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Congreso contra la pena de muerte

Jerry Givens, exguarda del corredor de la muerte: "No podemos ejecutar a la gente para enseñar que matar está mal"

Víctimas, verdugos, familiares y políticos se reúnen en Madrid para debatir la necesidad de abolición de la pena capital en todo el mundo.

Víctimas, verdugos, familiares y políticos se reúnen en Madrid para debatir la necesidad de abolición de la pena capital en todo el mundo.
Una ejecución pública en Teherán en 2007. | Corbis

"No queremos la pena de muerte para el inocente ni para el culpable. El crimen se repara con el remordimiento y no por un hachazo o un nudo corredizo". La frase, pronunciada por Víctor Hugo hace más de 180 años ha marcado el inicio del V Congreso contra la Pena de Muerte que ha arrancado en Madrid este miércoles. Víctimas, familiares, políticos, premios Nobel y verdugos debatirán durante tres días los argumentos a favor de la abolición de la pena capital. Porque, aunque los datos dicen que esta condena está en remisión en todo el mundo -en los últimos 40 años, se ha pasado de un 20% a un 70% de países que han abandonado esta condena – los más de 90 Estados presentes en esta cita consideran que su labor debe continuar hasta la erradicación en todo el mundo. "Hay que llevar la abolición de la pena de muerte hasta los gobiernos que no han superado esta fase", señala Florence Belliver, presidenta de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte.

Aunque al encuentro, organizado por la ONG Ensemble contre la Peine de Mort (ECPM) y apoyado por los Gobiernos de Noruega, España, Suiza y Francia, abordará la pena capital en todo el globo, el foco estará puesto en la región de Oriente Medio y Norte de África (MONA). Porque aunque tras la primavera árabe "las democracias emergentes han ampliado las esperanzas de conseguir nuevos avances hacia la pena de muerte en la región", según el presidente de la organización Raphaël Chenuil-Hazan, esta región del mundo continúa siendo la segunda del mundo donde más se ejecuta, después de Asia.

Arabia Saudí continúa decapitando, colgando y crucificando, Yemen ejecuta a menores de edad y en Irak la pena de muerte permnece vigente como herramienta política. En Irán, opositores y disidentes son habitualmente castigados con la pena máxima. Mientras, países del Magreb avanzan pasos hacia la abolición, empezando a dejar en el pasado experiencias como la de Ahmed Haou, excondenado a muerte marroquí.

Víctimas y verdugos

"Me acostumbré a las ejecuciones y me preparé mentalemnte para hacerlo, para mí era sólo un trabajo", reconoció Jerry Givens, exejecutor del corredor de la muerte de Virginia. Tras pasar 17 años con las ejecuciones como parte de su rutina, hoy acude a Madrid convencido de lo contrario: "Ejecuté a 62 personas, hoy no volvería a hacerlo". Su experiencia en el departamento correccional estadounidense acabó por volverle un opositor firme a la pena capital: "Cuando vi el primer certificado de muerte de una ejecución, y vi que ponía homicidio como causa de la muerte; me pregunté por qué poníamos eso si lo que se intentaba es acabar con los homicidios", recuerda. "No podemos matar a la gente para convencer a la gente de que matar está mal", resume.

Su historia se entrelaza con las víctimas que, como él, también han militado del lado contrario de la causa. Como la marroquí Souad El Khamal, cuyo marido e hijo fueron asesinados en la cadena de atentados de Casablanca en 2003. "Hubiera matado a los terroristas con mis propias manos, no habría esperado ni un sólo minuto a que fueran condenados", reconoció. Pero aunque diez años después las heridas aún continúen abiertas, su pensamiento ha cambiado: "Me giré hacia mis principios, y creo que una persona que da la vida no puede desear nunca que nadie sea asesinado a través de la pena de muerte". El Khamal subraya que, "quizás, el que me ha hecho esto a mí y a mi familia, si está en la cárcel toda la vida en algún momento pueda lamentar lo que hizo" aunque "esto no quiera decir que esto sea una forma de perdón o de hacer inocente a esta gente", explica.

Tanya Ibar apenas puede contener las lágrimas cuando habla de su marido Pablo, el único español condenado a muerte en el mundo. Lleva 17 años visitándole en el corredor de la muerte de una cárcel de Florida, mientras lleva su historia por todo el mundo: "Algunos dicen que soy la amante de un asesino, de un condenado a muerte, que soy alguien terrible, pero esa no soy yo, soy una esposa que apoya a su marido". Este miércoles, ella fue la voz de Pablo quien, a través de una carta expuso los argumentos que cuestionan su condena a muerte y su culpabilidad. "Aún conservamos la esperanza", resaltó Tanya. "¿Qué pasa si dentro de 20 años descubren que era inocente?. ¿Quién le va a devolver la vida? Matar no está bien. Les decimos a los niños que es un crimen, pero cuando se ajusticia a alguien también lo estamos matando".

Eludir la "tentación" de la pena de muerte

"Esta es una edición inédita en su representación política, nunca antes hubo tanto apoyo", reconoció Chenuil-Hazan, "y esto es importante porque nuestra visón es una visión de diálogo con el estamento político y la sociedad". Y así es. En la sesión inaugural celebrada este miércoles acudió una nutrida representación de los países europeos que lideran la lucha por el abolicionismo, escenificada a través de una ponencia conjunta entre los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Noruega, Suiza y España. "En Europa, con la única excepción de Bielorrusia, ningún país aplica la pena de muerte", recordo la ministra noruega Gry Larsen, "y si estos países retencionistas se fijan en Europa, hay varias experiencias que les pueden servir, entre ellas que en nuestro continente hay países con distitnas historias, distintas culturas, lo que prueba que la pena de muerte no es una cuestión cultural", insistió.

Su homólogo francés destacó que en el país galo "hace apenas 30 años que se ha abolido" pero "una vez ganada la batalla a nivel nacional sería contradictorio dejar el debate. Si nosotros lo suprimimos por una idea universal del ser humano, esa es la que nos tiene que guiar a impulsarlo en todo el mundo", explicó Laurent Fabius. Asimismo, recordó que su país está desarrollando iniciativas "a través de toda nuestra red de embajadas" para llevar al debate al terreno, directamente allí donde las ejecuciones no son cosa del pasado.

Además de en su compromiso con la causa, las cuatro delegaciones coincidieron en algo más: el nivel de apoyo social a la supresión de la pena capital en Europa, incluso cuando las circunstancias podrían llevar a lo contrario. "Sufrimos crímenes horribles en nuestro territorio, y a pesar de ello ponemos por delante la humanidad", dijo Larsen, recordando la matanza de Utoya. "Me hizo sentir orgullosa que nadie pidiera la pena de muerte entonces. Confiamos en nuestro sistema, y no cambiamos la ley", recordó.

El ministro español de Exteriores, Jose Manuel García Margallo, compartió el sentir. "Aprobamos la abolición de la pena de muerte sin un solo voto en contra" dijo "a pesar de que no fueron momentos fáciles, porque el terrorismo fue más atroz con la democracia que con la dictadura". El responsable de la diplomacia española destacó que "no hubo nadie ni en el mundo intelectual, ni en el periodístico que pidiese la pena de muerte como remedio en aquel atentado salvaje", dijo, en referencia al 11-M. "La pena de muerte no soluciona nada, agrava los problemas y es una semilla, un germen, que tiene consecuencias importantes en el orden moral", resaltó.

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