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Félix de Azúa llama "fariseo" a Cebrián en 'El País'

Últimos estertores de la movida del Mobile y parece que los catalanes van a tener presidente. Un recluso violento.

El Mundo se echa las manos a la cabeza. "La Generalitat se burla del 155 y recibe al Rey con lazos amarillos". Teniendo en cuenta que ahora mismo la Generalidad es el binomio Rajoy-Soraya deduzcan ustedes el titular. Francisco Rosell se pone paternalista. "El soberanismo discurre por los cauces de la autodestrucción, lo que obliga al constitucionalismo a proteger Cataluña primeramente de aquellos que más dicen amarla". Quien bien te quiere bien te hará llorar, que decía mi abuela. Y no, no se refería a malos tratos, no era Metoo ni nada, menudo genio gastaba la señora. A Colau la vuelve a poner a caldo. "Su irresponsabilidad infantil llega hasta el punto impúdico de revelar una conversación privada con el Rey, jactándose de haberle regañado", esta tía es un caso. Dice Arcadi Espada que "la razón fundamental por la que Colau no recibe al Rey es porque luego tiene que ir a cenar con él. O sea, por el qué dirán". Vamos, que ya sin cámaras le faltó tiempo para correr al lado del Rey para tener contacto personal y presumir de ello al día siguiente en la radio. Criaturita.

El País desvela que "el separatismo pacta hacer presidente al preso Sánchez". Están que se salen. Primero un fugado, ahora un preso gamberro. ¿No hay nadie normalito en esa banda? Juan Luis Cebrián publica hoy un largo artículo en su periódico sobre la censura a cuenta de lo de Arco. Está muy pesadito con el tema y no le daría mayor cancha si no fuera porque va a tener que demostrar ese respeto y amor por la libertad de expresión tragándose un buen sapo. "Censurar es imponer supresiones o cambios en algo, así que Ifema vulneró la Constitución", dice Cebrián muy campanudo. "La discusión sobre los límites democráticos a libertad de expresión está hoy sobre la mesa de intelectuales y políticos habida cuenta del aluvión de inmundicia que circula por Internet, pero eso ni debe ni puede ser pretexto para que el poder establezca su propia y extravagante visión de lo que es permisible y no a la hora de expresarse. Ni el poder político, ni el económico, ni el de la opinión dominante. Si la libertad del arte está amenazada, lo están las libertades de todos nosotros". ¡Hay, qué bonito discurso! A ver lo que le dura la libertad a Félix de Azúa, cuya columna es una sonora bofetada en la jeta del presidente de su periódico. "Alguien con un poco de seso descolgó una soflama en forma de cuadritos e inmediatamente cabalgó sobre el universo moral la caballería de los defensores de la libertad de expresión movido por la cólera y la prisa por salir en el telediario". "A otros catalanes les cuesta más escapar de la censura e intentar ejercer la liberad de expresión", dice Azúa recordando la prohibición al Centro Libre de Arte y Cultura para acoger un acto de Tabarnia. Ahí "nadie movió un dedo en defensa de la libertad de expresión". "Ellos no tienen millonarios de ultraizquierda que de inmediato pongan su mansiones al servicio del teatro de ideas". "Fariseos", se titula la columna. Te doy dos telediarios en El País, Azúa. Pregunta a Miguel Ángel Aguilar.

ABC le arrea una leche al PP. "Acciona dio 60.000 euros en metálico al PP en plenas europeas de 2014". Resulta cuanto menos curioso que le dedique la portada a Granados el mismo día que ha declarado Magdalena Álvarez en el caso ERE, tema estrella de ABC. Hermann Tertsch habla del Rey. "El Rey Felipe VI no sólo ejerce como el principal bastión de la dignidad de la Nación. De una España que muchos atacan, otros traicionan y cada vez más españoles se muestran dispuestos a defender por mal que se pongan las cosas en un futuro próximo. También ha de hacer labores de pedagogía e ilustración básicas a una clase política que cuenta con una patulea de seres ignorantes (…) Ahora ha tenido que explicar a la alcaldesa de Barcelona el funcionamiento más elemental de las cosas. Que el papel del Jefe del Estado no es el de mediador entre los delincuentes y los defensores de la ley, como a ella le gustaría, sino por el contrario ser el máximo defensor de la ley y del Estado". Pobre Felipe, me lo imagino pensando cómo quitarse de encima a esa plasta. Y Rajoy por ahí de farra. Ahora se explica la mala cara que tenía en la cena.

La Razón dice que "el juez no dará permiso a Jordi Sánchez para ir a la investidura". A tomar por saco, que pase el siguiente. "Llarena cree que persiste el riesgo de que la excarcelación del líder de la ANC genere problemas de orden público". ¿La ANC dar problemas de orden público? A quién se le ocurre, qué desconfiado este juez. Alfonso Rojo cree que es un "bicho raro". ¿Y cómo es eso?, se preguntarán –o no–. Pues es que discrepa de la opinión generalizada sobre el horror que sería que el Mobile diera puerta a Barcelona. "Desde Rajoy al Rey, pasando por el presidente de Telefónica han lanzado sombrías advertencias e insistido en que sería una tremenda catástrofe. Pues a mí me importa un comino. Me encantaría que el próximo año trasladaran el MWC a Ponferrada o Monforte de Lemos, que esos 500 millones de euros que deja el gran guateque tecnológico, beneficiaran a los vecinos de esas localidades, pero no caerá esa breva. Lo más probable, si Colau, Torrent, los de la Cup y toda esa chusma siguen dando la tostada, es que acabe en Abu Dhabi y les confieso que no me da pena (…) Claro que hay millones de catalanes estupendos, que merecen lo mejor, pero si a la hora de la verdad eligen para que les gobiernen a unos cenutrios, que pechen con ellos". Pues Alfonso, me dejas preocupada. ¿Seré un bicho raro?

La Vanguardia confirma que no caerá esa breva. "El empuje del Mobile se impone a la tensión política". Pero no hay que perder la esperanza, Alfonso, el separatismo siempre tiene recursos. Mira, hoy por ejemplo Sergi Pàmies dice que "el Mobile excita el oportunismo político, el furor cortesano y las expectativas de los sectores hoteleros y prostibularios". Vamos, que los del Mobile son unos puteros. ¿Ves Alfonso? Con los indepes y sus barrabasadas nunca hay que perder la esperanza de que se peguen un tiro en el pie.

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