"I amb el somriure, la revolta". Lluís Llach, el cantautor y diputado de Junts pel Sí, música y letra del golpe contra la democracia en Cataluña, alertaba el sábado por la noche a sus seguidores en las redes sociales: "Demà deixem els carrers de Barcelona buits. Que els voltors no trobin menjar". "Mañana (por este domingo histórico y de esperanza en Barcelona) dejemos las calles de Barcelona vacías. Que los buitres no encuentren comida". La capital catalana se llenó de esas personas a las que Llach considera buitres. La Guardia Urbana daba la insólita cifra de 350.000 personas. La organización, Sociedad Civil Catalana (SCC) se atrevía con el millón. TV3 acepta la cifra de la policía local barcelonesa y admite que la mayoría de manifestantes procedía de toda Cataluña, no sólo del resto de España.
Las calles eran el vivo contraste del denso domingo anterior, cuando guardias civiles y policías nacionales fueron enviados a última hora para intentar hacer lo que los Mossos no habían hecho en una semana. Una encerrona aliñada con una vasta campaña propagandística con denuncias falsas sobre "brutalidad policial". Se vivieron escenas duras. La consigna separatista ha impuesto la cifra de ochocientos heridos. Una persona recibió un pelotazo en el ojo y permanece ingresada. En los Mossos se han registrado algo más de quinientas denuncias. La alcaldesa Ada Colau todavía no ha rectificado su grave acusación sobre las supuestas agresiones sexuales cometidas por policías y guardias civiles. En artículos de opinión de la prensa "soberanista" se da por sentado que sí las hubo.
Una ciudad diferente...
Quienes el pasado domingo fueron a votar se han encontrado con una ciudad diferente, literalmente invadida desde primera hora de la mañana por personas que llevaban banderas de España y la senyera, que se ha convertido en un símbolo de unidad y constitucionalismo tras ser despreciada por el bloque separatista en favor de la estrellada. Una joven miraba extrañada al grupo de abuelos que desayunaban en la terraza de una cafetería en la zona de la Sagrada Familia. Portaban sus banderas españolas a la espalda, igual que los independentistas. La chica no daba crédito. Barcelona había cambiado de color en sólo una semana. Tras cinco años de banderas separatistas, la española se adueñaba de las calles. Grupos de ciudadanos se dirigían a la plaza Urquinaona, desde donde debía partir la manifestación.
...y desbordada
A las diez y media comenzaba a constatarse que el recorrido iba a quedar ampliamente desbordado. A las once, una multitud homenajeaba a la Guardia Civil ante las puertas de la comandancia de Gracia. Los manifestantes bajaban hasta la estación de Francia, donde estaba el escenario para los parlamentos, por todas las calles. La Vía Layetana estaba colapsada. Se sucedían los homenajes a la Policía Nacional al paso por la Jefatura. Desde las once y media y hasta las tres de la tarde no paró de pasar una riada de ciudadanos cuyas proporciones son perfectamente equiparables a las mayores manifestaciones independentistas.
La fábrica de constitucionalistas
Si Madrid es una fábrica de separatistas, como no se cansan de repetir los dirigentes nacionalistas, Puigdemont, Junqueras y Mas han concienciado en una semana a cientos de miles de ciudadanos que ya no se callan ante sus delirios y disparates sobre una Dinamarca del Mediterráneo. La independencia estaba al alcance de la mano. Un paso más y ya. "Així, no" replicaba Puigdemont, un president elegido por la CUP, al Rey de España. De jefe de Estado a jefe de Estado. El éxodo empresarial les ha congelado la sonrisa a ellos y a los ahorradores (incluso los de la cacerola), a los empresarios que sufragaron una parte de la fiesta, cuyo coste principal ha corrido a cargo del Fondo de Liquidez Autonómica, a los medios de "obediencia catalana" y a quienes creían que sólo existían ellos, "un sól poble", según la retórica nacionalista.
Los CDR de la CUP siguen en pie
Los Comités de Defensa del Referèndum organizados por la ANC y la CUP siguen a los suyo. La consigna es que en Barcelona se ha concentrado la extrema derecha, que la mayoría eran de fuera, que había profusión de banderas franquistas y que el martes se debe producir la declaración de independencia. Persisten en la movilización permanente. La diputada Eulàlia Reguant se ha erigido en portavoz de la CUP y desde que anunció el jueves que comenzaban a trabajar en el "control efectivo del territorio" sin que ningún miembro del Govern rechazara el anuncio, la fuga de empresas y capitales ha alcanzado proporciones críticas.
Tercer impacto en 7 días
El tercer gran impacto, tras el discurso del Rey y las deslocalizaciones de urgencia, ha sido la histórica manifestación del domingo 8 de octubre, día en el que una parte de la sociedad ha recuperado el habla para decir basta ya. "¡Prou!". Sí, había autocares. Igual que en las manifestaciones de la Diada. Y personas venidas de todos los rincones de España, pero también había catalanes de Lérida, Gerona y Tarragona, de las grandes ciudades que rodean la capital, de la misma ciudad. Los trenes de cercanías estaban atestados. Igual que el Metro, de donde salía la gente cantando "yo soy catalán, catalán y español".
Algunos ciudadanos no podían disimular su estupor cuando en calles alejadas del recorrido se cruzaban con cientos de personas que acudían hacia el final de la manifestación por el paseo de San Juan y otras calles del Ensanche derecho. La zona del museo del Borne, la teórica zona cero de 1714, estaba atestada de banderas españolas. Las terrazas del barrio, llenas de banderas también. Una auténtica profanación desde la perspectiva separatista.
Racismo y nacionalismo
El premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, fue el primero en dirigirse a los cientos de miles de "buitres". Habló de los peligros del nacionalismo, de la "razón barrida por la pasión", del "fanatismo y racismo nacionalistas" que "ha sembrado la historia de Europa, del mundo y de España de guerra, sangre y cadáveres". Discurso memorable del escritor ante una marea de ciudadanos emocionados por no saberse solos. Recuerdos personales de la ciudad que respiraba libertad a principios de los setenta, una llamada para que vuelva a ser la capital cultural que fue y hasta una alusión a la economía: "No queremos que los bancos y las empresas se vayan de Cataluña como si fuera una ciudad medieval acosada por la peste".
"España es ya un país moderno, un país que ha hecho suya la libertad, con quinientos años de historia y que no va a permitir que una conjura independentista lo convierta en un país del tercer mundo. "Viva la libertad, visca Catalunya y viva España!", terminó Vargas Llosa.
La cuestión económica
El expresidente del parlamento europeo, Josep Borrell, tuvo duras palabras para Mas, Forcadell, Junqueras y Puigdemont. Habló en catalán, en francés, inglés y español. Acalló los "Puigdemont, a prisión" recordando que sólo los jueces pueden enviar a alguien a la cárcel. También habló de economía, de los engaños y de las mentiras de Junqueras y de la actitud de una parte del empresariado catalán. "A las empresas que ahora se marchan a toda prisa les digo: ¿no lo podíais haber dicho antes? Lo que decían en privado no lo podían decir en público? Esto no habría pasado". Borrell habló de una quiebra de la sociedad catalana, apeló a tender puentes, a no caer en las llamadas al boicot.
Silencio en la Generalidad
Todavía se espera una declaración oficial del gobierno catalán que llame a la calma a las empresas. Raül Romeva, el "ministro" catalán de Exteriores despliega una intensa actividad frenética. Mas habría viajado a Suiza para intentar una mediación internacional, insinúan los separatistas. Los cardenales del Vaticano hacen cola para hablar con Junqueras, afirmala propaganda nacionalista en todos sus medios, que difunden constantemente las imágenes de las cargas del domingo.
La CUP, el PDeCAT y ERC, junto al gobierno en la sombra compuesto por Artur Mas, David Madí, Oriol Soler, Francesc Vendrell, entre otros, debaten sobre los pasos a seguir y la declaración que pronunciará el martes Carles Puigdemont en sesión plenaria no suspendida por el Tribunal Constitucional. Jaume Roures aporta fuego de cobertura mediático y Pablo Iglesias promete en TV3 que si hay moción contra Rajoy se podría hablar de referéndum de autodeterminación. Se propone como mediador y como embajador de Cataluña en España. Un grupo de ciudadanos le ha abucheado este domingo en Barcelona cuando se disponía a tomar el AVE de vuelta a Madrid.
Independencia "en diferido"
Se especula con una declaración de independencia en diferido, es decir, que se anuncie el martes pero sin fecha de entrada en vigor. Se teoriza sobre las diferencias a efectos legales de declarar y proclamar. Las esperanzas de PDeCAT y ERC están fundadas en la mediación. La CUP les recuerda sus promesas, el resultado del referéndum del 1-O y que la declaración debe ser efectiva el martes, víspera de la Fiesta Nacional.
Las empresas han entrado en pánico y gran parte de los cabecillas de la sedición también. El consejero Santi Vila, que se propone como pacificador, sigue con la denuncia sobre la violencia policial, pero desliza que la CUP quiere una república socialista y no un Estado en forma de república. El radiofonista de referencia de la emisora del conde de Godó, Jordi Basté, pide ahora que se aplace la declaración.También Pilar Rahola desde La Vanguardia y TV3, aunque no se cansa de insistir sobre las cargas policiales y la ineluctabilidad de la independencia.
La fuerza de la CUP
Combinan las llamadas a la prudencia con las llamadas a la movilización y afirman que el traslado de sedes sociales no es importante. Que las oficinas de los bancos y sus bases de datos siguen en Cataluña. Afrontan acusaciones muy graves por delitos que comportan penas de prisión e importantes multas económicas. Santi Vila alude a una hipotética amnistía para los inhabilitados del proceso como una forma de distensión que debería abordar el Gobierno de España. Pero la CUP, con la fuerza de diez diputados y sus comités locales y de barrio, aplica una lógica aplastante a la situación. Si dan por bueno el referéndum, se tienen que aplicar los resultados y la ley de transitoriedad jurídica. No hay otra salida. Eso y la movilización general permanente. Sólo si hay una ruptura real habrá mediación internacional, sostienen los antisistemas y no pocos medios catalanes.
El exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo también habló a los "buitres" y fue para decirles que Puigdemont y todo su gobierno están cometiendo un delito y que cada vez hay más gente harta de ellos, una izquierda no nacionalista. Miquel Iceta no estuvo presente, a diferencia de Rivera, Arrimadas, Albiol, Alberto Fernández, y cuadros medios del socialismo catalán. El aclamado discurso de Borrell podría tener consecuencias en el juego de liderazgos del desnortado socialismo catalán, que a última hora dio "permiso" a sus militantes para sumarse a la manifestación. Los nacionalistas presionaban a los socialistas con la supuesta presencia de organizaciones de ultraderecha entre los convocantes. Para todos los medios catalanistas, Sociedad Civil Catalana es una organización de extrema derecha, a pesar de que está compuesta por simpatizantes de Ciudadanos, PSC, PP, de la extinta Unió, de Podemos y apolíticos absolutos.
La sociedad catalana está partida por el eje y muy tensionada. Hasta ahora sólo hablaban unos. La mayoría silenciosa ha lanzado un grito de denuncia, un mensaje a los separatistas y a los aspirantes a mediadores. Por primera vez desde que Mas activara la última fase de un proceso que inició Pujol en 1980 con la inmersión lingüística, TV3 y el adoctrinamiento general en el odio a España, los no nacionalistas han salido a la calle en masa. Hasta ahora, unos pocos miles se congregaban el 12 de Octubre o el 6 de diciembre. La tensión provocada por los planes separatistas, la falta de reacción del PP y del PSOE, la burda manipulación de todo lo ocurrido en los últimos años con el colofón del 1-O, el temor a que una sociedad entera se despeñe sin haber dado un paso en la dirección contraria al estilo de los que validan los arreones del proceso, todo eso ha generado una reacción inesperada, histórica, para millones de ciudadanos cargada de emotividad.
Un nuevo elemento
En el tablero catalán hay un nuevo componente. Nadie les había invitado a la partida en la que se jugaba su futuro y han roto el silencio y superado muchos miedos y mucha frustración para corear consignas de todo tipo, no sólo las relativas al "veredicto" sobre el major Trapero o a Puigdemont. Están hartos de días históricos, de discursos históricos, de teóricos derechos históricos, de proclamas parlamentarias históricas y han decidido hacer historia, un antes y un después.
Pase lo que pase a partir de ahora, nadie podrá hablar en nombre de Cataluña sin ofender a una parte muy notable de la sociedad catalana, la que en su mayoría pensaba que el Estado de Derecho estaba ahí para algo. La inminencia del desastre sin retorno los ha sacado a la calle, dispuestos a plantar cara a quienes les han ninguneado durante décadas, pisoteado durante años y amenazado en las últimas semanas con un suicidio colectivo oficiado por un gobierno fuera de la ley, un parlamento bolivariano, organizaciones "ciudadanas" como la ANC y Òmnium y la CUP, la Batasuna catalana. Definitivamente, Otegi no es un héroe para todos los catalanes que merezca entrevistas y más entrevistas en los medios públicos. La calle es de todos y Barcelona es una plaza dura. La manifestación debería tener consecuencias en el Gobierno, en el PSOE e incluso en Podemos. Existe una conciencia nacional y millones de españoles, muchos, muchísimos catalanes incluidos, para los que España no es un concepto difuso y prescindible.