
En los últimos días muchos analistas habían recordado que ese precio supone valorar la totalidad de la empresa en unos 60.000 millones de euros, muy por encima de sus otros grandes competidores europeos (la alemana E.ON tiene una capitalización bursátil de unos 53.000 millones, la italiana Enel 42.000, la británica RWE 31.500 o la francesa Suez 27.200). Una valoración que a juicio de algunos no se justifica para una empresa con un margen operativo que este año será del 13,7 por ciento cuando la media del sector superará ampliamente el 15 por ciento, y que además acumula una deuda de unos 20.000 millones de euros.
Es verdad que con su activo de 58 reactores nucleares que representan un 17 por ciento del parque mundial instalado, cuyos costos no están sometidos a los vaivenes del mercado petrolero, la compañía francesa dispone de una sólida base de ingresos a medio plazo. Pero esas mismas centrales atómicas pesan y pesarán en el futuro sobre las cuentas de la compañía en forma de provisiones por unos gastos de desmantelamiento cuyo monto final es hoy una incógnita y podría aumentar si las exigencias de seguridad son más estrictas.
Las bajas tarifas que aplica por el momento EDF a sus clientes con respecto a sus competidores europeos también parece una ventaja por el margen de subida que permite conforme los actuales contratos vayan expirando, pero el Gobierno francés se ha guardado una cierta discrecionalidad en la fijación de los precios de la electricidad que puede utilizar para mantener la competitividad del país.
