Sorprende que un sector como el del arte contemporáneo, que tantos recursos públicos consume en forma de subvenciones, organización de exposiciones por parte de las distintas administraciones y construcción y reforma de espacios adecuados para mostrar al mundo la producción artística de esta elite de genios vanguardistas, proteste porque una nación como Sudáfrica se convierta en la referencia mundial del deporte durante la celebración de la fase final del Campeonato Mundial de Fútbol este próximo mes de junio.
Las inversiones que el gobierno sudafricano está realizando en el país, de las que se beneficiarán sus habitantes una vez finalizados los fastos futbolísticos, estarán en torno a los 6.000 millones de euros, pero el retorno en forma de ingresos publicitarios y turismo se cifra en más del doble. Un negocio redondo que, además, permitirá que los habitantes de las zonas más deprimidas de las grandes ciudades se beneficien de nuevos y más modernos medios de transporte, instalaciones de todo tipo y adecuación de los barrios más depauperados en los que se están realizando numerosas reformas para disfrute de los surafricanos.
El “balón-protesta” creado por Hazoumé, de más de dos metros de diámetro, está fabricado con trozos de botellas utilizadas por los traficantes ilegales de petróleo en las fronteras de Nigeria y Benin. El concienciado artista no ha aclarado si el dineral que se recaude por su última aportación al arte occidental va a ir destinado a luchar contra la pobreza en Africa, paliando así en parte el despropósito que, a su juicio, están perpetrando las autoridades sudafricanas. La obra se puede contemplar, y eventualmente comprar, en la edición de este año de la Feria Arco.