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Juan Carlos Girauta: "Rosa Díez jugó a hundir a Ciudadanos"

El eurodiputado repasa la expansión nacional de Ciudadanos y expone su visión política, económica y cultural.

El eurodiputado repasa la expansión nacional de Ciudadanos y expone su visión política, económica y cultural.
LD/D.Alonso

La cúpula de Ciudadanos pasea por este hotel cercano a Atocha, ideal para bajar y subir del AVE, como por su casa. Juan Carlos Girauta (Barcelona, 1961) almuerza frugalmente -ensalada de ventresca, fruta y una infusión- mientras repasamos su trayectoria vital y política y sus ideas sobre el momento de cambio que vive España, la crisis de la UE y el modelo cultural que necesita nuestro país, sin descuidar sus últimas pesquisas como lector y cinéfilo. Durante la hora en que la grabadora estará encendida -poco antes de la presentación en la capital de la segunda parte del programa económico de Ciudadanos- entran y salen de escena varios dirigentes y empleados del partido, incluido Albert Rivera, con el que se funde en un cálido abrazo.

Usted llega a Ciudadanos como independiente, se presenta a las primarias para ser candidato a las europeas y termina integrado en la Ejecutiva del partido. ¿Cómo se produce ese proceso?

Estoy también en el grupo de estrategia. Todo lo que me pregunta no se puede contestar sin aludir a la afinidad y a la amistad con Albert Rivera. Hemos hablado mucho, la confianza era ya muy grande cuando decido dar el paso. Una vez me convierto en eurodiputado él entiende que hay un nuevo flanco que se abre para el partido, muy importante para una formación en expansión, el de las relaciones con las instituciones y partidos europeos. Por eso se creó una secretaría específica y me nombraron.

Antes de eso usted es clave en la redacción del documento que impulsa Movimiento Ciudadano.

Es el resultado de conversaciones durante bastante tiempo sobre dos ideas centrales: la primera la urgencia de un proceso de regeneración que tenía que ver con la única luz al final de un túnel provocado por varias crisis superpuestas; en segundo lugar la reflexión de que nosotros, por habernos curtido en un determinado entorno, el de la hegemonía asfixiante del nacionalismo catalán, nos convertimos en gente cuyo proyecto para España estaba más claro que en otros lugares donde la defensa del proyecto común, de la trama de afectos, no era necesario hacerla todos los días. Por tanto, con una idea del país y de su regeneración nos planteamos lanzar un guante a la sociedad, para que quien se sintiese identificado se sumase. No estamos hablando, por tanto, de un planteamiento de partido. Fijamos cinco puntos concretos que usted recordará y la prueba de su necesidad es que ya hay decenas de miles de adhesiones.

La primera gira de la plataforma en el invierno 2013/2014 fue un éxito en varias capitales españolas y allí se reivindicó un concepto francés, la rassemblement, algo en la línea de lo que hizo Nicolás Sarkozy integrando en su Gobierno a un socialista como Bernard Kouchner o, con los matices que hay al otro lado del Atlántico, Barack Obama con la presencia de republicanos en su gabinete.

Sin duda ese espíritu nos alentaba, precisamente porque parece ser una vía vedada en España, la de los grandes acuerdos. Se habían rescatado además categorías sectarias, guerracivilistas, como suele recordar Albert. El PP y el PSOE tenían un problema y una ventaja, lo primero el agotamiento de sus materiales, y la ventaja que ambos contaban con un abanico muy amplio de matices entre sus bases, también entre sus votantes. Muchos estaba en un espacio que denominamos de centro. La sociedad española parecía condenada a un renovado turno de partidos, como si esto fuera la Restauración. Le faltaba algo, respirar aire nuevo. Estamos hablando de la parte de la socialdemocracia que comprende que la libertad económica es la que genera la riqueza, por ejemplo, y la parte liberal que entiende que el estado del bienestar es un tesoro que no se puede perder. Eso se veía desde la calle pero no tenía una traducción en el debate político español. Hemos introducido ese espacio y, como se está viendo, tiene un poder de atracción enorme.

Eso entronca, me imagino, con la reivindicación que están haciendo de Adolfo Suárez, ahora que se cumple un año de su muerte.

Sin duda, definitivamente. Es un personaje admirable, que fue capaz de hacer aquella transición "de la ley a la ley" y de aglutinar a gente de las ideologías más dispares, algunos de los cuales acababa de legalizar, para que se embarcasen juntos en la redacción de una constitución aceptada por todos y de una reglas de juego económicas aceptadas por todos, lo que fueron los pactos de La Moncloa. Y una vez hecha esta tarea histórica se marcha, traicionado y vilipendiado por los contrarios y por los los suyos. Es una figura clave. Pero mire, también reivindicamos, porque no somos sectarios, que Felipe González y José María Aznar tenían proyectos para España que merecían tal nombre, con todos los errores que ambos cometieron. Eso falta ahora y nosotros queremos encabezarlo.

¿El negativo de todo lo que está explicando es Rosa Díez?

Yo no quisiera hacer una crítica personal de Rosa Díez. La he conocido en unas negociaciones a las que acudió sabiendo de antemano que no quería llegar a ningún tipo de acuerdo con Ciudadanos. Sé de ella que por cuatro veces se negó a cualquier aproximación o acercamiento; que trabajó para aplastar a Ciudadanos en Cataluña, cuando estaba cercado por la hostilidad nacionalista; que cuando era eurodiputada del PSOE se permitía unas críticas feroces a su secretario general que ahora no permite a sus eurodiputados. Todo esto es objetivo, no haré valoraciones personales.

Pero además de con la líder de UPyD usted se sentó con otros dirigentes del partido que ahora parecen haberse convertido súbitamente al entendimiento con Ciudadanos. Supongo que no hace falta que le dé nombres.

He tenido la inmensa suerte de coincidir en la Eurocámara con Paco Sosa, al principio, con Fernando Maura y con Enrique Calvet. En muy pocos meses hemos desarrollado una confianza y hemos constatado una coincidencias que se nos hizo evidente que nuestro proyecto era el mismo. Cada vez que ellos han propuesto algo Javier Nart y yo lo hemos apoyado, y viceversa. Estamos en un único espacio y hemos intentando por todos los medios que ese espacio tuviera unas siglas o una coalición que lo representara, pero la otra formación, en una estrategia absolutamente mezquina, ha jugado a aplastarnos. Los resultados están a la vista.

Juan Carlos Girauta durante la entrevista. LD/D.A.

No se escape, me refería también, lo diré más claro, a dirigentes como Irene Lozano.

Fue una persona formalmente correcta en las negociaciones. Pero debo decir que el día después de que mi querido y admirado Sosa Wagner publicase en El Mundo una pieza cargada de razón sobre todo lo que le acabo de contar Irene Lozano fue la encargada de vilipendiarlo, insultarlo públicamente y desatar una caza de brujas contra él. No diré más.

Hablemos de economía. El Gobierno lanza las campanas al vuelo de la recuperación, sobre todo tras los datos históricos del paro en marzo. Sin embargo, muchos observadores siguen apuntando a las deficiencias estructurales de nuestro modelo productivo. Usted forma parte ahora de la Comisión de Industria del Parlamento europeo, ¿qué modelo necesita España?

Tenemos que ser un país que ocupe un lugar importante en la cadena de valor. La investigación y el desarrollo y el talento hay que enfocarlos a eso. Eso se hace, naturalmente, impulsando el I+D, que quizá hemos descuidado todos, empresas y administraciones. Yo creo en un modelo público privado porque es el que funciona. Es el que ha funcionado en EEUU, como demuestra en su imprescindible obra "El Estado emprendedor" la profesora Mariana Mazzucato, el que funciona en un país tan pequeño y tan asombrosamente innovador como Israel.

El mundo dentro de veinte años se habrá transformado muchísimo y hay un área crucial, me refiero al Big Data. Tendríamos que estar ya dedicando recursos públicos a eso, buscando talento universitario y empresas de capital riesgo. Corremos un peligro muy serio: que a las buenas ideas salidas de nuestros departamentos universitarios les falte el tramo que lleva a poner un producto o un servicio en el mercado, ese hueco es crítico y hay que llenarlo. Necesitamos el mismo número de gente generando ideas que ideando cómo implementarlas.

Pero también digo que no debemos caer en la tentación de condenar sectores simplemente porque sean los nuestros. Yo cuando oigo ataques a nuestro sector turístico me llevo las manos a la cabeza. Es importantísimo, somos líderes mundiales, tenemos, aparte de las condiciones naturales, el Know How y capacidad para cubrir todos los segmentos: el turismo cultural, el gastronómico, el deportivo, el religioso... eso hay que ponerlo en valor. Los franceses de cada piedra de cualquier pueblo hacen una atracción turística. Los países se desarrollan y crecen a partir de aquello que tienen. Eso además nos permite equilibrar nuestra balanza comercial, España sigue en el círculo vicioso de que cada vez que aparece la recuperación volvemos al déficit por cuenta corriente. Cuando la gente consume empezamos a comprar más fuera que dentro. Esto es un mecanismo muy difícil de solucionar y el turismo ayuda, porque equivale a la exportación en términos macroeconómicos. Y le digo lo mismo del otro sector demonizado, la construcción, con todas las críticas que hay que hacer a sus excesos. La gente se sorprendería de la cantidad y calidad de proyectos que hay asociados, por ejemplo, al Plan Juncker, relacionados con la rehabilitación de viviendas o con la eficiencia energética. Eso puede dar mucha riqueza y mucho empleo. No se me ocurren, sinceramente, muchos sectores punteros en los que no tengamos gente preparada en la universidad y gente con experiencia en la administración. La clave es ponerlos en contacto.

Usted está siendo testigo de una gran transformación en el escenario europeo, que por supuesto tiene su detonante en la victoria de Syriza en Grecia y en las negociaciones sobre los rescates. Por citar un elemento importante, ahora se habla de "las instituciones antes conocidas como la Troika".

Hemos cambiado el lenguaje, es verdad, pero algo más. De fondo hay una autocrítica muy importante del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Él explícitamente deploró el modo en que innecesariamente se había humillado a países soberanos. No es sólo, por tanto, el cambio de nombre. Juncker ha recordado que a presidentes de Gobierno democráticos, fruto de procesos escrupulosamente participativos, les daban órdenes funcionarios en su propio país. Eso no se puede volver a repetir porque, insisto, es una humillación a la soberanía de algunos países. Juncker, cuando dijo esto, cito a Grecia y a Portugal. Tiene toda la razón y no parece, verdad, que se trate de un antisistema ni de alguien en las coordenadas ideológicas de Syriza.

Por otro lado, habría que hablar de la manera en que se ha caricaturizado al señor Varoufakis [Yanis] por parte de gente que no lo ha leído ni sabe quién es. Yo entiendo que es el ministro de finanzas de un Gobierno que se presentó con propuestas muy radicales, pero se trata de un economista de prestigio que en el terreno de los hechos ha renunciado claramente a cualquier quita y está haciendo planteamientos que son asumibles. Lo que él no quiere es un dictak, no está dispuesto al teatro de firmar un tercer rescate cuando no está conforme con los términos del mismo. Se le quiere hacer pasar por ese tubo y propone otra forma de hacer las cosas. Y en esa forma está el compromiso de pagar toda la deuda, pero con fórmulas como poner en relación el crecimiento del PIB con lo que se paga ese año. ¿Eso es desdeñable de entrada? No me lo parece, con sinceridad. Grecia ha perdido el 30% del PIB aplicando las políticas de austeridad de la UE, hay un momento en el que una sociedad dice basta cuando ha perdido tanto, y ese grito se ha canalizado mediante el voto a Syriza. Que nadie olvide que las principales alternativas eran dos partidos podridos como Nueva Democracia y el Pasok. Esos son los responsables del delirio del gasto público. Ya le digo, aquí la gente sigue ninguneando a Varoufakis cuando le puedo asegurar que en Bruselas se le trata muy en serio. Y que conste, como no se le escapa a nadie que me conozca, que yo estoy lejos de las ideas de Syriza.

Volviendo a España parece inevitable preguntarle por el PP. El partido con el que compiten, con el que podrían pactar y que les ha lanzado ataques muy duros, de brocha gorda.

En el PP hay que gente con más y menos luces. Me imagino la cara que se les estará quedando a quienes nos ninguneaban cuando ven que van a tener que sentarse en una mesa con nosotros para hacer posible la estabilidad en muchos sitios. Otra gente ha tenido mayor visión, como Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre. Por desgracia no me sorprende lo otro, reacciones lamentables como decir que en Andalucía no puede gobernar un catalán.

Dice Pablo Iglesias que no es lo mismo "cambio que recambio".

Nuestra opción está clara. La otra opción de cambio, situada en la extrema izquierda, también. Tienen todo el derecho a estar ahí, con su propuesta. Pero los cambios hay que hacerlos, volvemos a Suárez, "de la ley a la ley". Incluso, fíjese, si se modifica la Constitución, habrá que hacerlo conforme a sus propias normas, no nos podemos cargar el estado de derecho. No se puede meter miedo tampoco a ningún sector de la población.

Mariano Alonso junto a Juan Carlos Girauta. | LD/D.A.

La cultura, la vida, o ambas

Su perfil es el de un heterodoxo ecléctico. Es jurista de formación pero ha sido periodista, ensayista, experto en management y teoría de juegos, novelista, cantante incluso... y todo ello sin dejar de orbitar nunca sobre la política.

Es cierto, me veo a los quince años leyendo Viejo Topo, con unos debates demasiado abstrusos para esa edad [risas]. Como le he contado a usted en alguna ocasión, una gran influencia para mí, cuando estudiaba Derecho en Barcelona, fue el profesor Jordi Solé Tura, era el catedrático de derecho político, me marcó mucho. Luego leo a una serie de autores que me hacen abrirse al liberalismo y dejar atrás, en parte, la izquierda. Pero mire, en este momento de mi vida, y en este momento de España, considero la ideología un lastre y las etiquetas que me pongan no me preocupan, como tampoco la pureza ideológica. Lo avalaré citando a un célebre liberal, Jean-François Revel, que en "El ladrón en la casa vacía" señala muy bien cómo la ideología puede suponer una manera de cerrarse al mundo, de vivir con anteojeras. Yo ahora tengo un ideario y unos objetivos para mi país, dentro de la Europa en la que creo.

Como biógrafo de Manuel Azaña, me parece pertinente preguntarle por la relación entre políticos e intelectuales. Viendo lo que ocurrió con la Agrupación de intelectuales al servicio de la República, ¿no han sido los políticos en buena medida responsables del retraimiento de los intelectuales hacia el compromiso político?

Lo más granado de la intelectualidad, como era lógico, apoyó aquel proyecto, aunque también es verdad que esas lúcidas mentes se desencantaron enseguida. Era una época terrible, estremece revisar los discursos que entones se producían con total normalidad, había una violencia verbal terrible.

Después la figura del intelectual, como se manifiesta en los sesenta en Francia o en los setenta aquí me parece cada vez más antipática, aunque al joven que fui le fascinaba. Yo siempre recomiendo leer "Intelectuales" de Paul Johnson para ver determinados vicios de los "compañeros de viaje". La mayoría de las veces, por desgracia, son ciegos ante los abusos de quienes les dan pábulo. Hay extraordinarios novelistas que han apoyado regímenes repugnantes, la lista sería muy larga pero creo que está en la mente de todos.

El otro día se daba un dato estremecedor desde el punto de vista cultural, que en el siglo XVIII la tirada media de un libro de ensayo era de algo más de dos mil ejemplares...

[media sonrisa] como ahora.

Pero con la diferencia notable de que entonces en España había quince millones de habitantes, la mayoría de ellos analfabetos. Ante eso, ¿qué hacer?

Me deja desolado. No entiendo que en la sociedad donde es obligatoria la enseñanza hasta los dieciséis años, donde todo el mundo tiene acceso a la red, existan estos niveles tan bajos de lectura, apoyados además en obras de muy baja calidad, como libros de famosos de la tele o novelas históricas de categoría muy discutible. Es necesario una verdadera revolución en la Educación, en la instrucción pública. Tiene que ser de máxima calidad, no debemos asumir que el destino nos condene a que pasada la frontera en Gerona la gente haya leído a los clásicos y hable bien. Yo no me conformo. Los gobiernos sucesivos no han sido ambiciosos en este tema tan crucial.

Me gustaría preguntarle por los institutos Cervantes, ahora que se habla tanto de la "Marca España". En algunos casos parece que se han reducido a ser meras academias de idiomas. ¿No ha faltado, también ahí, ambición?

Depende mucho de quién dirija cada centro. Efectivamente en algunos casos es como usted dice. Pero en otros hay más iniciativa. Es una red que estamos obligados a mantener y a mejor. Es una canalización de nuestra cultura en el mundo fundamental. Estamos hablando de hacer de la cultura española algo de referencia, que lo es por derecho.

No se puede hablar de políticas culturales sin referirse al famoso 21% del IVA.

Es a todas luces un exceso intolerable, que ha perjudicado al sector cultural. Estamos hablando de un 5% de nuestro PIB. Hay que escuchar sus reivindicaciones y sus quejas, se han cerrado centenares de empresas. Ciudadanos lo bajará, me comprometo a ello.

Educación y Cultura, ¿juntas o separadas?

Tienen que ser dos ministerios distintos. Son dos asuntos muy importantes, sensibles y complejos. El reto de la enseñanza del que hablábamos antes y las cuestiones culturales o de la propiedad intelectual. Necesitamos un ministro de Cultura que sea muy sensible al sector, que hable con ellos y, por supuesto, que no deje de asistir a ninguna de sus citas importantes.

¿Qué libro tiene en la mesilla de la noche?

"De animales a dioses", de Yuval Harari. Sencillamente fascinante.

Dígame su escritor favorito.

Es difícil optar sólo por uno, pero Jorge Luis Borges sigue siendo mi debilidad. Le he leído con fruición durante años.

¿Ha podido ver ya en la pantalla grande la última versión de "Blade Runner"?

Aún no, ardo en deseos. Me impactó enormemente. Su estética, se lo confieso en secreto, está detrás de la mente tortuosa del protagonista de mi novela "El Desorden".

LD / David Alonso Rincón

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