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Zapatero se juega su última carta sin reconocer ni un solo error

"Hay un guión para volver a crecer. Haremos esfuerzos adicionales". Son palabras de este martes, pero suenan a muchas otras de los últimos 4 años.

José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho de la publicación del Informe Económico de la Presidencia del Gobierno una tradición de las primeras semanas del año. Este martes, ha sido el turno del documento referido a 2010, que se presentó ante empresarios, miembros del Gobierno, periodistas y economistas. De nuevo, como en los tres años anteriores, el presidente ha sido optimista y ha asegurado que confía en que España comenzará pronto a crecer (ha dado una cifra para los próximos cuatro años del 2,5%). A pesar de algunas de sus afirmaciones -"peor que la ausencia de consensos es la falta de reformas"-, su discurso ha sonado muy parecido al de ejercicios anteriores. El problema es que el tiempo se acaba, pero ¿tiene margen la economía española para una nueva crisis de confianza?

Parece que no demasiado, a tenor de las noticias que se conocían también este martes y que hablan de que José Manuel Campa, secretario de Estado de Economía (el número 2 de Salgado), iniciará una gira mundial el próximo mes de febrero, para ganarse la confianza de los mercados y despejar las dudas sobre la solvencia de la deuda española. En este periplo, Campa visitará las principales capitales europeas, asiáticas y americanas.

Para aumentar aún más esta incertidumbre, en esta misma jornada, el Financial Times aconsejaba a España que pidiese un préstamo al FMI para protegerse de un ataque contra su deuda antes de que ocurra. El diario económico daba por supuesto que las finanzas públicas no podrán mantenerse sin recurrir a un rescate. En una situación así, con Portugal prácticamente caído, todas las miradas se dirigen a España, que no tiene margen de error: Zapatero se juega en los próximos meses su última carta.

Cualquier paso en falso por parte del Gobierno podría generar una espiral negativa sobre la deuda que haga inevitable el rescate. En esta situación, los inversores analizan cada anuncio del Ejecutivo y su credibilidad es fundamental. Este año, las emisiones netas de deuda alcanzarán los 47.000 millones. En mayo, agosto y octubre, hay vencimientos por un valor superior a los 20.000 millones de euros. De la capacidad del Gobierno para captar capital nuevo y hacer frente a sus obligaciones dependerá que España necesite o no la intervención internacional. Y no parece que la presentación de este martes vaya a ayudar demasiado en este sentido.

Palabras, palabras, palabras

Así, como puede verse en el vídeo que acompaña esta noticia, las palabras sobre el futuro de José Luis Rodríguez Zapatero suenan muy parecidas a las de años anteriores. De esta manera, en 2008, aseguró que "el escenario macroeconómico para los próximos dos años es positivo y nos permitirá crear empleo". Un año después, afirmaba: "Atravesamos un período de dificultades económicas, el Gobierno es consciente de que muchos ciudadanos la sufren. Mi pronóstico, la economía española superará estas dificultades". El año pasado, a pesar de llevar más de dos años de crisis, defendía: "Vamos a volver a crecer con carácter inminente, el objetivo es que cuanto antes pueda generar creación de empleo. Lo vamos a hacer de otro modo, con las reformas precisas, éste es el camino de la economía española. El año que viene tendremos ocasión de evaluar cómo hemos empezado a recorrerlo de nuevo".

Pues bien, en este año, no ha habido demasiada evaluación sobre qué es lo que ha ocurrido y sí nuevas promesas de que esto cambiará en los próximos meses. No se admiten errores, aunque se anticipan nuevas reformas que hasta hace poco se consideraban innecesarias.

Las ¿reformas?

Sin embargo, este 2010 sí que ha visto un importante cambio de actitud en el Gobierno. Desde que en mayo, en Bruselas, el resto de los países de la Eurozona instauró el Fondo de Rescate para los países en dificultades, José Luis Rodríguez Zapatero se ha lanzado a anunciar sucesivas reformas para cumplir con los compromisos hechos a sus socios.

En el proceso, el socialista no ha admitido errores pasados e incluso niega que las reformas hayan llegado como consecuencia de la presión de los demás gobernantes o de los mercados, que ha llevado la deuda española a niveles récord.

El problema es que, además, estas reformas no han llegado, ni mucho menos a lo que se prometía. Tanto en el tema del mercado laboral, como en la reducción del gasto público, lo aprobado finalmente por el Gobierno es mucho menos ambicioso de lo anunciado en un inicio. Ahora, con la reforma de las pensiones en el horizonte y la negociación con los sindicatos acerca de la negociación colectiva, sería mucho más peligroso que volviera a ocurrir lo mismo.

La soga al cuello

El lenguaje del Gobierno ha cambiado algo en los últimos meses. La escalada en el precio de la deuda pública española ha puesto una soga al cuello de las finanzas públicas y Rodríguez Zapatero sabe que o consigue una reducción del déficit radical de forma muy rápida o nadie estará dispuesto a prestarle al Tesoro español ni un euro. Por eso, el presidente aseguraba este martes que "es imprescindible hacer esfuerzos adicionales y los haremos". En este sentido, se enmarca su frase de que aunque es importante un acuerdo con los agentes sociales, "peor que la ausencia de consensos es la falta de reformas", en lo que parece un mensaje directo a los sindicatos.

El futuro de su relación con las centrales (UGT y CCOO), que tanto le han apoyado desde que llegó al poder, estará marcado por lo que ocurra con la nueva legislación sobre la negociación colectiva. Como explica Ketty Garat, es el punto en el que los sindicatos no están dispuestos a transigir, entre otras cosas porque es la clave de su poder social.

El problema es que también es el elemento que más rigidez y costes aporta al mercado laboral. Las palabras del presidente parecen anticipar que habrá reforma, incluso al precio de la paz social. Sin embargo, la actitud de los sindicatos apunta más bien a que la reforma final no será demasiado importante, al igual que ocurrió con la reforma laboral, que no atacaba de foma decidida las causas de despido objetivo o de la negociación colectiva.

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