Menú

La Exposición de Sevilla de 1992 fue también una "expoliación"

El responsable de Comunicación del excomisario Olivencia la considera el principio de la actual España corrupta.

El responsable de Comunicación del excomisario Olivencia la considera el principio de la actual España corrupta.
Entrada para la Expo'92 | Wikipedia

El pasado mes de abril se cumplieron 25 años desde que abrió sus puertas en la Isla de la Cartuja de Sevilla la Exposición Universal de 1992. El que fuera director de Comunicación de la Oficina del Comisario Manuel Olivencia, el periodista Francisco Rubiales, está publicando una serie de artículos en los que trata de interpretar qué fue lo que ocurrió en aquellos fastos. Su conclusión es que frente a la imagen de una España preparada y moderna se alzó imparable una corrupción política que ha terminado convirtiéndose en una realidad cotidiana en España.

En estos artículos, publicados en Confidencial andaluz, Rubiales desgrana cosas como la que sigue: "La Exposición Universal entró en Sevilla, en 1985, cuando se abrió la Oficina del Comisario en la avenida de la Palmera como un torbellino, y pronto se convirtió en la tarta más deseada y en la gran oportunidad de medrar y enriquecerse para políticos, parásitos, mediocres, ambiciosos y todo tipo de sinvergüenzas. La construcción del recinto fue pronto percibida como una obra magna que, al igual que la miel atrae a las moscas, atrajo a todo tipo de ambiciosos".

En aquellas obras, "se inauguró una filosofía política nueva y desconocida, que se resume en la frase 'Todo el poder para el partido', grito que en aquella España equivalía al leninista 'Todo el poder para los soviets'. Eran los tiempos en que Felipe González entró a saco en la sociedad civil española y la desarticuló y desarmó afirmando que todo el poder debía estar controlado por el partido. Eran los tiempos del "Dales caña, Arfonso", con el que las multitudes descamisadas jaleaban el despliegue de poder socialista. Aquella filosofía es la que amparaba la construcción de la Expo 92 y de las Olimpiadas de Cataluña".

Y apostilla: "En la Exposición, el embajador de aquel mundo intervencionista era Jacinto Pellón y en Cataluña fue el propio Jordi Pujol el que encarnó aquel avasallador 'leninismo made in Spain', en el que el Estado era casi un dios".

Rubiales contrapone la figura del catedrático Manuel Olivencia con la figura de Jacinto Pellón, fallecido hace unos años, que lo sustituyó al frente de la Comisaría General de la Expo: "La llegada de Jacinto Pellón a la Exposición, en 1987, con poderes muy amplios, representó la apertura plena de las puertas de la corrupción, antes apenas entornadas porque la organización, en manos del comisario Olivencia, no colaboraba".

Y precisa: "Los recaudadores del partido empezaron a salir a las calles, sin complejos, para exigir dinero a cambio de contratos y subvenciones. Los empresarios aprendieron a contratar en los restaurantes, en comidas largas y bien regadas, a cambio de fajos y maletines de billetes. Restaurantes lujosos de Sevilla como La Dorada y Oriza se convirtieron en mercados de contratos y concesiones y en templos donde se producía el maridaje entre el dinero oscuro y el poder".

Y continúa: "El partido político que dominaba España y Andalucía lanzó a sus recaudadores a la calle, pidiendo dinero 'para el partido' y presionando a las empresas. Pedir dinero 'para el partido' parecía legal, pero no lo era. Obras públicas, carreteras, AVE, concesiones, contratos, exclusivas… todo pasaba, de un modo u otro, por las mordidas y las comisiones. la gente estaba deslumbrada ante tanto poder y tanto dinero, pero la economía se adaptó pronto al nuevo espíritu que imponían los socialistas".

En su interpretación, Rubiales, que fue delegado de la agencia EFE en Cuba, comparó el régimen de poder de Felipe González con el régimen cubano: "Aquella filosofía del poder era terrible y causó estragos en la armadura moral que poseía la sociedad española. Fueron los tiempos en los que, según el ministro Solchaga, España era el país 'donde uno podía hacerse rico más rápida y fácilmente'".

Su análisis de conocedor íntimo de lo que se coció en aquella Exposición le lleva a decir que desde el poder político se expandía un sectarismo lamentable, resumido en frases como "Al enemigo ni agua", "En política vale todo" o "Quien no está conmigo está contra mí". Y confiesa que "aquello se parecía demasiado a lo que había escuchado en Cuba, en el entorno de Fidel, donde me decían que "El partido nunca se equivoca", "Hay que obedecer al partido, aunque creas que se equivoca" o "Los hombres pasan, pero el partido es inmortal".

Pero aquel impulso de la corrupción no se debía en sí mismo a la Expo sino a la concepción no democrática del poder que tenía el PSOE de 1982. "Cuando los vi funcionando en torno a la Expo 92 me di cuenta de que no eran demócratas porque la democracia es justo lo contrario de lo que ellos eran. La democracia exige cautelas, frenos, leyes y contrapesos para que el poder quede limitado y controlado. Es un sistema que se basa en la desconfianza hacia el Estado, pero Felipe González y sus adláteres eran pura osadía, sin cautelas, sin frenos, resueltos, casi dioses del trueno y del cambio con el mandato que el pueblo español les concedió con su abrumadora victoria electoral".

Por ello, "se atrevieron a casi todo: a desarticular y apoderarse de la sociedad civil, a apoderarse del Estado, a dar bula al nacionalismo catalán para que creciera y robara a placer, a expropiar a Ruiz Mateos, a entregar los despojos de RUMASA a sus amigos y a organizar con éxito, ímpetu y poder, en el mismo año, eventos tan poderosos como la Expo 92 y las olimpiadas, pero abriendo antes todas las puertas y ventanas a los negocios sucios y al dinero fácil".

Rubiales responde a la cuestión de cómo fueron posible inversiones que superaron con creces los 300.000 millones de pesetas inicialmente previstos: "¿De dónde saldría tanto dinero? Aparentemente era un misterio, pero la clave estaba en que el mundo entero estaba deseando entonces prestar dinero a la nueva España, un país con todo su crédito disponible, y en que el gobierno de Felipe González estaba dispuesto a iniciar, con vigor, la terrible carrera hacia el endeudamiento que hoy ha convertido a España en un país que, por culpa del despilfarro y la codicia, es uno de los más empeñados de Europa y con su crédito internacional prácticamente agotado".

Y por terminar aquí, añade: "El socialismo andaluz, que después se consolidaría como el más intervencionista y corrupto de España, me recordaba demasiado a lo que yo había vivido en Cuba y terminó liquidando mi ilusión de servir en lo público".

Temas

En España

    0
    comentarios