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ESTRENO: 31 DE MARZO

Recuérdame: Robert Pattinson necesita amor

Todos los tópicos del melodrama romántico aparecen diseminados a lo largo de Recuérdame, vehículo a mayor gloria de un Robert Pattinson que aparca los colmillos de la saga Crepúsculo pero no su necesidad de amor. El film tiene un giro final que produce especial desagrado.

Todos los tópicos del melodrama romántico aparecen diseminados a lo largo de Recuérdame, vehículo a mayor gloria de un Robert Pattinson que aparca los colmillos de la saga Crepúsculo pero no su necesidad de amor. El film tiene un giro final que produce especial desagrado.

Al igual que Querido John, Recuérdame acumula todos los tópicos del melodrama romántico en su vertiente más juvenil. En este sentido, ninguna sorpresa, ni tampoco algo que sea necesariamente malo. Pero a diferencia de aquella, la película protagonizada por Robert Pattinson añade una (relativa) sorpresa final que aquí no desvelaremos, y que cambia gran parte del discurso que hemos presenciado hasta el momento. Es el motivo del especial desagrado que produce Recuérdame.

La película, de todas formas, está sumida en una especie de coma profundo durante todo su metraje. Carente de verdadero conflicto, y aquejada de una sosería y seriedad realmente innecesarias, la película de Allen Coulter sólo despierta cuando aporta, precisamente, esa relativa sorpresa que tampoco destaca por el fondo (pues sigue de cabo a rabo las convenciones del melodrama romántico) sino por su descarado, facilón y sonrojante sensacionalismo.

Dicho giro no asemeja Recuérdame ni con un suspense hitchcockiano ni con las más épicas historias de amor jamás contadas. Tampoco altera el punto de vista, ni el género de la película, ya sea de forma torpe o magistral, o nos desvela la capacidad de autor para desenredar el nudo con una cabriola final a lo Shyamalan. Se trata, simplemente, de un efectista y moroso intento de mear fuera el tiesto, de ampliar las miras de lo que debería haberse quedado como un romance juvenil que se sobrepone a la pérdida del ser querido. Esa querencia a la sorpresa fácil es capaz de sonrojar incluso a todos aquellos que acudan a ver Recuérdame con la lícita intención de ver un drama de romances prohibidos con el guaperas de moda.

Dicho esto, lo que ofrece la película de Allen Coulter hasta ese momento no pasa de ser un vehículo confeccionado a salto de mata para la presencia de Robert Pattinson, demasiado perdido en esa actitud de rebelde espiritual a lo James Dean que le piden como para demostrar si hay algo más que un peinado estupendo. Con una estética falsamente espontánea pero correcta, y con alguna ínfula procedente del cine independiente más gastado, Recuérdame logra que echemos de menos la vida que un artesano como Lasse Hallström imprimió a Querido John, película que no era ninguna maravilla pero que se dejaba ver con dignidad.

En esta tesitura, y como siempre, sólo queda agarrarse a la labor de sus secundarios, como la de un Pierce Brosnan que recupera sus maneras de villano (vistas en El escritor), o la del siempre vibrante Chris Cooper como violento, pero noble, perdedor. Tampoco es desdeñable el retrato urbano de una Nueva York que nos permite, al menos, pasear la mirada por el fondo del plano mientras sus protagonistas hablan y se miran con trascendencia épica. Todo ello, claro, hasta que llega la traca final.

En Chic

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