En la resaca de la presentación de los planes de Artur Mas para los próximos meses, la sorpresa y un cierto disgusto eran evidentes en algunos de los diputados de CiU, que deslizaban en los pasillos del parlamento autonómico duras críticas y severas dudas respecto a la nueva hoja de ruta separatista.
Censuran que la plataforma electoral con independientes y profesionales, así como la constitución de un gobierno provisional para convocar un nuevo referéndum y otras elecciones, son una improvisación personal de Artur Mas que condena al paro durante dos años a más de la mitad del grupo parlamentario, en la actualidad de cincuenta diputados.
Además de las reticencias de Oriol Junqueras, otro de los talones de aquiles del proyecto de Mas es dejar fuera del pesebre y sin tocar poder a los cuadros medios de Convergència, un sacrificio al que no todos se muestran dispuestos. Lo que en el abarrotado auditorio del Forum de Barcelona eran aplausos, abrazos y gritos de independencia, se ha tornado en recelos y críticas pocas horas después. Aseguran que Mas ha adoptado un "populismo presidencialista", que la lista única es un "hachazo" al partido y que tal candidatura sólo serviría para dar las gracias a los amigos de Mas, más numerosos fuera que dentro de su propia formación.
Se le reprocha también el secretismo con el que ha trazado el calendario, que la lista única no se discutiera en el seno del partido y que sólo supieran de ella a través del debate en los medios. Mas acapara los focos y el apoyo formal de personajes como las presidentas de la ANC y Òmnium, Carme Forcadell y Muriel Casals, o el de algunos empresarios, pero no así el de su partido, en el que la mayoría de dirigentes aún cita el trompazo electoral de hace dos años, en el que el grupo pasó de 62 a 50 diputados tras la decisión de Mas de adelantar las elecciones. En esta ocasión, la apuesta es todavía más arriesgada y, de entrada, ni siquiera ha pasado por los órganos de dirección del partido.