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La política de tierra quemada de Mas se lleva por delante a Junqueras, Duran y la ANC

La estrategia y calendarios de Convergencia suponen el fin a plazos de la federación CiU, el debilitamiento de la ANC y el desgaste de ERC.

La estrategia y calendarios de Convergencia suponen el fin a plazos de la federación CiU, el debilitamiento de la ANC y el desgaste de ERC.
Atur Mas, en un acto en el Forum de Barcelona | EFE

Un mes después de que el presidente de la Generalidad, Artur Mas, abriera la campaña electoral más larga de la historia el paisaje en el frente separatista es de puentes rotos entre los partidos y decepción.y desorientación en sus bases. Con la pompa acostumbrada, el líder convergente anunciaba el pasado 14 de enero un anticipo electoral en Cataluña a nueve meses vista, el 27-S, y lo que era "aún más importante", la recuperación de la unidad en el "bloque soberanista". A día de hoy, Convergència está a punto de apuntillar a Duran y la "hoja de ruta" compartida con ERC es historia tras la comparecencia de Mas a petición de Junqueras en la comisión del caso Pujol.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha perdido fuelle y debe renovar a toda su cúpula entre abril y mayo. Las reuniones que se debían celebrar entre los partidos del derecho a decidir y las organizaciones sociales para planificar los pasos a seguir hasta la independencia han quedado aplazadas sine die.

En Esquerra se cuestiona abiertamente el liderazgo de Oriol Junqueras tras sus indecisiones y errores ante Mas, convertido en cabeza de cartel del independentismo. Se le acusa de divismo y se pone como ejemplo el tono y contenido de su última conferencia. En ERC crece la impresión de que Junqueras, a pesar de sus reticencias, resistencias y estridencias, es una marioneta en manos de Artur Mas.

Refundación convergente

La inminente ruptura de CiU es uno de los clásicos recurrentes de la política catalana, pero ahora Mas ha traspasado la línea roja al desautorizar al líder de CiU en Madrid, Josep Duran Lleida, con ocasión del Pacto Antitterrorista. La abstención de los diputados convergentes frente al voto a favor de los democristianos se interpreta como un paso hacia el inevitable fin de la federación de partidos que fundara Pujol. Esta vez va en serio, se admite en ambas formaciones. Mas pretende aprovechar los escándalos del clan del expresident para refundar el partido y, de paso, arrebatarle a ERC la bandera independentista. Eso es incompatible, según Duran, con el pacto con Unió.

Dirigentes de una y otra acera de la coalición creen que se salvarán los trastos al objeto de presentar las listas para las elecciones municipales, pero el número dos de Convergència, Josep Rull, ha insistido en que el programa de su partido para las autonómicas de septiembre contendrá la ruptura con España, sea o no causa de separación con Unió o el partido que haya detrás de Duran. De entrada, el bofetón de los diputados de CDC a Duran ha dado ánimos a la corriente separatista de Uníó, que no cesa de cuestionar a su líder.

El único que parece salir indemne y reforzado de todas las crisis es Artur Mas. Superado el trance de comparecer en el Parlamento catalán para ser cuestionado por sus relaciones con los Pujol y su papel en la corrupción nacionalista, Mas se afianza al timón del proceso separatista y plantea en un estado de campaña electoral permanente en el que se le permite desatender las principales tareas ejecutivas en favor de un proyecto al que tratan de insuflar aire con el argumento de que las próximas municipales deben ser un test que dé paso a la "primera vuelta" de la independencia, "concepto" que ha sustituido al de elecciones plebiscitarias para referirse a la convocatoria del 27-S. Es la política de pantallas superadas y tierra quemada de Mas, una estrategia que ha diezmado a la ANC, arrinconado a Junqueras y defenestrado a Duran en menos de un mes.

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