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Fanny Blankers-Coen, mucho más que "la madre voladora"

Con ese sobrenombre sería reconocida después de brillar en los JJOO de Londres del 48. Pero su historia va mucho más allá de aquel recital olímpico.

Con ese sobrenombre sería reconocida después de brillar en los JJOO de Londres del 48. Pero su historia va mucho más allá de aquel recital olímpico.
Fanny Blankers Koen, durante su victoria en la final de 200m en los JJOO de Londres de 1948. | Archivo

Cuando hablamos de los mejores atletas de todos los tiempos, Usain Bolt, Carl Lewis o Jesse Owens son nombres que suelen aparecer. Y no sin razón. Sin embargo, pocas ocasiones se alude a Fanny Blankers Koen. Y tampoco hay dudas de que, a tenor de sus resultados cosechados, sí debería hacerse.

Sólo ella ha conseguido sumar cuatro medallas de oro en una misma edición de los Juegos Olímpicos. A todo ello, hay que añadir que poco antes de la cita olímpica fue madre por segunda vez. Es por eso que sería conocida para siempre como "la madre voladora".

Una atleta multidisciplinar

Francina Elsje Koen nacía en Baarn, en los Países Bajos, el 26 de abril de 1918. Llamó la atención desde bien pequeña por su facilidad para practicar cualquier deporte. Desde la gimnasia al tenis.

A medida que fue creciendo tuvo que decantarse por una especialidad. Y optó por el atletismo. De ese modo, podría seguir compitiendo en diferentes modalidades.

No tenía un gran sprint, pero sí era rápida. Tenía talento a la hora de correr, y una gran capacidad de sacrificio. Por ello, la distancia que mejor se ajustaba a sus características era la de 800 metros. Distancia en la que en 1935, con apenas 17 años, establecería el récord nacional.

Pero era una distancia que no estaba incluida en el calendario olímpico, y los Juegos de Berlín del 36 estaban a la vuelta de la esquina. Así que tuvo que prepararse para distancias más cortas. Para ello contó con la inestimable colaboración del técnico Jan Blankers, ex triplista olímpico y entrenador de la selección nacional. El hombre que terminaría por convertirse en su marido.

La primera oportunidad olímpica

En los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, y después de lograr dos medallas de bronce en los europeos de Viena, Fanny Koen cuajó una buena actuación, a tenor de su juventud y del poco tiempo que llevaba preparando la especialidad. Sería sexta en el salto de altura –prueba en la que destacó la presencia de Dora Ratjen, el atleta al que el nazismo convirtió en mujer-, y contribuiría en el quinto puesto de Países Bajos en el 4x100m femenino.

Sus grandes años deportivos estaban por llegar. O eso pensaba ella. Con lo que no contaba es con que no tendría oportunidad para los Juegos Olímpicos de 1940. Ni de 1944. La Segunda Guerra Mundial lo detuvo todo.

En aquellos años de parón Fanny Blankers-Koen tuvo tiempo para casarse, y tener dos hijos. Lo que no hizo que cesara en su actividad deportiva. Antes al contrario, continuó entrenando y mejorando en las diversas especialidades en las que había competida. Tal es así que durante el periodo bélico llegaría a poseer a la vez hasta seis récords del mundo.

Los Juegos inesperados

Con el final de la guerra, el deporte fue uno de los aspectos sociales que menos tardó en levantarse. Y dentro del deporte, especialmente el atletismo. Así que Fanny Blankers-Koen también regresaría a la competición. En el verano de 1946 se celebran los campeonatos europeos de atletismo en Oslo. En febrero Fanny Blankers Koen da a luz a su segundo hijo. En agosto, está en la pista.

Eso, a pesar de las reticencias de muchos aficionados –y de algún que otro periodista- que llegaría a recomendarle quedarse en casa cuidando de su familia, como madre de dos hijos que era.

"Recibí muchas cartas de gente mala que me decía que debería quedarme en casa con mis hijos y que no se me debería permitir correr en la pista", recordaría Blankers-Koen en una entrevista con el New York Times en 1982. "Un periodista también escribió que era demasiado vieja para correr y que debería quedarme en casa para cuidar a mis hijos".

Pero lejos de amedrentarse, ella contestó como lo hacen los más grandes: en la pista. Y nada menos que en la del Estadio de Wembley, sede de los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. Ahí lograría Fanny Blankers Koen nada menos que cuatro medallas de oro. Una marca que aun hoy ninguna atleta ha conseguido igualar. Una marca que solo dos deportistas, dos inmensos deportistas, han logrado igualar, Jesse Owens y Carl Lewis. Y sólo uno, sólo Paavo Nurmi, con sus cinco oros en París 1924, ha logrado superar.

Pero Fanny Blankers Koen lo hizo con 30 años y siendo madre de dos niños.

El primer oro llegó el 2 de agosto, en la prueba de 100 metros lisos. Con un tiempo de 11.9, se hace con la victoria aventajando en nada menos que tres décimas a la británica Dorothy Manley.

Dos días más tarde llegará el triunfo en los 80 metros vallas. Sin duda el más ajustado de todos. Muy complicado se lo puso otra británica, Maureen Gardner. A ambas se les oficializa un tiempo de 11 segundos y 2 décimas. De hecho, la holandesa pensó que había terminado segunda, pues nada más cruzar la meta oyó de fondo las notas del God save the Queen. Pero en realidad se debía a que en ese justo momento se producía la entrada en el estadio de la familia real. La foto finish no dejó dudas. La victoria era para Fanny Blankers Koen. Otra más.

El 6 de agosto es el turno de los 200 metros, distancia que por primera vez se disputa en el calendario olímpico femenino. Con más piernas que las rivales, a pesar del cansancio acumulado, tras la curva Blankers Coen se pone en cabeza y ya nadie es capaz de alcanzarla. Victoria con un tiempo de 24 segundos y 4 décimas. La segunda clasificada, Audrey Williamson, entra a 7 décimas. Es la mayor distancia lograda por un vencedor en una final olímpica de 200 metros.

Al día siguiente, 7 de agosto, logrará su cuarta medalla de oro. Lo hará en la prueba del 4x100, en la que formará el equipo de Países Bajos junto con Xenia Stad-De Jong, Gerda van der Kade-Koudijs y Nettie Witziers-Timmer. Fanny, que se encarga de la última posta, recibe el testigo en tercer lugar. Por delante, Australia y Canadá. Pero la madre voladora conseguirá una épica remontada, para otorgar el oro a su país con un tiempo de 47 segundos y 5 décimas.

En total, entre el 31 de julio y el 7 de agosto Fanny Blankers Koen consigue 11 victorias en las 11 pruebas en las que participa. Y cuatro oros. Lo que nunca antes ninguna mujer había conseguido. Lo que hasta la fecha ninguna mujer todavía ha conseguido igualar en la historia del atletismo olímpico.

Y podrían haber sido más, si no fuera porque entonces el reglamento olímpico tan solo permitía a los atletas disputar tres pruebas individuales.

Una motivación para el futuro

Tras aquella brillante e histórica exhibición, Fanny Blankers Koen regresó a casa, a Holanda, como heroína nacional. La locura en el recibimiento, el paseo triunfal por las calles de Amsterdam, la audiencia con la reina Juliana, el reconocimiento como Caballera de la Orden Orange-Nassau…

Pero sobre todo, trascendió la imagen de una mujer madre de familia, que debía ser una ama de casa según la concepción de la época, triunfando individualmente en el mundo del deporte, en la pista de atletismo. No es que lo hiciera bien, es que era la mejor. De aquellos Juegos Olímpicos, y de toda la historia.

Una confirmación, para muchos y muchas. Una revelación, para muchos más y muchas más. No se acababa el mundo por ser madre. No había la obligación de que se terminara el mundo por ser madre. Ella lo había dejado claro. No sólo luchando contra aquel prejuicio, sino demostrando que se podía triunfar en el deporte –y en otras facetas de la vida– después de ser madre.

La vida de Fanny Blankers Koen continuó tranquila desde entonces. Su retirada deportiva se produciría en 1955, con 37 años, después de participar –ya sin medallas de oro- en los Juegos de Helsinki de 1952, y de cosechar, por ejemplo, tres oros más durante los campeonatos europeos de atletismo de 1950. En su última competición se hizo con la victoria en el campeonato nacional de Países Bajos en la disciplina de lanzamiento de peso. Era el título número 59 de su carrera.

Después de ser elegida como la mejor atleta del siglo XX, Fanny Blankers Koen fallecía el 25 de enero de 2004, a la edad de 85 años.

Su legado será para siempre.

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