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Abuelas rusas y pachanga nórdica marginan la mejor actuación de España en años

Pastora Soler quedó en décimo puesto en el festival celebrado en Azerbaián, el mejor resultado para España en ocho años.

El eslogan de Eurovision 2012 prometía prender nuestro fuego. No obstante, la gala número 56 celebrada en la capital de Azerbaian, Bakú, transcurrió tan sobre raíles que las llamas no asomaron por ninguna parte. La competición internacional más costosa, criticada y -a pesar de todo- vista en su área, se limitó a cumplir con el expediente, con puntuales concesiones a la originalidad y muchas más al hortereo.... Y es que no hubo nada fuera de lo esperado, pese al cardado de Rosa López en los prolegómenos del concurso, sin duda destinado a dar munición a todos aquellos que esperaban con los cuchillos afilados.

En las votaciones primó, como era de esperar, la geopolítica y el compadreo entre países. Relegada a un puesto medio alto de la tabla, la actuación de la sevillana Pastora Soler estuvo desde el principio entre los diez primeras, pero el pulso por la victoria se mantuvo entre Suecia, Rusia y Serbia. La joven Loreen, las famosas abuelas y el acartonado de Zeljko Joksimovic estuvieron en cabeza durante toda la votación.

La candidata nórdica obtuvo con Euphoria un incontestable triunfo gracias a sus 372 puntos, más de un centenar de diferencia respecto al segundo puesto ruso. Los votantes de los distintos países se dejaron llevar por la llamativa escenografía y los ritmos discotequeros de la joven sueca.

Pastora Soler fue la décimo novena en salir a escena. Enfundada en un elegante vestido blanco, Soler entonó con seguridad la balada Quédate conmigo, probablemente la mejor canción llevada por España a Eurovision en los últimos años, signifique esto lo que signifique. La sevillana cantó sola y sin ningún tipo de escenografía que distrajese al público... hasta un estupendo golpe de efecto final, una argucia escenográfica que Soler realzó con un chorro de voz e intensidad que proporcionó uno de los escasos momentos emocionantes de la gala.

Mientras gran parte de sus rivales optaron por resaltar el atrevimiento de las coreografías y letras, Soler aportó otro tipo de presencia femenina, más sobria pero nunca aburrida, sin que nada distrajese de su actuación. El resultado final fue el mejor de España en los últimos años, y pese a lo discreto de los resultados, muy superior al puesto número 23 obtenido hace un año por Lucía Pérez.

Así fue la gala

Todo comenzó, sin embargo, con el el veterano Engelbert Humperdinck, de Reino Unido. Albania siguió con una afectada balada y una cantante enfundada en un desafortunado traje, seguidos por Lituania. Actuaciones sin especial brillo o color, por mucho que al último de ellos, Donny Montell, le diese por comenzar su número con los ojos vendados (¿el amor es ciego?) antes de hacer acrobacias.

Después llegaron las abuelas rusas de Buranovskiye Babushki, sin duda uno de los momentos más esperados de una competición. Party for everybody, que así se llamó la canción, era tan horrible como cabía esperar, pero al menos rebajó la intensidad del acartonado festival. Las ancianas presentaron su bollo recién horneado a modo de culminación y se ganaron la que fue la primera gran ovación de la noche. Sin duda, uno de los momentos representativos de la edición.

La que sí subió la temperatura fue la chipriota Ivi Adamou, en octavo lugar. El escenario se convirtió en una discoteca con una coreografía tan corta como las minifaldas de las bailarinas. ¿La canción? con tantas luces se les olvidó llevarla. Tampoco se lució demasiado el letrista de la sensual hindú Anggun, que optaba por Francia. Musculados bailarines acróbatas, con poca ropa y mucha purpurina, le añadieron intensidad a la actuación, adornada con unos velos al aire que trataban de ponerle algo más de épica. El resultado subió el nivel en lo puramente visual.

La donna Nina Zilli, por Italia, no solo no cantó en su idioma, tan musical o más que el inglés, sino que también intentaba parecerse a Amy Winehouse. Era una de las favoritas. Uno de los momentos más esperados por el público femenino era el del anabolizado noruego Tooji, que para variar también quiso aportar ritmos orientales a su discotequera Stay. Pero antes el estonio Ott Lepland durmió a todos los presentes hundido detrás de su piano.

La bella Sabina Babayeva, anfitriona de la edición, cantó por Azerbaián ataviada de un vestido llameante que producía efectos ópticos. La canción trataba de repetir la fórmula ganadora de la pasada edición pero sin dúo, y resultó más pegadiza de lo esperado. Es el mismo caso de la danesa Soluna, con un tema pop quizá mediocre, pero bastante digno para una diva juvenil. El Crystal Hall se volcó sobre ambas.

Los rumanos, por su parte, optaron por copiar salvajemente el Ai se eu te pego de Michel Teló con un popurrí de idiomas y colorete. Mandinga, que así se llama el grupo, aspiraba a robar los puntos destinados a España con una canción cantada en parte en nuestro idioma. Grecia prefirió el erotismo, el de su cantante de 23 años procedente de un concurso televisivo, y el de su canción, titulada sutilmente Afrodisiaco.

...y llegó el turno de la eterna favorita, la sueca Loreen, que cantó uno de los temas más logrados y mejor coreografiados del concurso, Euphoria. Ya en los ensayos, la joven se perfilaba como la gran contendiente de la española, sin que apenas nadie rayase el nivel visual o sonoro de su actuación. Loreen fue la gran favorita desde el principio.

Alemania y Malta -con Kurt Calleja- optaron por presencias masculinas para compensar la opción española. No eran éstos rivales para los favoritos, como tampoco lo era Kaliopi, de Macedonia, con una afectada e incomprensible canción en la que me pareció oír un relincho de caballo -por favor, prohiban allí los violines-. Después llegó Irlanda con los gemelos rubios Jedland, que al menos proporcionaron otro par de instantes abiertamente ridículos con unos trajes futuristas a lo principito de Beckelaer. Al parecer, no es la primera vez que concursan en Eurovision.

La recta final la inició Serbia, una de las rivales más fuertes gracias a Zeljko Joksimovic, otro habitual de Eurovision. Ucrania sacó un extraordinario partido de la pantalla trasera, y Moldavia, con una coreografía de muñecas mecánicas, dieron por finalizadas las actuaciones con más pachanga nórdica. Como se supo después, ninguno de ellos tenía nada que hacer contra Loreen.

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