Rafa Nadal no es ni mucho menos una persona fría y pese a ser capaz de vivir con tranquilidad dentro del caos y de la tensión que se pueden llegar a sentir dentro de una pista de tenis, si el manacorí no está satisfecho del todo se le nota en la cara y en los gestos. Al revés, igual. Cuando Rafa se siente bien se le nota mucho y cuando acabó su partido ante Stan Wawrinka y atendió a Corretja en la entrevista habitual postpartido, Nadal se mostró aliviado y feliz a rabiar por el nivel exhibido.
Rafa necesitaba un partido como el que jugó ante Wawrinka. Frente a Aliassime y Tiafoe, Nadal, como él mismo reconoció en sala de prensa, ni había jugado bien ni había jugado mal, simplemente había estado correcto y lo más importante, se había llevado la victoria. El problema de esas victorias era que Nadal sentía que aún no había firmado un partido con el que sentirse en plenas condiciones para derrotar a jugadores como Djokovic, Thiem o Tsitsipas, su próximo rival en semis. Rafa ansiaba un choque completo por su parte y frente a Wawrinka lo bordó.
Si en las dos primeras rondas Nadal no había encontrado su verdadero nivel como rey de la tierra batida en la tercera pasó todo lo contrario ya que se sintió invencible en todos sus golpeos preferidos. Su revés cruzado fue un obús, su derecha controló los tiempos y las distancias para mover a Wawrinka a placer y el servicio aunque fue de más a menos no le falló en ningún momento. El primer set apenas tuvo historia con un 6-1 de manual y en el segundo los breaks necesarios llegaron en el quinto y en el séptimo juego para dejar en bandeja del español el triunfo final por 6-1 y 6-2.
En semifinales espera Tsitsipas, que dejó en la cuneta a Alexander Zverev. Nadal, para alcanzar la final ante Djokovic o Thiem, tendrá que mantener las revoluciones, el ritmo y el tenis mostrado ante Wawrinka. Si lo consigue, su confianza y su tenis hablarán por él. Madrid quiere más de Rafa y Nadal quiere más en Madrid.