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París: La vida aprieta pero no ahoga

París podría considerarse la respuesta francesa a las Vidas Cruzadas de Robert Altman. Sin caer en la estampa pintoresca o el melodrama facilón, Cédric Klapisch orquesta un drama construido a base de instantes de varias vidas que retratan la esencia de la capital francesa.

París podría considerarse la respuesta francesa a las Vidas Cruzadas de Robert Altman. Sin caer en la estampa pintoresca o el melodrama facilón, Cédric Klapisch orquesta un drama construido a base de instantes de varias vidas que retratan la esencia de la capital francesa.

Klapisch, responsable de Una casa de locos, se queda esta vez en su París natal para retratar su ciudad a través del protagonismo compartido de varios personajes cuyas vivencias cotidianas, miserias y alegrías, se cruzan en una historia que trata de retratar el alma de la capital francesa.

Y en este punto a fe que lo consigue, con un tono que oscila sin altibajos entre lo trágico y lo anecdótico sin caer en la monotonía, conducido además con dignidad y sin arrebatos sentimentaloides de perogrullo. Articulando el conjunto en torno a la historia de un joven bailarín que ve como se aproxima la muerte por una afección coronaria, Klapisch salta bien de una historia a otra y equilibra humor y drama de forma distanciada, concentrado en mimar a los actores y articular cierto estilo visual que le viene muy bien al escenario parisino.

Con una Juliette Binoche verdaderamente atinada en su rol de asistente social depresiva, condenada a ejercer de guía fraternal, Klapisch equilibra bien las historias pese a lo sobado de alguno de los estereotipos (ese inmigrante africano, la pija de corazón noble) y a la falta de verdadero sentido del humor.

París es una ciudad agradecida visualmente incluso cuando toca ponerse vulgar, y Klapisch sabe dotar a los episodios cotidianos de cierta estampa pintoresca sin poner el acento en lo cascarrabias o lo feo. No se hace dura de ver, aunque el pretexto argumental de la diversidad de historias pueda repercutir en el espectador, acusando la falta de finalidad concreta del argumento.

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