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La globalización despierta a los leones económicos de África

Todo el mundo tiene los ojos puestos en África por el Mundial de fútbol. Sigue siendo el continente más pobre del mundo, pero hoy es un lugar mejor que hace diez años gracias a la globalización, la apertura de mercados y la estabilidad política.

Más allá de las dolientes imágenes de niños famélicos que ofrecen continuamente los telediarios, África es un continente cuya economía se encuentra en plena y sostenida expansión. Sigue siendo el hermano pobre del mundo, pero la globalización está obrando milagros en el continente negro. Los hechos son contundentes. El 20% de las tierras emergidas son africanas, sustentan al 15% de la población mundial, unos mil millones de personas, que producen sólo el 4% del PIB del planeta.

Una aportación mínima, pero que crece cada año. En la última década el PIB africano ha crecido a una tasa media del 5,3% anual, casi un punto y medio por encima del PIB mundial, que lo ha hecho al 4%. El año pasado, en plena recesión económica, con los Estados Unidos decreciendo un 4% y la Unión Europea un 2,8%, África se permitió el lujo de incrementar su PIB un 2%. Son datos para el optimismo, porque el crecimiento económico siempre e inevitablemente se traduce en mejoras de las condiciones de vida para los seres humanos, muy castigados en África por las hambrunas, las guerras civiles y el socialismo en todos sus colores y sabores.

Cuesta creer que una modesta wirtschaftswunder se esté produciendo en África cuando vemos en la televisión las noticias de los piratas somalíes o de las milicias islámicas de Sudán masacrando civiles en Darfur, pero es así. Una serie de países –tanto al norte como al sur del Sáhara– están saliendo paulatinamente del agujero en el que les metió una descolonización apresurada y, especialmente, unos “padres de la independencia” que sumieron a sus naciones en el caos, el hambre y la guerra.

Los leones africanos

Después de cuatro décadas dando tumbos, muchas economías africanas por fin han encontrado el rumbo a seguir. Los “afroemergentes” han sido bautizados ya como “leones africanos” en honor al rey de la selva que es también símbolo y orgullo de los países subsaharianos. Estos leones son, según los expertos, Botswana, Sudáfrica y Mauricio en el África negra y Egipto, Argelia, Marruecos, Libia y Túnez en el África sahariana.

Agarrándonos de nuevo a la estadística nos encontramos con una inesperada sorpresa. El PIB per cápita de los leones es mayor que el combinado Brasil-Rusia-India-China, el conocido por los economistas como BRIC. Con datos de 2009 los primeros tienen un PIB per cápita agregado de 10.000 dólares mientras que los segundos de 8.000.

La diferencia entre ambos radica, obviamente, en la población. Cuatro de cada diez habitantes del planeta viven en uno de los países BRIC, que juntos tienen más de 2.800 millones de habitantes. Los leones africanos superan con dificultades los 200 millones de habitantes aunque, eso sí, con altas tasas de natalidad de las que ni Rusia ni China pueden presumir. Si la historia es, como dicen algunos historiadores, una combinación de tiempo, demografía y recursos, este siglo pertenece a lo que hoy conocemos como Tercer Mundo. África es el segundo continente más poblado y tiene recursos naturales a raudales.

Las claves de la riqueza

El crecimiento económico, sin embargo, no es equivalente a una demografía potente ni a disponer de cuantiosos recursos
. Para que un país se enriquezca necesita establecerse firmemente sobre cinco pilares fundamentales: estabilidad política, imperio de la Ley, derechos de propiedad, acceso a los mercados (de bienes y de capital) y seguridad en los contratos. Una vez levantados estos pilares la prosperidad llega sola, tal y como demostraron los tigres asiáticos en su momento.

Ningún país de África cumple esos cinco presupuestos, aunque los leones se acercan; unos más, como Botswana, y otros menos, como los países del Magreb. La tendencia es positiva en todos los casos. Desde 1998, las 500 principales empresas africanas han crecido a un ritmo del 8,3% anual, espoleadas por la furia exportadora de la pasada década.

Podría pensarse que el crecimiento africano ha tenido que ver sólo con el alza de las materias primas, lo que casaría a la perfección con las teorías de la dependencia que tanto predicamento tuvieron –y tanto daño hicieron– en el pasado a los países del Tercer Mundo. Pero no, de las 100 principales compañías africanas, sólo 20 se dedican a la minería y la explotación de recursos naturales. El resto cubren sectores diversos como los servicios financieros y la banca (25), la tecnología y las comunicaciones (15), la logística (13) o los bienes manufacturados (13).

Si incluimos dentro de los leones africanos a Nigeria, la nación más poblada del continente y gran exportadora de petróleo, no cambiaría sustancialmente el equilibrio por sectores. Las exportaciones de petróleo y otros recursos naturales sólo han supuesto un tercio del crecimiento de la economía nigeriana en la última década. Esto significa que los otros dos tercios están compuestos por otro tipo de negocios más propios del mundo desarrollado, como la industria.

Uno de los problemas tradicionales de África era la baja cualificación y poca fiabilidad del factor trabajo. Eso también está cambiando. Desde mediados de los años 90 la productividad del trabajo ha crecido sustancialmente en el continente negro, tal y como se ve en la siguiente gráfica:

La productividad crece más que en Europa o Estados Unidos, aunque está todavía lejos de Brasil, China o India. Uno de los desafíos de África en los próximos años es proveer a sus habitantes de servicios educativos, una de las bases más importantes de la prosperidad futura. Esta educación no tiene necesariamente que venir del Estado.

Los Estados africanos, de hecho, han sido totalmente incapaces de establecer sistemas educativos durante el último medio siglo. En Sudáfrica, por ejemplo, el porcentaje de jóvenes que cursan educación secundaria es de sólo el 15%, y es un caso privilegiado, lo normal es que en el África negra no llegue al 5%. Un impedimento serio para el establecimiento de empresas, pero no para el surgimiento de la creatividad empresarial, facultad innata en los seres humanos.

El nigeriano Grupo Dangote empezó de la nada y hoy es un gigante del procesado de alimentos que opera en nueve países y factura 2.000 millones de dólares al año. Los empleados de Miller en Uganda crearon una nueva variedad de cerveza ingeniándose un procedimiento para utilizar sorgo en lugar de malta. El producto final, llamado Eagle Lager, se exporta ahora a varios países. Miller, por su parte, tiene ya al 31% de su plantilla en países africanos. La empresa sudafricana MTN ha conseguido llevar el teléfono hasta el lago Victoria mediante una sorprendente iniciativa, el “Payphone Project”, consistente en cabinas telefónicas GSM alimentadas con energía solar. Un invento que ha revolucionado a las comunidades ribereñas y les ha puesto de golpe en el siglo XXI. 

En definitiva, los africanos siguen siendo, de promedio, los más pobres del mundo, pero es innegable que, al menos en los últimos quince años, en las áreas donde no ha estallado una guerra, han mejorado sustancialmente su modo de vida, y eso es una buena noticia para toda la humanidad. El poder de compra del continente está creciendo y se ha roto, por fin, el maleficio de África, condenada hasta hace bien poco a la pobreza eterna. 

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