahora en los 300m libres, una distancia que se había incorporado aquel año en el calendario olímpico. El tiempo, 4:41.4. El 28 de agosto, ya en la final, mejoraría el registro en más de 7 segundos. Otro récord del mundo, y otra medalla de oro.

No sería la última. Sólo un día más tarde, el 29 de agosto, se llevaría también la victoria en el 4x100, formando equipo con Woodbridge, Guest y Schroth. Las estadounidenses lograban también el récord del mundo, con un tiempo de 5:11.6. Casi 30 segundos más rápidas que las segundas clasificadas, Gran Bretaña.

Fueron, por tanto, tres las medallas de oro conseguidas por Ethelda Bleibtrey, convirtiéndose de ese modo en la primera gran heroína de unos Juegos Olímpicos.

Y pudieron ser cuatro, porque como ella misma relataría, tenía el mejor tiempo de todas las nadadoras en estilo espalda. Pero finalmente, y aunque estuvo a punto de hacerlo, la modalidad no fue incluida en el calendario olímpico.

Con todo, Bleibtrey se haría con el oro en las tres pruebas olímpicas de natación presentes en Amberes. Un pleno que nadie más ha repetido hasta la fecha (y parece realmente complicado que nadie más pueda conseguir).

El dominio de Ethelda Bleibtrey fue tal que, durante toda su etapa como amateur, nunca fue derrotada. En ninguna carrera. En 1922 pasaría a ser profesional, tratando de monetizar todas sus brillantes actuaciones, aunque éstas dejaran ya de constar, por tanto, en el panorama deportivo.

Tras todo aquello, Bleibtrey gozaría de gran prestigio como entrenadora de natación durante años, especialmente en Nueva York y Atlantic City. Sería incluida en el Salón de la Fama Internacional de Natación en 1967, y el 6 de mayo de 1978, a la edad de 76 años, fallecería víctima de un cáncer.

Se marchaba como una gran referente en el deporte femenino. Con su nombre inscrito en letras de otro en la historia del olimpismo. Sin duda, por sus tres victorias cosechadas en los Juegos de Amberes (un hito que no sería superado hasta los Juegos de 1976, cuando la nadadora de Alemania del Este Kornelia Ender logró cuatro oros). Pero, sobre todo, por su lucha por los derechos de las mujeres deportistas, arriesgando incluso su carrera con ello, para cambiar para siempre las leyes del deporte femenino.

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