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Si Stroll ha podido con un tetracampeón, qué no hará con Fernando Alonso

Si las cosas no salen bien, ¿quién tendrá que abandonar el barco, el hijo o el invitado del padre?

Si las cosas no salen bien, ¿quién tendrá que abandonar el barco, el hijo o el invitado del padre?
Fernando Alonso ya trabaja con Aston Martin en Abu Dhabi. | Cordon Press

Alpine ya es pasado, un pasado que arrancó con un plan, con una ilusión, la de reeditar el éxito que supuso para Fernando Alonso los títulos mundiales logrados en los años 2005 y 2006. Entonces a su alcance pusieron medios, a través de una gran inversión de la factoría francesa en el nuevo monoplaza, personal de confianza y de arraigado éxito en la F1 como Alain Prost, y un eslogan, El Plan, que nos hizo, un año más, soñar con los pajaritos que esbozaba con sus manos Alonso cada vez que cruzaba primero la línea de meta.

Dos años después, Alonso ha abandonado el barco de Alpine con un equipo que perdió la confianza en su mejor activo y prefirió a un novato sin títulos, pero con mucho ego, Esteban Ocon. Un equipo que se fue deshaciendo de sus ingenieros y jefes de equipo, como un azucarillo en un vaso de agua y se quedó con aquellos que decían lo que mejor sonaba aunque no fuera cierto, o no funcionara. En definitiva, un desastre que demuestra, por mucho que nos pese, que Alonso no tiene buen ojo para elegir a sus equipos.

Antes de que cumpla el contrato con la escudería francesa, que termina a finales de este año, el piloto español ha podido probar el que será su coche el próximo año en Aston Martin. Los test de Pirelli en Abu Dhabi para probar las gomas de la próxima temporada le han permitido testar el monoplaza y poder así preparase para lo que le viene el año que viene. Si bien es cierto que las primeras sensaciones no han ido mal, e incluso se pueden calificar de ilusionantes, pues Fernando Alonso ha conseguido marcar el tercer mejor tiempo de toda la parrilla, la experiencia nos ha enseñado que los entrenamientos no son más que eso y poco o nada se puede deducir de los mismos.

En cualquier caso, mucho ojo porque ni los malos, Ocon y Alpine, son tan malos, ni los buenos, Lance Stroll y Aston Martin, son tan buenos. En un mundo de tiburones, de grandes egos e intereses económicos no habría que fiarse de nadie, ni del hijo del dueño de la escudería ni de las intenciones de propio equipo. Todos quieren ganar y mejorar en la parrilla. Pero si las cosas no salen bien, ¿quién tendrá que abandonar el barco, el hijo o el invitado del padre?

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