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El pequeño 'Charlie'

Pese a los muchos adeptos que logra y la increíble atención mediática, para alguien que conoce el CNI la versión del pequeño Nicolás es increíble.

Sin su aureola de misterio los espías pierden mucho atractivo. No es de extrañar pues, que todo lo que afecta al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) se vea más envuelto en el misticismo y las leyendas urbanas que en una anodina realidad.

El pequeño Nicolás reitera una y otra vez sus supuestos encargos para el CNI con la esperanza de que, al más puro estilo goebbeliano, una mentira repetida mil veces acabe convirtiéndose en verdad. Lo cierto es que ha conseguido que a más de uno le asalte la duda y crea "que algo habría".

Ciertamente el clásico, y a veces excesivo, secretismo del Centro, no ayuda mucho y conduce a que no sean legión los que realmente comprenden cuáles son sus cometidos y funciones, no ya ciñéndonos a Juan Pueblo, sino abarcando a numerosos funcionarios policiales y puede que incluso hasta el juez que investiga las estafas y usurpaciones supuestamente cometidas por el susodicho joven.

Lo cierto es que en inteligencia, si quieres saber todo de todo, pagas por saber todo de todo y eso es inviable desde cualquier puntos de vista. No sólo es una cuestión de disponibilidad de recursos, endémicamente insuficientes, sino de marco legal: el CNI debe atenerse a las directrices que le son marcadas, siendo estas similares a las de cualquier país democrático.

Más sencillo es definir aquello a lo que no se dedican ni se dedicarán nuestros espías, cesta en la que meter tanto temas de índole política dentro del territorio español -como ocurre con la trifulca existente en Cataluña-, como asuntos de naturaleza delictiva –tales como casos de corrupción, recayendo este cometido en las fuerzas policiales- y por supuesto el hacer de correveidile de la Casa Real para solucionar los líos de la Infanta y su señor esposo.

Por tanto, los "encargos" esgrimidos por Nicolás no tienen el menor encaje en un sistema democrático moderno como el que disfrutamos. Como mucho se podría asociar a reminiscencias del pasado, cuando todavía era CESID y su marco jurídico era endeble.

Incoherencias, verdades y mentiras

No es únicamente que Nicolás no tenga nada que ofrecer al CNI, sus incoherencias van mucho más lejos: reinventa el término de Charlie, una deriva del alfabeto radiofónico propia de la jerga militar, que ni existe ni ha existido nunca en el ámbito de la inteligencia oficial, no sólo en nuestro país, sino que tampoco se puede encontrar en la extensa literatura anglosajona. A lo sumo, nos evoca aquellos tiempos donde Rambo apaleaba a los chicos del vietcong.

La receta de Nicolás para conseguir que le crean, o al menos sembrar dudas, no es novedosa: mezclar verdades con mentiras, agitar bien y servir en el momento oportuno. Es cierto, por ejemplo, que Nicolás entró en el edificio del CNI -al menos en la parte más exterior destinada a las visitas- y es igualmente cierto que se comunicó posteriormente por email con la jefa de Gabinete de este organismo, a quién señala como instigadora de sus alegalidades y de la cual aportó uno de sus emails como la "prueba definitiva" de una estrecha relación.

¿Qué hacía Nicolás dentro del CNI?: simplemente iba de acompañante del presidente de una empresa organizadora de eventos –al cual se había "acoplado" inesperadamente el día anterior de la cita-, empresa que buscaba organizar un almuerzo informativo abierto al público cuya estrella invitada principal sería el director, general Félix Sanz Roldán. Se comenta que en la media hora que duró el encuentro Nicolás habló más bien poco del asunto que allí le llevaba –el evento- y mucho de su persona. No será ni el primer ni el último joven que sueñe con ser espía.

Aunque el sr. Sanz Roldán acostumbra a acudir a muchas charlas, esa no fue una de ellas. A pesar que el empresario contaba con el apoyo de la jet empresarial madrileña, la invitación fue declinada debido al carácter eminentemente lucrativo del acto. Queda por definir si Nicolás representaba en ese momento el papel de estudiante servicial en CUNEF o iba a la vanguardia de empresarios ávidos de tráfico de influencias.

A diferencia de otros países como en EEUU, donde existen visitas programadas a la CIA, el Pentágono o la Casa Blanca a las que cualquier escolar puede acudir, aquí los muros del Centro todavía imponen respeto. En cualquier caso, los visitantes, tras pasar el control, sólo acceden a un pasillo rodeado de salas minimalistas y nada glamurosas, a las que acude el funcionario al que se va a visitar, donde poco más hay que una mesa y sus correspondientes sillas.

Sin perfil de espía

Respecto a Nicolás, bien sea su ignorancia o bien su madera de presunto estafador lo que le da atrevimiento, caben pocas dudas de que no reúne el adecuado perfil para ser espía, a menos que la discreción encuentre virtud en un chaval que se hace selfies con personajes relevantes de la fauna político-empresarial, mientras presume escandalosamente de sus amistades. Por no hablar de la escasa fiabilidad que emana de su persona: cualquier informe de seguridad –examen del background presente así como la evaluación de futuros riesgos de cara a la desvinculación-, siendo paso previo e imprescindible antes de siquiera aproximarse a un posible activo, lo descartaría como candidato al etiquetarlo como bomba de relojería andante.

El diablo está ciertamente en los detalles. El ya famoso email de la jefa de gabinete del CNI que Nicolás enarbola como prueba o la afirmación infantil de que sus contactos utilizaban "números ocultos", no hacen más que hundir todavía más su historia. Sobre lo primero decir que la jefa de gabinete ocupa un cargo de índole burocrático que nada tiene que ver con la captación o explotación de fuentes humanas, es decir, espías. Lo segundo raya simplemente en la estupidez, porque, al margen de que los teléfonos desechables son utilizados hasta por los delincuentes, ¿qué sentido tiene negarle a un colaborador un teléfono de contacto para que pueda llamar cuando tenga algo que contar?

Lo preocupante de esta rocambolesca historia no son los delirios de Nicolás. Ni siquiera que se le dé cancha mediática a un joven que oscila entre presunto estafador y megalomaníaco, sino que de alguna manera venga a suponer el reflejo de una realidad social que está ahí. Igualmente preocupante es el descrédito gratuito de las instituciones, potenciado por la insensatez de poner en cuestión cualquier desmentido oficial simplemente porque se prefiera la teoría conspiranoide según la cual es la mano negra del Gobierno la que actúa soterradamente tapando escándalos por doquier.

Si un servicio de inteligencia se plegase a intereses políticos, entonces ese sería el principio de su fin.

*David R.Vidal ha trabajado como informador para el CNI durante más de una década y hasta el año 2013, así como otros organismos oficiales, tejiendo una red en 16 países fundamentalmente en el continente africano. Es autor del libro Diario de un Espía. En la actualidad dirige GlobalChase, una consultora privada de inteligencia.

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