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Shrek: Felices para siempre: Este ogro está para que le retiren

La saga Shrek llega a su cuarta entrega en Shrek: Felices para siempre, cuyo mayor reclamo es aportar una nueva dimensión, la tercera, a las aventuras de la panda del ogro verde. Un film que, aún así, no puede ocultar el cansancio de la idea original, pese a ser moderadamente divertido.  

La saga Shrek llega a su cuarta entrega en Shrek: Felices para siempre, cuyo mayor reclamo es aportar una nueva dimensión, la tercera, a las aventuras de la panda del ogro verde. Un film que, aún así, no puede ocultar el cansancio de la idea original, pese a ser moderadamente divertido.  

Escribo estas líneas sobre Shrek: Felices para siempre apenas unas horas después de haber degustado la proyección de Toy Story 3, de la factoría Pixar. Mientras la segunda aparece como una secuela no sólo lógica, sino incluso necesaria, aportando un sentido trascendente, épico y emotivo absolutamente memorable a la historia, la cuarta parte de las aventuras del ogro verde se revela como una simple y no demasiado refrescante aventurilla, a la que la mejor alabanza que podemos dedicar es que es mejor que la lamentable tercera entrega de la serie.

Shrek: Felices para siempre provoca cierta desidia, pero tampoco se trata de un film desastroso. Por la película campa a sus anchas sus habituales personajes secundarios cuyas historias y caracteres son mucho más interesantes que la historia principal del film, que dicho sea de paso, tampoco parece interesar demasiado a sus responsables. La cansada saga opta ahora por situar a su protagonista en una realidad paralela en la que ni él ni su familia se han conocido nunca, obligando al héroe verde a reconstruir de nuevo su grupo desde cero, y a contrarreloj.

Eso da la oportunidad a Dreamworks a volcarse de nuevo en la moralina familiar más bienintencionada, pero tratada también de la forma más insulsa. Esto no sería necesariamente malo si la saga Shrek no se vendiera ante el público como una tronchante y pícara parodia de la pop culture y la iconografía de los cuentos de hadas (con Disney a la cabeza). Pero después de un puñado de películas apenas queda de esto más que la fórmula, suficiente de todas formas para construir una nueva e intrascendente aventura en la que, de nuevo, vuelve a brillar con luz propia la correcta factura técnica del producto y lo afortunado de algunos gags que aportan la dosis debida de disparate (casi todos debidos a la química entre el orondo minino con botas y Asno, interpretados en la versión original por Antonio Banderas y Eddie Murphy).

El resultado al final es sólo moderadamente gracioso y gustará a los más pequeños y al público menos exigente, pero la saga Shrek da síntomas de estar artísticamente en coma profundo, por mucha tercera dimensión que le echen. Pedimos ya su cierre y quedamos a la espera del anunciado spin-off del Gato con botas. Ahora que Dreamworks está demostrando que sabe hacer las cosas bien (no se pierdan de ninguna de las maneras la excelente Cómo entrenar a tu dragón), el insistir con el ogro verde es tarea inútil.

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