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ESTRENO: 12 DE FEBRERO

Vertige: Escalada al terror

Un grupo de cinco amigos escaladores planea una excursión en la que, por supuesto, intentarán subir alguna que otra pared. Todo se convertirá en una pesadilla, no solo por el vértigo de caer al vacío en cualquier momento, sino por una extraña presencia que acecha al grupo cada vez más cerca...

Un grupo de cinco amigos escaladores planea una excursión en la que, por supuesto, intentarán subir alguna que otra pared. Todo se convertirá en una pesadilla, no solo por el vértigo de caer al vacío en cualquier momento, sino por una extraña presencia que acecha al grupo cada vez más cerca...

Vertige es un thriller de lo más básico que sorprende en su primera mitad y decepciona en la segunda. El film comienza apuntándose al carro del thriller de acción en una fórmula que prolonga las virtudes de actioners de escalada como Máximo Riesgo y Límite Vertical. Abel Ferry despliega aquí su habilidad para componer momentos de máximo suspense e inquietud con muy poco, y presume de un fenomenal músculo a la hora de poner en escena el espectáculo.

Vertige funciona entonces como una salvaje montaña rusa que explota el vértigo puro y duro y asombra al espectador con paisajes sublimes y cierta inquietud primaria. Al carecer absolutamente de personajes o nudo dramático, no se sabe quién puede ser el siguiente en despeñarse. Ferry ejecuta perfectamente el papel de director de acción y juega bien las escasas bazas del producto, centrando su atención en la fisicidad de la odisea.

Pero resulta que, como era por otro lado necesario, el film debe renovar sus propuestas a mitad del breve metraje, y se convierte en un justito slasher que ya hemos visto antes. Ferry desvela entonces las cartas de Vertige y recurre a la mitología del terror rural, pero construido muy apresuradamente y sin la fuerza exhibida por sus modelos, que no son otros que las últimas películas del enfant terrible de la ola de terror francesa, Alexandre Aja.

Como remedo de Alta tensión o Las colinas tienen ojos de Aja, el film carece de la entidad y el peso específico necesarios. No carga las tintas con la violencia, y a pesar de que Ferry filma con extraordinario pulso y cierta garra, el film no llega a encantar. Como dramáticamente el invento es más simple que el mecanismo un chupete, no queda más que esperar que Ferry despache el asunto con cierta premura. Afortunadamente es lo que ocurre, de modo que la insuficiente combinación tampoco se indigesta por su carácter menor.

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