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Tiana y el sapo: Puro Disney sin vueltas de tuerca

Disney recupera la tradicional técnica de animación en Tiana y el sapo, un cuento de hadas capaz de complacer a todo tipo de públicos. Romance, aventura, comedia y drama se dan cita en una cinta nada obsoleta que, precisamente, destaca por su sofisticación y sencillez.

Disney recupera la tradicional técnica de animación en Tiana y el sapo, un cuento de hadas capaz de complacer a todo tipo de públicos. Romance, aventura, comedia y drama se dan cita en una cinta nada obsoleta que, precisamente, destaca por su sofisticación y sencillez.

Cuando Disney dio el finiquito su división de cine de animación con la olvidada Zafarrancho en el rancho, acababan décadas de films familiares míticos. La revolución digital planteada por Pixar Animation en Toy Story rompió todos los moldes, en una escalada que continuaron otras maravillas como Monstruos S.A. o la reciente Up. Ahora, y gracias precisamente al responsable de Pixar, John Lasseter, se recupera la tradición con Tiana y el sapo, correcto film de animación que recupera el estilo de lápiz y papel en dos dimensiones.

Tiana y el sapo tiene la virtud de evitar reformulaciones o rememoraciones. Es un film que no evoca tiempos pasados de la compañía, ni los homenajea: se trata de un auténtico show de cine de animación clásico y a la antigua usanza, que demuestra sin moverse un ápice de la fórmula Disney, que films como Pinocho, Blancanieves o El Rey León, siempre han permanecido ahí, agazapados y esperando a ser recuperados. En Tiana y el sapo no cabe ni el psicoanálisis del mito ni el descrédito irónico, es un film tradicional en fondo y forma que continúa la labor de la compañía allí donde se quedó, y que renuncia abiertamente a complacer audiencias adolescentes mimetizándose en gamberradas al estilo Shrek y compañía.

Un cuento de hadas Disney auténtico que, por tanto, explota tanto la faceta romántica como la cómica, sin olvidar la puramente siniestra, como mandan los cánones. Hay en Tiana y el sapo un respeto al relato clásico de la compañía que reconforta, un aroma a sencillo entretenimiento sin pretensiones con un diseño que le da mil patadas a algunos shows digitales recientes. Y por ello que el film de Ron Clements y John Musker (responsables de Aladdin) no defrauda. Cierto es que la banda sonora de Randy Newman no pasa de ser meramente pragmática, y que las canciones están alejadas de la gloriosa resonancia de títulos como El Rey León o La bella y la bestia. El guión parece también aquejado de cierta arritmia, sufriendo un tramo final ciertamente descompensado y un desenlace un tanto brusco.

Pero todos estos defectos se ven eclipsados por las virtudes. La escasa prestancia a algún personaje protagonista se ve compensada por algún secundario de esos capaces de rellenar huecos (atención al destino final del bondadoso Ray, una decisión valiente de los responsables del film). Y también destacan detalles tan necesarios como presentar, por primera vez, a una heroína trabajadora y de color, por no hablar de la ubicación del relato en el Nueva Orleans de principios de siglo, que proporciona una bonita ambientación visual y sonora. Tiana y el sapo es un notable film animado, de intachable moraleja, que pone la nota de cordura en la tan cacareada revolución digital, recordándonos quién creó los resortes mágicos y míticos del cine de animación.

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