Cuando todo parecía sentenciado para Grecia, el primer ministro heleno, Giorgios Papandreu ha tirado de su último cartucho: apelar a la autoridad -más simbólica que otra cosa– de José Manuel Durao Barroso para ganar tiempo.
Este miércoles por la tarde los dos líderes mantuvieron una reunión de urgencia en Bruselas para coordinar las medidas a tomar frente a la más que posible expulsión de Grecia de la zona euro. Papandreu necesita ponerse de su lado a la Comisión para desarmar los planes de Alemania que consisten, a grandes rasgos, en dejar caer a los países excesivamente endeudados que no puedan mantenerse por sí solos dentro del euro. Ha calado entre la clase dirigente alemana la idea de que el euro tal y como fue concebido ha fracasado, por lo que se impone una reforma que libere a la divisa única de sus lastres.
Grecia, sin embargo, quiere seguir en el euro ya que si saliese habría de enfrentarse a una crisis económica sin precedentes. Pero el estado de sus cuentas es realmente delicado. Tiene una deuda soberana de más de 300 millones de euros y un déficit público que cuadruplica el establecido en el Pacto de Estabilidad. Papandreu, consciente de lo cuesta arriba que lo tiene su Gobierno, ha anunciado un plan de austeridad pero, al tiempo, emite nuevos bonos públicos que espera colocar en los mercados internacionales.
El estado de Grecia es tal que están pagando lo que deben con nueva deuda, un círculo vicioso muy difícil de romper. Hace ya dos meses solicitó asistencia financiera que se tradujo en una visita a Atenas de expertos del FMI y del BCE. Esta tarde se escribirá el siguiente capítulo. A las 17:00 comienza una reunión de capital importancia para el futuro del euro.