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ESTRENO: 20 DE NOVIEMBRE

Un lugar donde quedarse: Parir en tiempos revueltos

Ojalá todas las películas menores fueran como Un lugar donde quedarse. El director Sam Mendes (American Beauty, Revolutionary Road) prosigue haciendo retratos de pareja, pero esta vez en una comedia que se mueve entre lo sentimental y lo hilarante, aunque también menos auténtica de lo que pretende.

Ojalá todas las películas menores fueran como Un lugar donde quedarse. El director Sam Mendes (American Beauty, Revolutionary Road) prosigue haciendo retratos de pareja, pero esta vez en una comedia que se mueve entre lo sentimental y lo hilarante, aunque también menos auténtica de lo que pretende.

Afortunadamente, la experiencia indie de Mendes conserva gran parte de las virtudes de sus dramas graves, como la exquisita realización, la cuidada banda sonora y una adecuada fotografía. La virtud del británico es hacerlas compatibles con la necesaria frescura de una comedia que toma tintes de melancólica road movie, y que sabe hacer propias y hasta agradecibles ciertas imposturas sentimentales típicas del género.

El film sigue a Burt y Verona, a punto de ser padres por primera vez, en su aventura pseudo-iniciática por todo EEUU, para decidir donde echar raíces y establecer su hogar. En sus sucesivos encuentros con amigos y familiares desperdigados por todo el país, irán descartando estilos de vida y acercándose poco a poco a lo que desean ser.

La transición de Mendes al género dominado en el imaginario popular por Pequeña Miss Sunshine o Juno es satisfactoria. Bucea por los manierismos del cine alternativo estadounidense con la facilidad del cirujano, y los adopta con una precisión que sabe revestir de naturalidad. Y si bien como sátira mordaz de los estereotipos de vida estadounidense carece del calado de aquella y es hasta un punto manipuladora, tanto John Krasinski como Maya Rudolph elevan el listón de la sinceridad y colocan de lleno Un lugar donde quedarse por encima del ni fu ni fa del género indie.

El guión conserva el consabido surtido de gestos tiernos y juramentos de amor eterno de la comedia romántica, pero en este caso no hartan y el film sale adelante gracias a la complicidad y química de sus naturalísimos intérpretes y sobre todo, a la voluntad de Mendes de no caer en la meticulosidad de sus dramas y aportar su técnica, y un agradecible punto grotesco –atención al personaje de Alison Janney-, a los arrebatos de existencialismo folletinesco del cine independiente. Un lugar donde quedarse es uno de esos films que aciertan a contentar a todos pese a ser un peso pluma en la cartelera, y tal y como están las cosas, no vean como se agradece.

En Chic

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