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El responsable de la huelga en Alemania del Este, nuevo presidente del sindicato IG Metall

La dimisión del presidente de IG Metall, Klaus Zwickel, ha abierto un nuevo capítulo en la búsqueda de una salida a la crisis de esa organización, el mayor sindicato industrial del mundo, sacudido por un pulso interno entre tradicionalistas y reformistas y la lucha contra la caída de afiliaciones. Su sucesor, Jürgen Peters, fue el impulsor de la fracasada huelga en Alemania del Este.

L D (EFE) Zwickel, un histórico del movimiento sindical alemán, arrojó la toalla, no sin antes lanzar una lluvia de acusaciones contra su sucesor designado y segundo de a bordo, Jürgen Peters, al que responsabiliza de la crisis de la organización. "Con mi decisión hago constar, explícitamente, que no asumo la responsabilidad de la derrota de la lucha salarial del metal en el este del país", afirmó Zwickel, al anunciar su abandono prematuro, tras diez años de liderazgo de IG Metall.

El presidente saliente del sindicato declaró: "Yo no he provocado este caos, si no aquellos que no son capaces de cargar con las consecuencias de la grave derrota política sufrida por IG Metall", en alusión a la huelga de los metalúrgicos en el este de Alemania, promovida por el tradicionalista Peters, que acabó en sonoro fracaso. Los rumores de abandono se precipitaron la pasada semana, al anunciar IG Metall –y cancelar a última hora– una conferencia de prensa con Zwickel para plantear soluciones a la crisis. Su apuesta por la renovación fue derrotada por Peters, al que la cúpula de IG Metall propondrá como jefe en el próximo congreso de la organización, pese al rechazo de Zwickel.

Los argumentos del jefe del sindicato parecieron reforzados con la aplastante derrota de la campaña de movilizaciones impulsada por Peters en el este del país. A principios de junio, Peters lanzó a los metalúrgicos de la maltrecha mitad este del país a la huelga para reivindicar la equiparación de su semana laboral con la de sus compañeros del resto del país. La campaña fue tachada de inoportuna y topó con críticas generalizadas, puesto que ponía en jaque las inversiones realizadas por la gran industria automovilística, tras la reunificación, en el antiguo territorio germano-oriental. Tras cuatro semanas de paros, que paralizaron la producción de las plantas en el oeste de los grandes consorcios como Volkswagen y BMW, IG Metall dio por fracasada su campaña, sin conseguir sus objetivos.

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