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ESTRENO: 10 DE JULIO

Brüno: Gay austriaco de 19 años busca el sueño americano

Burlarse de las conductas cliché de homosexuales es sólo el comienzo para Sacha Baron Cohen, pues a continuación procede a hacer lo mismo con las heterosexuales, así como con las religiones, o el conflicto de Oriente Medio. La fórmula de Borat acusa, no obstante, cierto desgaste.

Burlarse de las conductas cliché de homosexuales es sólo el comienzo para Sacha Baron Cohen, pues a continuación procede a hacer lo mismo con las heterosexuales, así como con las religiones, o el conflicto de Oriente Medio. La fórmula de Borat acusa, no obstante, cierto desgaste.

Porque muy pocos se libran de las bromas del comediante británico, creador de personajes como Ali G y Borat, y cultivador de un humor que de tan vitriólico y excesivo apela sin más al rechazo o al amor del receptor.

El transgresor y puñetero Cohen aporta, sin embargo, matices a la propuesta. Brüno quiere descomponer y poner en evidencia los valores educacionales y clichés morales de la sociedad moderna, actitud que puede ser saludable si uno tiene algo que ofrecer a cambio. Brüno es un involuntario francotirador contra cualquier postura, presupuesto o moral vigente, pero a la vez evidencia el vacío y la nada que nos esperan sin ellos. El film se burla de la frivolidad del american way, pero también de otros graves acontecimientos, al tiempo critica con saña todo asomo de extremismo.

Todo ello para ilustrar la descarada búsqueda de fama de un gay austríaco en América. En realidad, lo que parece recorrer tanto Borat como Brüno es la necesidad de Cohen de parodiar, aquí sí abiertamente, los valores estadounidenses de fama y dinero a cualquier precio y por encima de cualquier cualidad del individuo, utilizando la estética frívola y hortera sólo como medio y no como fin.

Cohen dinamita de forma manipuladora los cimientos culturales y se congratula paseándose por las ruinas para ver qué queda en pie, sabedor de que su atentado evidencia los necios excesos de todas las partes, incluída la suya. Con un hábil uso de la cámara oculta, dibuja un terrible teatro del mundo que deja un panorama un tanto desolador y amargo. Ahí está la pasmosa escena en la que el protagonista observa, junto a una asesora estética, la ecografía de la hermana de Britney Spears, para a continuación recomendarla "un aborto". Entre otras mil.

Pese a la crudeza sexual y moral que recorre el film, como pieza de pura comedia es pasmosamente divertida, y esto se lo debemos al desopilante talento de Cohen, brillante actor donde los haya. Pero cabe también mencionar que la fórmula ha perdido frescura desde Borat, facturada hace pocos años. El mockumentary o falso documental, utilizado como fórmula para presentar las aventuras de Brüno, no es ya ni tan novedoso ni tan sorprendente como entonces. Sólo cambia el personaje y su condición gay, pero Cohen no ha aportado aquí novedades de fondo para vehicular su ácido humor. Brüno y Borat parecen ser la misma película, sólo que peor ajustada en el caso del rubio oxigenado que ahora nos presenta.

Porque Brüno parece afectada, a diferencia de la anterior –nacida en un contexto muy propicio a una saludable duda-, de cierta carencia de perspectiva que, unida a la brevedad del producto, hace que nos preguntemos qué inspira realmente a Baron Cohen, si el provocar por provocar, o decir algo por el camino. Pese a que la experiencia es tan zafia como verdaderamente divertida, esta vez, y a diferencia de Borat, me inclino más por lo primero.

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