El primer gran premio de la temporada de Fórmula 1 nos ha dejado mucha información de lo que vamos a poder ver el resto del campeonato. Aunque serán muchos los avances y evoluciones en cada uno de los equipos, sin duda, se ha visto quien necesita más y quien ha acertado desde el inicio.

No nos equivocábamos cuando hace unas semanas, después de los primeros entrenamientos de pretemporada en Barcelona, asegurábamos que el famoso ‘Plan’ se traducía en apostar todo al rojo. Y es que han sido los coches de Ferrari los más consistentes en pista, por velocidad y por ritmo de carrera.

Sin bien es cierto que estos coches, más pesados, son también menos ágiles en los cambios de dirección, en las reacciones, el monoplaza italiano es el que se muestra más equilibrado. Y pese a los problemas de fiabilidad de Red Bull, que ha dejado a los dos monoplazas fuera de carrera, parecen ser los adversarios naturales de la escudería de Maranello. Problemas que han regalado un podio a Mercedes que han tenido una actuación muy discreta para lo que nos tienen acostumbrados. Este año más que salir a cazar victorias, y a la espera de mejoras reales, las flechas plateadas tendrán que esperar en la retaguardia a ver que pescan cuando los de arriba fallen.

Los españoles hemos tenido el corazón partido. Por un lado Carlos Sainz que ha hecho una carrera sólida, constante y muy defensiva, consiguiendo su mejor resultado con Ferrari y firmando junto a Leclerc un doblete que se resistía desde Singapur 2019. La cruz, una vez más aunque me duela, nos la ha dejado Fernando Alonso que se ha colado en los puntos por casualidad, gracias en parte a los abandonos de los dos pilotos de Red Bull.

Es verdad que podría haber sido peor y si no que se lo diga a McLaren. Alpine podría haber caído más en parrilla, pero lo que nos esperábamos es que estuvieran luchando con Mercedes y Red Bull para poder tener alguna opción a luchar por el título.

Lo mejor sería que las evoluciones de cada equipo vayan cambiando las opciones de unos y de otros para volver a disfrutar de un Mundial disputado y sin un color fijo en el podio.