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The Economist alerta sobre la expansión del gobierno y el "capitalismo de Estado"

En un editorial titulado Leviathan stirs again (El Leviatán agita de nuevo), el semanario británico The Economist alerta sobre el creciente peso del Estado en las economías occidentales. El gasto público del Reino Unido rebasará el 50% del Producto Interior Bruto en los años venideros.

La capital financiera del mundo ya no es Nueva York sino Washington DC, y el Gobierno norteamericano está intentando extender su control sobre el sector sanitario. Gigantescas empresas estatales como Gazprom y PetroChina están en ascenso. Nicolas Sarkozy, a quien se le comparaba con Margaret Thatcher cuando ganó las elecciones francesas, ha dicho que el principal resultado de la crisis ha sido el “regreso del Estado, el fin de la ideología de la debilidad de lo público”.

Intervencionismo como respuesta a la crisis

La crisis, señala The Economist, ha sacudido las convenciones sobre los méritos relativos del gobierno y el mercado. Conforme se desplomaban los mercados, los Estados intervinieron a una escala sin precedentes para inyectar liquidez, nacionalizar o rescatar bancos y compañías consideradas “demasiado grandes para caer”.

Pocos meses después del colapso de Lehman Brothers, el Gobierno norteamericano estaba a cargo de General Motors y Chrysler, el Gobierno británico gestionaba bancos y, entre los países de la OCDE, muchos gobiernos se comprometieron a invertir un 2,5% del PIB en estímulos. De este modo, el sector público es el gran beneficiado por la crisis económica.

No obstante, continúa The Economist, la pujanza del Estado grande ya se estaba dando antes de que estallara la crisis. Los laboristas británicos habían aumentado el gasto público en el National Health Service (sistema público de salud) en un 6% anual, así como el gasto en educación, con el beneplácito de los conservadores. Durante los 13 años de gobierno laborista dos tercios de los nuevos trabajos han sido creados por el sector público, donde los salarios también han crecido más que en el privado. En Estados Unidos, George Bush presidió la mayor expansión del Gobierno federal desde Lyndon Johnson en los 60.

Aumentó el gasto en Medicare (programa público de salud), extendió el control del Estado sobre la educación y los estados y creó el mayor organismo burocrático desde la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Seguridad Nacional. El número de páginas de las regulaciones federales ha aumentado en 7.000. La distancia de 15 puntos porcentuales que en 1992 separaba el gasto público americano del canadiense se ha reducido a dos en la actualidad.

La preocupación por el cambio climático ha llevado a la introducción de nuevas regulaciones. Por ejemplo, sobre las emisiones de carbono en fábricas y centrales de energía, o sobre la eficiencia energética de los coches o las bombillas. La amenaza terrorista y el aumento del crimen también han contribuido al crecimiento del Estado, en forma de más control policial sobre la población.

En el Reino Unido hay más de cuatro millones de cámaras, y en Liverpool la policía utiliza vehículos aéreos no tripulados (como los empleados en Afganistán) para vigilar a la población. La Administración Bush aplicó un programa de escuchas telefónicas masivo hasta que el Tribunal Supremo lo declaró inconstitucional.

Capitalismo de Estado

Uno de los rasgos distintivos del nuevo estatismo, destaca el semanario económico inglés, es la emergencia de una nueva entidad corporativa pública o semipública. Cuatro compañías controladas por el Estado han entrado en el Top 25 de la lista de Forbes de 2009.

Empresas estatales chinas han comprado empresas privadas durante la crisis financiera. Las compañías estatales rusas también tienen un largo historial de compra de empresas privadas a precios bajos. Los fondos soberanos tienen un protagonismo creciente en los mercados mundiales.

Este fenómeno es, en parte, resultado del boom del petróleo. Tres cuartas partes de las reservas mundiales de crudo pertenecen a compañías nacionales (en contraste, las multinacionales convencionales controlan sólo el 3% de las reservas del mundo). Pero también es producto de un cambio de visión respecto al popularizado consenso de Washington.

The Economist
apunta al surgimiento de un nuevo híbrido económico que denomina “capitalismo de Estado”, con empresas como Petronas de Malasia o Corporación Nacional de Petróleo en China. Compañías de este tipo son a menudo utilizadas para dirigir recursos a industrias favorecidas o premiar a clientes políticos.

El exceso a corto plazo puede llevar a reformas a medio plazo

La demanda de servicios públicos aumentará en las próximas décadas debido al envejecimiento de la población. Naciones Unidas estima que la población mundial por encima de los 60 años pasará del 11% actual al 22% en 2050. En los países ricos una de cada tres personas será pensionista, y uno de cada diez tendrá más de 80 años.

El Congressional Budget Office de EEUU ha calculado que las obligaciones del Estado pasarán del 9% del PIB al 20% en 2050. Según The Economist, la presión del envejecimiento de la población puede hacer que los gobiernos se planteen preguntas fundamentales, como si tiene sentido permitir que la gente se retire a los 65 cuando es probable que viva otros 20 años.

La crisis a veces motiva cambios. La estanflación (recesión e inflación) de los 70 pavimentó el camino de Reagan y Thatcher. Varios países, más recientemente, aplacaron un gasto público descontrolado con dramáticos recortes: Nueva Zelanda, Canadá y Holanda redujeron su gasto público hasta un 10% desde 1992.

En Reino Unido los conservadores, más propensos a recortar el gasto público, son los favoritos de las próximas elecciones. En Estados Unidos los republicanos están ganando fuerza tras su victoria en Massachusetts. Obama, dice The Economist, puede verse empujado hacia el centro.

Fallos del Estado

The Economist resalta el afán de la profesión económica por estudiar los fallos del mercado. Pero el Estado, advierte, también está sujeto a toda clase de incentivos perversos. Los políticos utilizan el dinero público para “comprar” votos. Estados Unidos está repleto de proyectos mascota para contentar a grupos de interés y votantes. Hay 1.800 lobbistas registrados en la Unión Europea y 15.000 en EEUU.

La ley de energía de Bush estuvo tan influida por los lobbistas que McCain la subtituló la ley “Ningún Lobbista Queda Atrás” (“No Lobbyist Left Behind”). Con frecuencia el Estado gasta más sin producir mejores resultados en los servicios públicos. El Reino Unido dobló el gasto en educación entre 1999 y 2007, lo que coincidió con un extraordinario descenso en el ranking de la OCDE de rendimiento educativo.

The Economist recuerda las palabras de Barack Obama en su discurso inaugural: “La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona”. El semanario británico tacha este comentario de ingenuo, replicando que nadie puede permitirse ignorar el tamaño del Estado en el actual contexto de déficits públicos en aumento.

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