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Judy Guinness, un noble gesto por el que pasó a la historia de los Juegos Olímpicos

Los jueces le habían otorgado la victoria, pero reconoció que ésta había sido injusta, sacrificando de este modo la medalla de oro.

Los jueces le habían otorgado la victoria, pero reconoció que ésta había sido injusta, sacrificando de este modo la medalla de oro.
El podio de Los Angeles 32, con Preis en el primer cajón, Judy Guinness en el segundo, y Erna Bogen en el tercero. | Archivo

Existen ocasiones en las que un gesto vale más que una medalla de oro. Probablemente, en ese momento ni lo pensara Judy Guinness. Pero su deportividad, encarnando los más altos valores del movimiento olímpico, le valieron un hueco en la historia del deporte para la eternidad.

Todo sucedió durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932. Era aquella la primera ocasión en que la esgrima, presente en el calendario olímpico desde su recuperación en Atenas 1896, permitía la participación de las mujeres. Aunque fuera en una única modalidad, la de florete individual, a diferencia de la competición masculina, que incluía seis modalidades.

Y las protagonistas de aquella primera final olímpica femenina de esgrima fueron la austriaca Ellen Preis y la británica Heather Seymour ‘Judy’ Guinness.

Ambas contendientes estaban llevando a cabo una final muy igualada, hasta el punto de llegar al final de la misma con empate a 3 tocados. Al concluir, los jueces otorgaron la victoria a Judy Guiness, que se convertía de ese modo en la primera ganadora de una medalla de oro olímpica de esgrima.

Pero es entonces cuando llevará a cabo su noble gesto, uno de los más deportivos vividos jamás en unos Juegos Olímpicos. Guinnes se dirigió a los jueces para advertirles que no habían detectado dos tocados logrados por su rival.

Los jueces reconocieron su error –hay que tener en cuenta que entonces las condiciones tecnológicas eran muy precarias– y le otorgaron la victoria –y por tanto el oro–a Ellen Preis (5-3).

Un noble gesto, que no cualquiera hubiera realizado, más teniendo en cuenta que se trataba de la primera medalla olímpica en liza, pero que provocó que hoy, más de 90 años después, Judy Guinness siga siendo recordada. Como un referente de los valores olímpicos y del deporte. Probablemente, un reconocimiento mucho mayor al que hubiera alcanzado de haberse mantenido en silencio y simplemente ganar la medalla de oro.

Judy Guinness, que volvería a competir –sin grandes resultados- en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, fallecería en Rhodesia en 1952, a los 42 años.

Ellen Preis, por su parte, conquistaría la medalla de bronce en los JJOO de Berlín del 36, y se convertiría en la deportista olímpica más longeva en lo que a diferencia entre los primeros y los últimos Juegos Olímpicos disputados se refiere: desde Los Ángeles 32 hasta Melbourne 56. Logró además otro bronce en Londres 1948.

Tras su retirada, dedicaría su vida a la música, llegando a convertirse en profesor emérito de la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena, y dando lugar a una técnica de respiración y movimiento que maximiza la energía y permite que la voz fluya libremente, y que sería conocida con su nombre.

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