Ni un incidente, normalidad absoluta, la "fiesta de la democracia". Tras la masiva campaña de agitación y propaganda, los "voluntarios" de la Generalidad han abierto los colegios, montado las urnas de cartón y establecido las mesas del referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional sin el más mínimo impedimento legal o problema práctico. Según las primeras valoraciones oficiales, en Barcelona sólo La Salle Bonanova (uno de los centros religiosos privados que se han sumado a la Generalidad ) amaneció con la cerradura de su puerta principal inutilizada con silicona.
La Generalidad ha habilitado un centro de prensa con capacidad para ochocientas personas en la Feria de Barcelona. Y desde allí informará a lo largo de la jornada sobre los datos de participación. La suma de los recursos públicos y la acción de los funcionarios "voluntarios" y activistas de las organizaciones independentistas y de los partidos se ha impuesto al Gobierno de Mariano Rajoy y ha desbordado su capacidad de maniobra y respuesta.
El "proceso participativo", la consulta, el referéndum, se jactan sus promotores, está en marcha sin que la apresurada e improvisada reacción de la Fiscalía haya provocado la más mínima mella en el presidente regional, Artur Mas, sus consejeros autonómicos y el funcionariado de partido sobre el que se sostiene el primer referéndum secesionista de la historia de España.
El golpe, disfrazado de "libertad de expresión", se consuma sin mayores contratiempos. TV3 anima desde primera hora a la votación y se regodea en las imagenes del primer catalán en votar, un residente en Sidney, donde la "embajada" catalana ha sido el primer local electoral en abrir sus puertas. Los Mossos d'Esquadra han recibido órdenes por parte de la consejería, que dirige Ramon Espadaler (Unió), de apostarse a no más de treinta metros de los colegios y no intervenir