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¿Mobbing en Gran Hermano?

Todo ocurrió cuando la concursante Lis, de rica vida interior y con la sagacidad propia de los grandes empresarios, descubrió que dos de las concursantes femeninas eran pareja sentimental, dato que debía permanecer en secreto el mayor tiempo posible. 

El experimento sociológico por antonomasia presentado por Mercedes Milá, cumple su decimoprimera edición bajo los mismos patrones que han hecho de este espacio uno de los más despreciados, y curiosamente seguidos, de la parrilla nacional.

Los especímenes contratados para esta ocasión cubren el espectro sociológico que Telecinco pretende presentar como el crisol realista de la juventud española. Hay obreros en paro, locutoras de bingo, estudiantes talluditas de turismo (23 años y está en segundo curso ¡guau!), peluqueras, un instructor de pilates que va siempre cantando en su “fragoneta” y, cómo no, también empresarios como Lis, que según informa la web de Telecinco, se dedica a “comprar stocks y venderlos al por mayor o al por menor (sic)”, según el día.

Como no se nos informa del número de empleados de esta empresaria, suponemos que su actividad sea bastante similar a la de otros varios miles de “empresarios” que llevan sus mercancías casa por casa en una agresiva política de ventas diseñada por su departamento comercial (también integrado y dirigido por ellos mismos para ahorrar costes), honrosa ocupación donde las haya, especialmente en estos momentos de crisis.

Precisamente esta emprendedora catalana ha protagonizado el último escandalito de esta edición de Gran Hermano, retirándose del concurso, perdón, “del experimento sociológico”, para evitar el acoso ¿laboral? al que, según afirma, la estaban sometiendo sus ya ex compañeros.

Todo ocurrió cuando Lis, de rica vida interior y con la sagacidad propia de los grandes empresarios, descubrió que dos de las concursantes femeninas eran pareja sentimental, dato que debía permanecer en secreto el mayor tiempo posible. El pastel (o el bollo) se descubrió y las dos enamoradas hubieron de sufrir la sanción prevista por Mercedes Milá, de forma que Angela, la parte femenina de la pareja (su mujer, Laura, confiesa que no da un palo al agua en casa en una actitud claramente machista) tuvo que abandonar el concurso en medio de la consternación general. A partir de aquí, el resto de los especímenes amenazaron a la brillante empresaria barcelonesa con amargarle su estancia en la casa de Guadalíx, por lo que nuestra protagonista decidió salir por su propia voluntad al grito de “¡quiero un abogado!”.

Su defección voluntaria se suma a la expulsión de Gonzalo, un argentino que pasó de trabajar en los servicios de inteligencia de su país (¡!) a realizar trabajos esporádicos para productoras de cine e inmobiliarias y actualmente pasa parte de su tiempo libre en la cola del paro, que fue expulsado y abroncado por la Milá por protagonizar escenas de violencia verbal con otros concursantes al más puro estilo “Carlos El Yoyas” pero con menos gracia.

Gracias a su salida de la casa de Gran Hermano envueltos en la polémica, ante los dos ex concursantes se abre ahora el nutritivo horizonte de los debates televisivos y los programas del corazón, dispuestos a pagar al peso sus declaraciones sobre las penalidades que han tenido que sufrir en una casa llena de especímenes incapaces de comprender su fecunda y pizpireta personalidad.

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