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Rajoy regresa a Cataluña para advertir de que no permitirá la "ruptura"

El presidente se presentó en Cataluña como un hombre conciliador, pero que hará cumplir la ley. Proclamó que "separados, perdemos todos".

El presidente se presentó en Cataluña como un hombre conciliador, pero que hará cumplir la ley. Proclamó que "separados, perdemos todos".
Mariano Rajoy, este sábado en Cataluña | EFE

Mariano Rajoy, presidente de los españoles. De todos y cada uno de ellos. De los que “aman” su unidad y su diversidad. Así se presentó este sábado en Barcelona y aseguró que cumplirá y hará cumplir la legalidad hasta sus últimas consecuencias; que se siente chantajeado por un gobernante, Artur Mas, que ha pensado más en un puñado de votos que en el bienestar de los ciudadanos, y que pretende llevar “a más de siete millones de catalanes a un dilema imposible”. A cambio, Rajoy propone diálogo, hablar hasta la saciedad. Pero también dejó una clara advertencia en su vuelta a Cataluña, su primera visita desde la manifestación de la Diada: nada cambiará tras las elecciones del 25 de noviembre.

Fue un discurso muy meditado, al que le dio muchas vueltas. Tras una semana muy intensa, con el debate sobre el modelo autonómico instalado en el PP, Rajoy dio un golpe en la mesa. En todos los sentidos, también en clave interna. Se esperaban con gran expectación sus palabras, y no defraudó: “Voy a dar mi opinión. He venido a Cataluña a decir unas cosas”, avanzó. Casi una hora de intervención, con momentos muy duros, principalmente dirigidos hacia el nacionalismo separatista. Los aplausos a rabiar de los dirigentes populares -alcaldes como Ana Botella, la cúpula nacional, simpatizantes de a pie...- dejaron en evidencia que esperaban una intervención en estos términos.

"Mas exigió, no pretendió pactar"

El jefe del Ejecutivo marcó el camino. Dio rango de problema de Estado a un asunto que había tratado de reducir en los últimos días con llamamientos a la moderación. En esta ocasión, también pidió “diálogo”, pero añadió una reflexión más profunda. Se preguntó “qué ha pasado y qué creo que debemos de hacer en el futuro”  y destacó que es consciente de que “gobernar en una situación como ésta no es nada fácil. Pero los buenos gobernantes tienen que asumir sus responsabilidades y las herencias recibidas por malas que puedan ser. Y tienen que tomar decisiones que redunden en beneficio del interés general por duras que sean”.

Algo, argumentó, que no ha pasado en Cataluña. Artur Mas “optó por lo más fácil, por lo que menos conviene, en lugar de perseverar en la acción del Gobierno”. Rememoró de nuevo su despacho del 20 de abril en Moncloa: “Exigió, no pretendió pactar. Y como no se consigue, se rompe la baraja y se cambia el debate. No el de la economía, sino otra cosa. Es una huida hacia ninguna parte”, destacó.

"Quiero dialogar"

El relato de los acontecimientos desagrada al presidente. “No es serio”, se queja. Pero continúa: “Hemos ayudado como nunca en esta legislatura al Gobierno de Cataluña. Le hemos ayudado porque está haciendo un esfuerzo y porque de esta situación o salimos juntos o esto va a ser muy complicado”. Y no es que el Ejecutivo central navegue en la abundancia, sino que en momentos de recesión uno se puede poner “nervioso, pero no puede abdicar de sus responsabilidades”. En su opinión, Mas lo hizo por una mayoría absoluta que el PP intentará que no consiga.

“Ojalá se me interprete bien. Quiero dialogar, hablar y escuchar. Pero es muy difícil cuando te vienen a imponer el todo o la nada. Es muy difícil”, continuó. “Qué harían si alguien entra a su despacho y les dice: 'O se hace esto o tomaré las decisiones que yo considere convenientes'. Eso no era un pacto, un pacto impuesto es una contradicción en sí mismo”, añadió. Y ya avanzó de cara al futuro: “No quiero que nadie me imponga sus ideas”.

Es una huida hacia adelante, una “abdicación de ser buen gobernante”, que ha llevado a una situación insostenible: “Estamos perdiendo el tiempo. Que un líder político juegue con los ciudadanos y anuncie que dedicará toda una legislatura a arrastrar a siete millones y medio de ciudadanos a un dilema imposible. Es preocupante. Es muy triste que alguien que dice ser un servidor público proclame que se saltará la ley a la torera”.

Rajoy rechazó las actitudes “quijotescas” de Mas -al que en ningún momento mentó, pese a que todos sus disparos iban contra él- con un invento del relato histórico -“Es inverso”, recalcó- que en la práctica es “una huida hacia la nada”. Pero ahí está la Constitución: “No me voy a saltar la ley, no me la voy a saltar. Cumpliré la ley. Es mi obligación como presidente y como demócrata. No es una declaración grandilocuente. Defiendo las libertades de los catalanes y la estabilidad”.

"Separados, perdemos todos"

En el PP enseguida abrazaron el discurso del presidente y lo elevaron a la categoría de “histórico”. Se declaró amante de “Galicia, Madrid, Cataluña...”. Incluso incluyó a su familia en su relato. En otro momento, intentó acabar con viejos mitos: “La panacea para crear empleo es ser independentista... Eso no es así. Lo mejor que podemos hacer todos por Cataluña es volver a la normalidad, al sentido común y al entendimiento”.

En Barcelona, ciudad que le recibió con esteladas en algunos de sus balcones y frialdad, se conjuró ante “fracturas, divisiones y peleas: nada va a separar a Cataluña de lo que es suyo, de España. España es también de los catalanes. Separados perdemos todos”, sentenció. “Ponen en tela de juicio la historia, los catalanes no se merecen esto. No se merecen lo que algunos quieren sembrar. Discusiones entre unos y otros. Peleas entre amigos de siempre”, radiografió, echando mano incluso de cómo se utilizan a los clubes de fútbol. Enfrentan “a toda la sociedad”.

Respaldo a la candidata Sánchez Camacho

El presidente vendió “un proyecto para todos los catalanes” encarnado en Alicia Sánchez Camacho. Todo fueron elogios. También mandó un mensaje en clave interna: “Os quiero ver con la cabeza alta, sin miedo, diciendo lo que pensáis y dispuestos con Cataluña. Que nadie se meta en casa y que nadie se conforme mientras otros cocinan el futuro a vuestras espaldas. Hablar, argumentar. Este no es el proyecto del PP, sino el proyecto de España”, proclamó.

En el preciso momento en el que se dirigía expresamente a los suyos, advirtió: el proyecto “no se defiende con discursos grandilocuentes sino con palabras conciliadoras. Para evitar que se rompa la baraja”, aseveró. Algunos vieron un mensaje indirecto a José María Aznar, cuyas tesis a favor de apuntalar el “proyecto nacional” con una reforma del modelo sobrevoló la Intermunicipal popular. Oficialmente, se dejó claro que no habrá cambios en el reparto de competencias, y que la clave pasa por adelgazar el sistema.

Rajoy proclamó el “orgullo de todos de sentirse españoles y catalanes”. Y pidió enarbolar esta bandera con fuerza hasta el día de las urnas. Él regresará a la comunidad al menos tres veces más, según los planes del PPC. En su intervención, también hizo un minucioso diagnóstico económico, con tintes optimistas al recalcar que “el año que viene será mejor que éste. Dentro de poco, España va a superar la crisis”. Pero, por encima de ello, quiso hablar de Cataluña: “Cuando alguien quiere romper, el PP está donde estuvo siempre”.

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