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Gallardón dimite, deja su escaño y dice que abandona la política

Se va, y dice que es para siempre. La reforma del aborto no verá la luz y Gallardón asume el coste, aunque recuerda que fue un mandato de Rajoy.

Se marcha de la política de forma definitiva. Para siempre. Los suyos prometen que, en esta ocasión, no es un farol; que no hay un plan B. Alberto Ruiz Gallardón dimite, deja su escaño y próximamente también el Comité Ejecutivo del PP. Será únicamente militante. Mariano Rajoy le situó al frente del Ministerio de Justicia y le ordenó que reformara la ley del aborto socialista, como así se prometía en el programa electoral. Pero nunca logró finalizar su cometido. Tras una acumulación de retrasos y una soledad política evidente, el presidente le anunció que debía renunciar al texto. Y decidió irse. Rafael Catalá Polo es el nuevo responsable de la cartera.

Gallardón tomó conciencia de que el proyecto no saldría adelante días antes del último Consejo de Ministros previo a las vacaciones de verano. Rajoy le reunió y le dio a entender que el coste electoral de seguir era demasiado elevado, inasumible. La advertencia de Pedro Arriola era clara: con el aborto, perdían votos por el centro. Y para el jefe del Ejecutivo, el centro es el nicho donde rascar para mantenerse en el poder.

El Ejecutivo regresó de vacaciones y la presión se volvió cada vez mayor, toda vez el enésimo plazo marcado por el ministro expiraría pronto. El sábado 13 de septiembre, El Mundo publicó los planes de Rajoy citando a fuentes del partido. Gallardón ya estaba muy tocado, y con la decisión de irse tomada, algo de lo que habló largo y tendido con su familia en Nerja en las semanas de descanso estival. "Sabía que esto se había acabado, que no había vuelta atrás", según su entorno.

En el PP no acaban de creérselo. Llegaban rumores insistentes, pero Gallardón tenía muchos precedentes de amagos que no se hicieron realidad. "Dejo a Ana Botella el Ayuntamiento", le dijo a Esperanza Aguirre en el ascensor de Génova13 el 15 de enero de 2008, después de que Rajoy le avisara de que no formaría parte de su lista electoral a las generales. Finalmente, se lo replanteó. No fue la única vez que amenazó con irse.

Pero esta vez era distinto. Nunca se había visto tan solo. En Génova no daban la cara por él y en Moncloa tampoco. Y presidentes autonómicos como el poderoso Alberto Núñez Feijóo o José Antonio Monago criticaron sin reparos la reforma. "Consenso" fue la palabra más repetida, el mantra, y acabó convirtiéndose en la vía de salida del Ejecutivo para guardar definitivamente el proyecto en el cajón. Todo ello, con críticas en privado, algunas muy duras.

La pasada semana, Gallardón se volvió a citar con Rajoy y le anunció que se marchaba. El presidente no le logró convencer de que se quedara. "Tiene dos opciones: tragar o irse", simplificaron en Génova. Sólo quedaba un impedimento para hacer público su paso atrás: había que atar la respuesta legal del Gobierno a Artur Mas. Pero, una vez aprobada la ley de consultas y redactados los recursos, Gallardón entendió que ya no había que esperar más. El daño político que estaba sufriendo, deslizaban, era mucho.

Así se llegó, entre insistentes rumores, a este martes. En una declaración calculada, Rajoy contestó a preguntas de los periodistas por la mañana. Y, por supuesto, se le interrogó por el aborto. Llegaba la confirmación: "he tomado la decisión que creo más sensata", contestó. Ni un solo gesto de cariño hacia Gallardón. Cuatro horas después, y tras una nueva comunicación entre ambos, el titular de Justicia dimitía.

Nervioso, en ocasiones visiblemente emocionado, Gallardón asumió públicamente la carga de dejar morir una ley que estaba llamada a ser una reconciliación con el electorado. Aunque sí que recalcó que trabajó por orden del Consejo de Ministros -órgano colegiado que preside Rajoy- y que nunca recibió presiones cara a cara por parte de la dirección nacional, aunque luego leía críticas en la prensa.

"Yo asumí el compromiso de reformar la ley como consecuencia del encargo que se hizo en el Gobierno a comienzos de legislatura. Lo hice de acuerdo con la doctrina de nuestro partido y con el criterio establecido en el recurso de inconstitucionalidad del PP contra la Ley de 2010, y de acuerdo con el criterio del Constitucional. El Gobierno ha tomado la decisión de no seguir adelante. No he tenido capacidad de convertir el anteproyecto aprobado en Consejo de Ministros en un proyecto y tramitarlo a las Cortes", fue el resumen que hizo Gallardón. Esto es, no hizo experimentos: el programa o el propio gabinete le avalaban en sus decisiones.

Rajoy le pidió que se hiciese cargo de otra reforma para asegurar que las menores de 18 años necesiten del consentimiento paterno para interrumpir su embarazo, pero no hubo acuerdo. "No soy la persona para poder llevar adelante con convicción la nueva forma de regulación", admitió. También se quiere dar luz verde a un Plan de Protección de la Familia con el que aplacar el enfado en aumento de los importantes colectivos a favor de la vida.

Fue prácticamente una hora de comparecencia con preguntas -la labor de su jefa de prensa, Elena Marín, no puede pasar desapercibida- en la que le recordaron los "miles" de votantes del PP que esperaban que esta reforma saliera adelante. "Es obvio", consideró, que deben estar muy molestos. Él defendió la reforma y dio a entender que puede que en el futuro lleguen los cambios, aunque en privado nadie pone la mano en el fuego por ello.

Rajoy siguió la rueda de prensa desde Moncloa, a punto de iniciar un viaje oficial a China que le mantendrá alejado hasta el sábado. Gallardón es el primer ministro que da el paso de irse, aunque no le hubiera gustado. Miguel Arias Cañete asumió la candidatura del PP a las elecciones europeas forzado por las circunstancias.

"Mi vida política la debo dar por agotada", se despidió Gallardón. Su hijo Ignacio y su círculo más próximo le acompañaban. Nadie más. "Siempre dije que este sería mi último puesto de responsabilidad en la política, he llegado al final de una época fascinante de mi vida, que me ha dado más de lo que yo le he dado a ella. He tenido la oportunidad de intentar transformar la realidad", añadió, a veces con la voz entrecortada. Seguramente, él no soñó que acabaría así. Él quiso ser presidente del Gobierno y luchó por ello, aunque esa etapa -decía en privado- terminó hace tiempo aunque algunos se resistieran a creerlo. Desde hoy, es otro cadáver político de la era Rajoy.

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