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ESTRENO: 25 DE DICIEMBRE

No es tan fácil: La Streep se enfrenta al sexo a partir de los 50

No es tan fácil viene a cubrir un hueco necesario dentro de la comedia romántica, al ir dirigida específicamente a un sector más adulto. Apoyándose en su buen reparto, Nancy Meyers lanza una comedia melodramática sobre el amor post divorcio en el que sobresale un excelente Alec Baldwin.

No es tan fácil viene a cubrir un hueco necesario dentro de la comedia romántica, al ir dirigida específicamente a un sector más adulto. Apoyándose en su buen reparto, Nancy Meyers lanza una comedia melodramática sobre el amor post divorcio en el que sobresale un excelente Alec Baldwin.

No es tan fácil viene de la mano de Nancy Meyers, guionista experimentada reconvertida en directora de sus propios libretos en comedias sentimentales específicamente fabricadas para complacer a una audiencia más madura de lo habitual en Hollywood. Pero eso no significa que las peripecias de films como Cuando menos te lo esperas, The Holiday o ¿En qué piensan las mujeres? (-para quien esto escribe, la mejor) sean más auténticas que las de, por ejemplo, La cruda realidad.

Por No es tan fácil pululan las dudas existenciales de personajes maduritos, todos ellos en una clase establecida y con lo esencial bien cubierto. No hay ningún problema con ello, pero la prosa de Meyers resulta poco cautivadora y surge en ella cierto snobismo afectado la mar de cobardica, pese a advertirse en ella claros ecos del mejor Hollywood de la Edad de Oro y que su punto de reivindicación femenino no incomode en absoluto.

Si el invento se salva de la quema, y vamos a decir que lo hace por un pellizco, no es por otra cosa que por Alec Baldwin. El que antaño fuera protagonista de La caza del Octubre Rojo parece volverse mejor actor con los años y los kilos, quién lo diría, y se da un garbeo por No es tan fácil sabedor de que monta un caballo ganador. Incluso la Streep, pese a su evidente sabiduría y seguridad, no le queda más remedio que apartarse y dejar que Baldwin despliegue timing cómico y haga suyo el personaje más interesante y mejor desarrollado de la fiesta, dejando en la cuneta un puñado de secundarios innecesarios y un Steve Martin sorprendentemente despistado.

Le sobran al triángulo amoroso unos cuantos minutos, aunque se sigue con razonable interés y se reconoce la competencia de Meyers para maquinar embrollos melodramáticos con oficio y un punto de genio. La discreta alabanza no es aplicable a su faceta de directora, donde la responsable de En qué piensan las mujeres se deja patrocinar por un puñado de actores de reconocida solvencia y un equipo que disimula el aspecto televisivo de la farsa.

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