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ESTRENO: 23 DE ABRIL

Océanos: La experiencia de la Naturaleza sin manipulaciones

Océanos es una experiencia visual capaz de cautivar al más pintado. Un documental desprovisto casi de toda narración, dedicado a sorprender al espectador con imágenes de una paz, poesía y misterio incuestionables. Una pena que le falte tela en el ámbito narrativo para sumar algo a la pura emoción.

Océanos es una experiencia visual capaz de cautivar al más pintado. Un documental desprovisto casi de toda narración, dedicado a sorprender al espectador con imágenes de una paz, poesía y misterio incuestionables. Una pena que le falte tela en el ámbito narrativo para sumar algo a la pura emoción.

Océanos es uno de esos documentales acontecimiento, en el que se han depositado ingentes recursos técnicos y esfuerzos humanos para mostrar la naturaleza en toda su gloria. El film de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud ofrece imágenes conmovedoras y poéticas, reforzadas por una genial música de Bruno Coulais. No obstante, uno sale de la proyección con la sensación de que falta algo.

Y es que la propuesta dramática de Océanos es voluntariamente raquítica, centrándose sólo en el acontecimiento descriptivo y tirando por la borda todo intento de hilar una mínima historia, de ofrecer una verdadera continuidad narrativa más allá de la pura y dura fascinación por la naturaleza. Océanos puede funcionar así como una exhibición técnica y de pasión visceral puesta al servicio de la naturaleza que, no obstante, como narración pura y dura carece de progreso, profundidad e ideas novedosas.

Eso sí, el film lo compensa dedicando todos sus esfuerzos a crear imágenes de una incuestionable belleza y poesía. La preciosa partitura de Bruno Coulais explora y exprime la épica y el misterio de todos los planos, convirtiéndose en el verdadero hilo y conductor de la película y en un ejemplo de adecuación de la música a las imágenes. Una lástima que estas sensaciones se quemen tan rápido como un chorro de adrenalina, debido a la mencionada carencia de un armazón sólido más allá de la pura emoción estética. No obstante, algunos de los instantes más crueles, emotivos y fascinantes que pueden verse ahora en una pantalla se los debemos a Océanos, y no a ninguna obra de ficción. Ahí está el horroroso momento en el que un pequeño escualo es devuelto al agua mutilado (una escena de una crueldad y terror que conmueven), o las panorámicas aéreas sobre un mar embravecido, que dejan en ropa interior cualquier muestra reciente de cine catastrofista.

Otro punto interesante del documental de Jacques Cluzaud y Jacques Perrin (que repiten la jugada de Nómadas del viento) es la manera en la que entona la defensa de la naturaleza, sin necesidad de apuntarse a teorías ecologistas de moda para hacer oír su idealismo. La incuestionable destrucción de especies o la contaminación de los ríos aparecen retratadas con dramatismo, sin insistencia; pero sin cortapisas. Sus autores apelan a la conciencia culpable del espectador pero no caen en la manipulación burda de los hechos. Quizá el secreto para disfrutar de Océanos sea para activar nuestras percepciones, dejarnos llevar por la pura emoción más allá de elaboraciones falsamente intelectuales.

En Chic

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