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Enemigos públicos. Macho-movie de autor

Michael Mann, creador de Corrupción en Miami, se ha convertido en uno de esos creadores al estilo de Fincher o Spielberg, que navegando en aguas comerciales hacen las cosas con un estilo propio. Enemigos públicos cuenta la caza y captura de John Dillinger, con Johnny Depp y Christian Bale.

Michael Mann, creador de Corrupción en Miami, se ha convertido en uno de esos creadores al estilo de Fincher o Spielberg, que navegando en aguas comerciales hacen las cosas con un estilo propio. Enemigos públicos cuenta la caza y captura de John Dillinger, con Johnny Depp y Christian Bale.

Michael Mann ya se reveló en plenos ochenta como un creador de una épica inusitadamente poco complaciente dentro de los parámetros del thriller. En la serie televisiva Corrupción en Miami se presentó como un autor con recursos propios. Sus personajes campaban por los tópicos del género dos pasos o tres por delante de productos coetáneos, y en sus films en pantalla grande el cuidado de la estética y la música dejaba en volandas a muchos auteurs autoaupados como tales.

En Enemigos Públicos Mann repite la misma estética, ideas, tono, y probablemente hasta estructura que en Heat y Corrupción en Miami, por no hablar de El dilema e incluso Ali. Aportando ese tono aparentemente distante y falto de garra al principio, el dramatismo de la historia, sin embargo, resulta absorbente y meticuloso en la descripción de emociones trascendentales a través de la pura imagen y el sonido, de forma puramente cinematográfica.

El film cuenta la caza y captura de John Dillinger, una de las personalidades que definieron a la perfección el estado de ánimo y la identidad americana de su época… y que resultó que fue un criminal. La persecución resultante supuso el definitivo refuerzo de las instituciones de la ley norteamericanas, y el fin de toda una época.

Y para contarlo Mann utiliza el espléndido diseño de producción y los paralelismos de la trama con una época de crisis como la actual –Dillinger se convirtió en ídolo de la población al representar un ataque a las instituciones que no lograban defenderlos-, pero como algo meramente utilitario. Porque lo que a él le interesa realmente es el retrato de un criminal a la antigua usanza y con fecha de caducidad escrita en la frente, y más aún, la búsqueda de la dignidad humana a través del puro y duro sentido del deber. El desempeño de un oficio, por mucho que éste sea el de criminal y canalla, el individualismo y la apología de la testosterona, se imponen en su cine incluso a una serie de escenas de acción filmadas y montadas con una contundencia y arte que ya son historia.

Si les suena a Heat, no serán los únicos. Porque Enemigos públicos repite también cara a cara masculino como elemento vertebrador de la historia, al igual que en la inconmensurable obra protagonizada por De Niro y Pacino. En este punto el film parece quedarse algo más cojo que en anteriores ocasiones, pues el personaje encarnado por Christian Bale empieza bien –esa espléndida escena en la que caza a Baby Boy George-, pero parece ir diluyéndose a favor de Depp y perdiendo fuelle a medida que el metraje avanza. No lo hace, inesperadamente, el de una Marion Cotillard que se descubre como fundamental para completar el círculo y su estallido final.

Su cara a cara en el epílogo de la cinta con el agente interpretado por Stephen Lang, y la escena previa del interrogatorio –que concluye con un bellísimo plano en el que el director ventila de un plumazo toda posible acusación de apologeta del machismo- son de lo mejor visto este año en una sala de cine. En definitiva, su director repite su poética habitual y esa concepción de la macho-movie trascendente, de cine de acción de autor,capaz de explotar con estilo los recursos del género. Pese a que el resultado ya no sorprende, sí que convence.

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