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Credit Default Swaps: ¿causa de la crisis o efecto del sistema monetario?

La crisis financiera cuestiona el actual sistema financiero, la estructura legal que lo regula y los productos que nacen de él, como los complejos instrumentos derivados. En especial, los llamados Credit Default Swaps (CDS), cuya prohibición defiende el inversor George Soros.

La crisis financiera cuestiona el actual sistema financiero, la estructura legal que lo regula y los productos que nacen de él, como los complejos instrumentos derivados. En especial, los llamados Credit Default Swaps (CDS), cuya prohibición defiende el inversor George Soros.

LD (Ángel Martín) Los productos derivados se definen comúnmente como instrumentos financieros cuyo precio depende (deriva) de otro activo, llamado subyacente. Y este subyacente puede tomar muchas formas, desde un producto financiero a cualquier otro elemento imaginable, como acciones bursátiles, divisas, clima, riesgo de crédito, etc. 

Dentro de estos productos, los CDS son los que han jugado un papel más relevante en la presente crisis financiera. Según el Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana, los CDS consisten en un contrato bilateral en el que "el emisor del CDS se compromete a soportar el riesgo de crédito en lugar del adquiriente del CDS. De este modo, los acreedores trasladan el riesgo de crédito a los emisores de los CDS, en su mayoría grandes bancos". Los CDS actúan como un seguro que adquieren los inversores para protegerse del posible impago de todo tipo de deuda, tanto privada (bonos corporativos o emisión de deuda bancaria) como pública (letras del Tesoro).

Este riesgo de crédito lo definen estos analistas como "la posibilidad de que el deudor no atienda el servicio de la deuda y, por tanto, el acreedor no pueda recuperar los fondos que prestó". Fuente de la especulación exacerbada y el apalancamiento cuasi ilimitado para algunos, mientras que para otros representa una innovación financiera positiva, su existencia no suele dejar indiferente a ningún experto. 

Así, Warren Buffett, uno de los inversores más exitosos y el hombre más rico del mundo junto a Bill Gates, afirmó el pasado año que los derivados son como armas de destrucción masiva para el sistema financiero, debido a su extrema complejidad incluso para quienes los manejan. "Tienen el poder de endeudar a todo el sistema financiero en su conjunto y magnificar los efectos de una crisis", dijo en su visita a Madrid en mayo de 2008. 

Otro de los prestigiosos inversores críticos con estos productos es George Soros. En una reciente conferencia en el Institute of International Finance, calificó a los CDS como "instrumentos de destrucción" y defendió su prohibición debido a su perversa naturaleza y sus destructivos efectos, tal y como informa The Business Insider. Entre estos últimos, Soros puso el ejemplo de las quiebras de gigantes instituciones financieras como Bear Stearns o Lehmann Brothers.

Sin embargo, extendió sus dañinas consecuencias a entidades no financieras, poniendo el caso de General Motors. Así, dijo que algunos tenedores de bonos de la compañía poseían CDS, con lo que tenían mayores expectativas de beneficios con la bancarrota de GM que con su reestructuración. En este sentido, comparó los Credit Default Swaps con un seguro de vida sobre la vida de otro teniendo una licencia para matar a esa persona.

"Armas de destrucción masiva"

Además de estos dos gurús, ha habido otras voces que advirtieron de la peligrosidad de los derivados, incluso antes de que aparecieran los primeros destellos de la crisis subprime en agosto de 2007.

Este es el caso de Richard Bookstaber, especialista en temas financieros, testigo de excepción de las últimas crisis financieras y autor del libro publicado en abril de 2007, “A Demon of our Own Design” (Un demonio de nuestro propio diseño). En su libro ataca contra los instrumentos derivados por su extrema complejidad, sosteniendo que ni las propias entidades que los crean son conscientes de sus riesgos. Así, abogaba por una mayor sencillez y prudencia en las estrategias financieras.

Otro caso notable en este sentido es el del experto en temas monetarios, el profesor Antal Fekete. En una conferencia en el Ateneo de Madrid de 1999, Fekete afirmó que "los mercados de derivados están programados para autodestruirse a través de su crecimiento explosivo".

Entonces, dado que parece que estos instrumentos tienen efectos dañinos para el conjunto del sistema financiero a largo plazo, se plantean algunas preguntas: ¿pasaría la solución por incrementar la regulación o incluso, como defiende Soros, prohibir algunos productos? ¿Deberían las autoridades y agencias públicas vigilar estos mercados para favorecer la transparencia? ¿Es la desregulación y el sistema de libre mercado la causa del surgimiento de estos productos destructivos? ¿Es la especulación perjudicial y peligrosa?.

¿Causa o efecto?

Muchos afirmarían sin dudar que sí a todas estas preguntas. Sin embargo, los dos últimos analistas mencionados disienten de esa corriente. Según Bookstaber, la solución a estos problemas no pasa por más regulación, ya que sería un instrumento ineficaz debido a la enorme variedad de estrategias inversoras, y por tanto, la ingente cantidad de información que se debe manejar para que la regulación tenga los efectos buscados.

Asimismo, tampoco piensa que la transparencia sea un objetivo a perseguir por la mayor complejidad e información que ésta implica. Así considera que una mayor transparencia sólo conseguirá alterar los comportamientos naturales de los inversores, lo que podría tener efectos perjudiciales.

Por otro lado, Fekete añade algunos aspectos relevantes a la discusión. Según este teórico, el surgimiento de los instrumentos derivados se debe a un hecho muy poco afortunado: el final de todo vínculo entre el sistema monetario y el oro el 15 de agosto de 1971, con la extinción de Bretton Woods.  

El inicio de un sistema fiduciario, en el que la salud de las monedas pasó a sustentarse sobre cimientos de barro, significó la aparición de nuevos riesgos y elevada volatilidad en los tipos de interés y los tipos de cambio de las divisas. Con el fin de protegerse de estos riesgos surgieron los mercados derivados. "La especulación surgió como una característica permanente de los mercados de bonos y de divisas", sostiene Fekete.  

Así, se preocupa en enfatizar lo artificial de estos riesgos, para distinguir la perversa especulación en derivados de la beneficiosa especulación que tiene lugar en otras áreas, como en los productos agrícolas. Mientras que la segunda tiene efectos estabilizadores en los precios, la segunda es desestabilizadora, ya que los inversores tratan de adelantarse a las actuaciones de los oficiales del Banco Central y el Tesoro de turno.

Además, los riesgos que trata de proteger, no pueden ser absorbidos ni eliminados, sino solamente desplazados a otros agentes en una espiral ad infinitum. De esta manera, existirá el primer derivado que se tratará de cubrir de un determinado riesgo (por ejemplo, sobre la variación en los tipos de interés). Al ser un contrato bilateral, el vendedor de ese derivado tiene un nuevo riesgo, con lo que tratará de cubrirse con un nuevo derivado. Y así sucesivamente. 

De ser acertada la tesis del profesor Fekete, el libre mercado habría sido un mecanismo eficiente para generar lo que la estructura institucional y el régimen monetario vigente exigían. El problema, por tanto, no sería tanto los instrumentos derivados en sí mismos, sino las causas de su aparición: el actual sistema monetario totalmente desvinculado de activos reales que durante siglos sirvieron como dinero (el oro y la plata), y que en última instancia descansa sobre la voluntad de unos pocos políticos y burócratas no elegidos democráticamente.

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