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ESTRENO: 23 DE DICIEMBRE

Fama (2009): Necio musical con más pena que... fama

Fama se une a la extensa gama de remakes que Hollywood ha ido presentando a lo largo de los últimos años. Pero si el film de Alan Parker retrató la juventud de los primeros ochenta con acierto o, al menos, cierto estilo, el de 2009 parece más un capítulo piloto o el anuncio de un reality show.

Fama se une a la extensa gama de remakes que Hollywood ha ido presentando a lo largo de los últimos años. Pero si el film de Alan Parker retrató la juventud de los primeros ochenta con acierto o, al menos, cierto estilo, el de 2009 parece más un capítulo piloto o el anuncio de un reality show.

Porque no hay retrato de juventud alguna, ni siquiera música, en Fama (2009). Absolutamente nulo como musical, inoperante como drama y sin brillo como comedia, el film de Kevin Tancharoen podría haberse quedado en brillante videoclip, en un memorable anuncio de refresco. Pero como película es de una ineptitud aplastante, de una corrección política desabrida e insultante.

Con una narración impersonal y telegráfica, y la ya cansina cámara en mano para, ya saben, subrayar la presunta autentícidad, el film sigue los pasos de un puñado de alumnos en su paso por la escuela de arte dramático sin que el personal pueda identificarse con ninguno de ellos.  Fama comete el pecado capital de carecer de un personaje principal que guíe al espectador por la historia. Claro que tampoco hay historia como tal. El redux es un conjunto de anécdotas y posturitas de disconformidad adolescente de anuncio, que tampoco ofrece números musicales destacables para aliviar el hastío.

Lo que quedan son un conjunto de clichés para describir las relaciones de los alumnos con sus padres (el montaje de varios alumnos pidiendo permiso a éstos, sonrojante por su simpleza), entre ellos mismos (apenas) o con sus profesores (reducidos a absurdas entidades paternalistas), que no van a absolutamente ningún lado. No hay drama, ni comedia, ni tela que cortar, sólo postalitas de soledad de genios adolescentes que no van a satisfacer ni a los nostálgicos de la serie televisiva.

Reducida la película a un mero enunciado dramático sin personajes, sólo queda desposeerla de aquello que el público recuerda para anular toda subversión: la música. Los números musicales de Fama (2009) son casi inexistentes, y pese a que alguno sí destila la pasión que está ausente en el resto de los cien minutos de la película (el director Kevin Tancharoen es coreógrafo, y en ello tenía que había que haberse quedado), la estética y el ritmo dependen del acertado montaje, no de la calidad en sí de los números musicales o sus intérpretes. Y para escuchar el mítico tema musical de Irena Cara hay que tragarse todo el invento.

En fin, que Fama (2009) no es más que un conjunto de frases paternalistas y sonrojantes de manual, un film que no evoca ningún sentimiento, ni primitivo ni nostálico ni contemporáneo, y que sólo puede satisfacer a los fanáticos menos exigentes del reality show que pulula por las pantallas privadas con más pena que...fama.

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