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ESTRENO: 18 DE SEPTIEMBRE

Flores negras: Espionaje soviético a la española

La llegada de un film de espionaje sobre la Guerra Fría hecho en España agrada y sorprende, aunque al final Flores negras no exprima nunca sus posibilidades. A pesar de una buena puesta en escena, al film le falta nervio y pasión, pero existen buenos momentos en su mediocridad.

La llegada de un film de espionaje sobre la Guerra Fría hecho en España agrada y sorprende, aunque al final Flores negras no exprima nunca sus posibilidades. A pesar de una buena puesta en escena, al film le falta nervio y pasión, pero existen buenos momentos en su mediocridad.

Flores negras presenta una temática relativamente sorprendente dentro del cine español, lo cual ya causa agradecimiento y sorpresa. La segunda película de David Carreras adapta la novela "Flores negras para Michael Roddick" y propone una trama de espionaje en su variedad más dura, gélida y amarga. Para ello se vale de un reparto internacional muy válido que incluye a los austriacos Tobías Moretti y al ganador del Oscar Maximilian Schell, mezclados con los españoles Eduard Fernández y Marta Etura.

El film narra el cerco al ex espía sovietico Michael Roddick después de que éste haya logrado rehacer su vida con su hija en Barcelona. Tras la caída del Muro, una organización busca de una lista de nombres que Roddick quiza tenga, o quizá no… Finalmente, las deterioradas relaciones familiares con su hija y el acoso de sus perseguidores obligan a Roddick a volver a la acción.

Pese a que los resultados de Flores Negras distan de lo que podían ser, el film posee una lograda estética muy a lo Paul Greengrass. Y es que los méritos del director de las dos últimas entregas del Bourne de Matt Damon parecen ser la base sustentante de todo el entramado visual y argumental de Flores negras. La cámara inestable y la fotografía glacial marca de fábrica de aquellas son convenientemente mimetizadas para la ocasión, al igual que la sentida e inquietante interpretación de Tobias Moretti, que dibuja un veterano espía más o menos igual de sentido que el de la saga de acción norteamericana.

El problema es que estos componentes son casi los únicos que dan brío a la narración, y pasada la mitad del metraje cunde la sensación de que la trama se está estirando como un chicle en la misma proporción que cierto estado comatoso en el espectador. El suspense y la tensión bajan su intensidad, y en ausencia de casi todo asomo de una necesaria brutalidad, sólo queda entregarse a una convencional -pero pasable- intriga que necesitaba una buena inyección de entusiasmo, conflicto, y por qué no, pura acción. Ésto nunca acaban de llegar, y la sensación de inquietud y curiosidad se trasforma en cierta pesadumbre argumental.

Una vez agotada la premisa psicológica, el film se desliza hacia lo plúmbeo, pero nunca a lo ridículo. Pese a que Tobías Moretti hace bien su trabajo como espía veterano y de vuelta de todo, el regreso de su pasado antes del Telón de Acero y los apuntes políticos de la trama son de manual y las revelaciones familiares finales se presentan como anecdóticas. El film carece de emoción, de carne y sangre, pero justo es reconocer sus méritos, ya que anda lejos del desastre absoluto que era fácil vaticinar.

En Chic

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