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Diada: la historia interminable desde 2012 a veinte días del 1-O

Los partidos y entidades separatistas vuelven a llenar el centro de Barcelona en un 11-S contra los alcaldes "legales" y la Guardia Civil.

Los partidos y entidades separatistas vuelven a llenar el centro de Barcelona en un 11-S contra los alcaldes "legales" y la Guardia Civil.
Multitud de banderas independentistas en la manifestación de la Diada | EFE

La manifestación de la Diada no ha debido coger por sorpresa al Gobierno. Por sexto año consecutivo, el separatismo ha mostrado sus poderes en la calle, como estaba previsto. Un día al año es capaz de movilizar a cientos de miles de personas de todos los rincones de Cataluña. Desde el año 2012, las bases independentistas han sido fieles a la llamada de los partidos y las entidades separatistas, han comprado las camisetas, han interpretado las coreografías norcoreanas (en esta edición, el desplazamiento de cuatro grandes pancartas con ciertas dificultades de coordinación), han gritado independencia y han escuchado los mismos discursos.

La independencia siempre ha estado a la vuelta de la esquina. En 2012, llegaría en 2014; en el 13 faltaba un año para el 14 y en ese año, el 9-N estaba a las puertas; en el 15, faltaban tres semanas para las elecciones autonómicas, pero plebiscitarias, del 27-S. El año pasado fue una Diada de transición, descentralizada. Y en esta ocasión, los líderes separatistas han dado por prácticamente declarada la república.

El portavoz de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez, gastó la "broma" de que le iba a dar una pista a los jueces y la Guardia Civil sobre la localización de las urnas y las papeletas. "Venid a Cataluña el 1 de octubre y os encontraréis las urnas llenas de papeletas en los colegios electorales". La presidenta de la Asociación de Municipios por la Independencia y alcaldesa de Villanueva y Geltrú, Neus Lloveras, insistió en la presión de los alcaldes reticentes a ceder locales electorales de su titularidad. "¿Se podrá votar en Barcelona, en Lérida?", clamó Lloveras en alusión a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (que por la mañana era partidaria de fomentar la participación, pero declinó asistir a la manifestación para evitar más alusiones), y Àngel Ros, el primer edil socialista de Lérida. El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, enardeció al público con la exhibición de una papeleta del referéndum.

Fallos de coordinación y menos gente

Todo según el guión previsto, aunque con fallos en el cronograma. Se guardó un ruidoso minuto silencio por los atentados de Barcelona y Cambrils que concluyó con Els Segadors. A las 17:14 se dio la salida a las pancartas que debían confluir en el cruce entre el paseo de Gracia y la calle Aragón. Las instrucciones a los manifestantes les instaban a cambiarse de camiseta debajo de las pancartas que a modo de "tifos" futbolísticos debían partir de los extremos de ambas avenidas para juntarse en el centro formando el símbolo de la suma. La gente no hizo demasiado caso, hacía calor y no era cuestión de llevar dos camisetas. Una mayoría la llevaba puesta de casa.

Antes de que se produjera la confluencia de las lonas, el público ya había comenzado a despejar el centro de Barcelona. Muchos de ellos afirmaban que era la última vez que se manifestaban bajo el régimen autonómico. Máxima ilusión con el referéndum a pesar de que los alcaldes de las ciudades más populosas de Cataluña no parecen dispuestos a facilitar a Carles Puigdemont y Oriol Junqueras la organización del referéndum.

El presidente de la Generalidad se felicitó por el éxito de convocatoria. "Normalidad absoluta. Lo hemos vuelto a hacer. Hemos demostrado al mundo que somos una nación, que queremos votar y que votaremos. Todo está dispuesto, aunque estamos abiertos hasta el último segundo a un referéndum pactado", declaró un eufórico Puigdemont al término de la manifestación.

La "oferta", con un millón de personas detrás como cifra oficial de asistencia, pretende conmover al Gobierno, forzar su claudicación y precipitar no sólo la república sino la abolición del que llaman "régimen del 78".

Baile de cifras

De ser cierta la cifra del millón, avalada por la Guardia Urbana, según los organizadores, entre 2015 y este año el separatismo ha perdido ochocientos mil manifestantes. La Delegación del Gobierno estima la participación en 350.000 personas y Sociedad Civil Catalana la reduce a 225.000.

El supuesto de la "primavera árabe"

Queda por ver si la ANC, la AMI y Òmnium son capaces de mantener una movilización sostenida, la primavera árabe con la que amenazan en el caso de que el Gobierno logre impedir la celebración del referéndum. La disposición de la CUP al choque y toma de las calles es absoluta, pero persisten las dudas sobre el grado de compromiso de la mayoría de independentistas, incluidos aquellos que ostentan cargos públicos de concejal para abajo.

La Generalidad felicita a los antisistema por la acción contra la Guardia Civil en la localidad tarraconense de Valls durante el registro de las instalaciones de la revista comarcal El Vallenc. Un centenar de personas se burló de los agentes que custodiaban las instalaciones de ese medio de comunicación, generosamente subvencionado por la Generalidad. La justicia imputa al propietario los delitos de desobediencia y malversación puesto que sería el presunto intermediario entre la Generalidad y la imprenta, en la que también tendría intereses, que habría impreso el manual de instrucciones para los interventores y vocales de las mesas del 1-O.

Quema de banderas de España, Francia y la UE

Desde ese 'escrache', menudean las provocaciones contra los Fuerzos y Cuerpos de Seguridad del Estado. Anteanoche, un grupo de radicales se concentró con bengalas ante la comandancia de la Guardia Civil de Barcelona. Este lunes, miembros de la CUP se manifestaron ante la comisaría de la Policía Nacional ante la Vía Layetana. En el acto "alternativo" de la CUP tras la manifestación de la Diada se quemaron banderas de España, Francia y Europa, una acción ya tradicional en esta jornada "cívica, pacífica, festiva y democrática" según la jerga nacionalista.

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