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50 años de la gesta olímpica de John Akii-Bua

El 2 de septiembre de 1972, en los Juegos Olímpicos de Munich, John Akii-Bua sorprendió al mundo con un récord inimaginable vista su enrevesada vida.

El 2 de septiembre de 1972, en los Juegos Olímpicos de Munich, John Akii-Bua sorprendió al mundo con un récord inimaginable vista su enrevesada vida.
John Akii Bua, durante la final del 400 metros vallas de los JJOO de Munich de 1972. | Archivo | Archivo

Nadie en Múnich sabía quién era. Sin embargo, cuando le vieron volar por la calle 1 en la final de los 400 metros vallas, todo el mundo quedó prendado con su figura. Se trataba de John Akii-Bua, un atleta ugandés que venía de la nada. O eso creían todos. Porque su vida previa a aquella cita histórica daba para un libro. Su vida posterior, para un best-seller. Una compleja y enrevesada historia que se terminó a los 47 años, y que dio lugar a una de las mayores leyendas del atletismo.

Perseguido desde su nacimiento

Nacido el 3 de diciembre de 1949 en Kampala, Uganda, Akii-Bua creció junto a sus 42 hermanos y hermanas (su padre tenía 8 mujeres) en una pequeña aldea en el distrito tribal de Lango, de donde era la tribu langi. No sería una infancia sencilla, pues los langi eran una de las etnias más perseguidas en un país que comenzaba a soñar con la independencia.

Gracias a uno de sus múltiples familiares conoció el mundo del deporte. Lawrence Ogwang, uno de sus hermanos mayores, fue un consumado atleta, llegando a participar en diversas ocasiones en los Juegos de la Commonwealth tanto en salto de longitud como en triple salto.

Por eso, fue en el atletismo donde comenzaría a desarrollarse John Akii-Bua. Y donde transcurriría la mayor parte de su carrera. Aunque lo que de verdad le gustaba era el fútbol. Y fue gracias a un partido de fútbol que Akii-Bua fue captado por la Policía, siempre pendiente de aquellos deportistas que demostraban un excelso estado físico.

La llegada de un descubridor

Todo cambió para John Akii-Bua cuando al país llegó un joven Malcolm Arnold. Un entrenador de atletismo, que con los años llegaría a recibir una Orden del Imperio Británico entre otros reconocimientos, y que en aquellos momentos formaba parte de un programa británico de técnicos que recalaban en las colonias (Uganda lo fue hasta 1962) para reclutar y desarrollar jóvenes talentos.

Arnold lo vio claro: Akii-Bua tenía un enorme potencial para el atletismo. Especialmente para los 400 metros vallas, donde podría explotar mejor que en ninguna otra prueba la enorme combinación de velocidad y fuerza que sin duda atesoraba el atleta ugandés.

Y los resultados llegaron pronto. En mayo del 71, en un meeting en Kampala, Akii-Bua bate el récord africano de la prueba, convirtiéndose en el primer atleta que rompe la barrera de los 50 segundos. Poco después, en una prueba celebrada en Carolina del Norte con presencia de atletas africanos y estadounidenses, rebaja la marca hasta los 49’’.

Y la llegada de un tirano

Paralelamente al despegue de su carrera, en su país, en ese mismo año, se producía un golpe de estado que terminaba con Idi Amin en el poder. Uganda, que no hacía ni una década que había logrado la independencia, pasaba a vivir en una dictadura militar del que ha sido calificado como uno de los déspotas más crueles de la historia. "El carnicero de Uganda", sería denominado Idi Amin. Un asesino en el poder.

Como tantas otras dictaduras, Idi Amin tenía claro que debía aprovechar los éxitos deportivos nacionales para ensalzar y blanquear su dictadura. Ayudó y financió a los deportistas más exitosos a cambio de que estos promocionaran el país y, con ello, su régimen. Entre ellos, Akii-Bua.

La gesta de Múnich 72’

Con todo, llegamos a los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, para los que John Akii-Bua se había clasificado con todo merecimiento. Eso sí, a la cita acudía sin que su nombre levantara grandes expectaciones. El desconocimiento que entonces había sobre el deporte africano, sobre sus marcas previas, sobre sus records continentales, provocaba que fueran otros atletas quienes se llevaran el favoritismo.

No tuvo problemas para pasar las dos primeras rondas y plantarse en la final, que se disputaría el 2 de septiembre de 1972 en el Estadio Olímpico de Munich. Y ahí, realizó la mejor carrera de su vida. A pesar de arrancar por la calle uno.

No sólo llega primero, sino que rompe el récord mundial, con un tiempo de 47’’82. En una carrera para la historia, se convierte en la primera persona que baja de los 48 segundos en la prueba, además del primer africano campeón en distancia corta, y el primer campeón olímpico ugandés de la historia.

El regreso dorado

No es de extrañar que al regresar a casa, Akii-Bua fuera recibido con todos los honores. Idi Amin no deja de mostrarse con él. "El nombre de Akii-Bua debe mantenerse vivo en beneficio de las generaciones futuras", declara el presidente. Una calle de Kampala pasará a llevar su nombre. Y el atleta será retribuido con una jugosa paga, además de una vivienda y un automóvil.

Mientras, sus compañeros de la tribu langi siguen siendo perseguidos. De hecho, esa persecución se acrecienta, siendo la etnia la principal víctima de la masacre de Idi Amin. Él estará a salvo, pero no así su familia.

"Creo que Amin quiso meterme en la cárcel varias veces, pero no pudo porque me había convertido en una personalidad demasiado importante", admitiría el propio Bua. Varios de sus hermanos, de hecho, serían asesinados. En menos de una década de gobierno, se estima que el régimen se cobró alrededor de 300.000 vidas.

Y poco a poco el prestigio de Akii-Bua también va decayendo. Sus marcas, aun siendo buenas, no alcanzan las de Munich 72. Y para cuando llegan los Juegos Olímpicos de 1976, su país, como tantos otros africanos, decide no acudir a la cita. Tanzania lanzó un boicot que apoyarían 22 países, después de que el equipo de rugby de Nueva Zelanda hiciera una gira por la Sudáfrica del Apartheid.

La huida obligatoria

En 1979 un cada vez más paranoico Idi Amin decidió invadir Tanzania. La apuesta le salió mal. Tanzania vence. En buena parte, con la colaboración de exiliados ugandeses, eminentemente de la etnia Langi. La de Akii-Bua.

Así que tras la derrota bélica Amin debe marcharse al exilio. Y también se marchará Akii-Bua. Lejos de la gloria de antaño, y lejos también del conflicto, teme por su vida después de haber sido un langi favorecido por el gobierno.

Pone rumbo, como tantos otros ugandeses, a la frontera con Kenia. Lo hace junto a su mujer embarazada y sus tres hijos. El camino es devastador. Pierden al bebé nada más dar a luz, y tiene que enterrarlo ahí mismo.

La salvación inesperada

Pero cuando menos lo esperaba, llegará la salvación para Akii- Bua. Un equipo de televisión británico se desplazó hasta un campo de refugiados en la frontera. Entre ellos se encontraba Akii-Bua. "Nunca me había sentido tan miserable. Soy un atleta. No se pueden imaginar la gravedad de la situación en mi país", declararía a las cámaras.

Unas imágenes que darían la vuelta al mundo, hasta que un periodista alemán le reconoció. Ayudado por la marca Puma, que le ofreció un trabajo en el área de marketing deportivo, el atleta y su familia terminarán como asilados en Alemania Federal. Precisamente en Múnich, la ciudad que le viera dominar el mundo sólo unos años atrás.

Vivirá en buenas condiciones durante varios años en el país germano. Incluso llega a acudir a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. Pero, lejos de su mejor forma física como es obvio, sus resultados son discretos. No pasa de semifinales.

Regresaría años más tarde a su país, a una Uganda ya más o menos pacificada, aunque bastante inestable. Tratará de abrir una tienda deportiva y de crear una academia de entrenamiento de atletismo en la que él sería el director. Pero ni una ni otra van adelante. Akii-Bua ya no goza del prestigio que tuvo, y las ayudas son escasas. Con todo, pudo volver a su plaza como policía, y ser el entrenador nacional de atletismo.

Muerte y resurrección

En 1997, a los 48 años, John Akii-Bua fallecía tras una cirrosis. Dos años antes había fallecido su mujer, momento en el cual se abocó al alcohol.

Pero fue justo en ese momento cuando el que fuera su entrenador, Malcolm Arnold, decidiría relatar su historia. Unos años antes el propio Akii-Bua le había hecho entrega de unos manuscritos que había ido recopilando a lo largo de toda su vida. Desde entonces, su leyenda sería eterna. Hoy es considerado un héroe nacional.

"Es un honor que me comparen con él", declararía Stephen Kiprotich al proclamarse vencedor de la prueba de maratón en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Era la segunda medalla de oro en la historia de Uganda. 40 años después de la John Akii-Bua.

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