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Mossos d'Esquadra, una policía rota y colapsada ante la violencia separatista

Un sector del cuerpo reniega del 155, boicotea las órdenes, se mantiene fiel a los golpistas y critica las intervenciones contra los CDR.

Un sector del cuerpo reniega del 155, boicotea las órdenes, se mantiene fiel a los golpistas y critica las intervenciones contra los CDR.
Trapero y otros dos mossos llegando a la Audiencia Nacional. | EFE

Los Mossos d'Esquadra son un cuerpo roto. El sector de mandos y agentes independentista se mantiene en la obediencia republicana y da cobertura al separatismo. Carles Puigdemont era protegido por al menos una quincena de mossos que se turnaban para darle la mayor seguridad posible, todo ello coordinado en Waterloo por el sargento Lluís Escolà, de baja médica. Otro mosso, Xabier Goicoechea, era el conductor del vehículo que intentaba introducir a Puigdemont en Bélgica por carretera. Otro de los acompañantes en el final de la escapada también es mosso. Se insiste en que todos ellos estaban fuera de servicio cuando prestaban auxilio a Puigdemont entre otras cosas para fugarse de España.

La credibilidad de los Mossos se resiente por la evidente implicación de un amplio sector del cuerpo en el golpe y por sus problemas para cumplir con determinados operativos, como en los pasados meses de septiembre, octubre y noviembre. Josep Lluís Trapero, arrinconado en un despacho, sigue ostentando la condición de "major". Para muchos agentes, es un héroe y su retrato preside algunas comisarías. Por lo demás, poco ha cambiado. La única sanción de la que se tiene constancia es la impuesta a un agente por cursar las denuncias efectuadas en español en el mismo idioma.

Entre tanto, sigue operativo el grupo "Mossos per la independècia", liderado por el agente Albert Donaire, conocido por sus soflamas supremacistas y sus insultos a los ciudadanos españoles en las redes sociales, y ha surgido otra facción separatista, los "Mossos per la democràcia", este de carácter clandestino, que se opone a la aplicación del artículo 155 y ha criticado con dureza la intervención policial para impedir el asalto a la Delegación del Gobierno.

Las nuevas órdenes no les cuadran

Por si no fuera suficiente, la brigada antidisturbios se encuentra con un agente entre los alborotadores que les lanzaban toda clase de objetos contundentes. La confusión en el cuerpo es total. Hace medio año la función que tenían asignada era la de colaborar en todo lo posible con la ANC y Òmnium y velar por la seguridad de todas sus iniciativas callejeras. La orden de disolver los tumultos de los CDR no les acaba de cuadrar y el presidente del Parlament, Roger Torrent, no colabora ni aunque se lo pida Ferran López, el sustituto de Trapero, de paisano.

El proceso ha sepultado por completo el crédito de los Mossos, al punto de que empiezan a surgir voces sobre la necesidad de incrementar las plantillas de Guardia Civil y Policía Nacional en Cataluña.

Policía politizada

El nacionalismo ha modelado durante años una policía a su servicio en la "Escola de Policia de Catalunya", el centro de formación de los agentes en el que son aleccionados con los principios nacionalistas. De ahí el éxito en el boicot a la orden judicial de impedir el referéndum y también la negativa a colaborar con Policía Nacional y Guardia Civil tras los atentados del 17 de agosto, en que Puigdemont, el entonces consejero Joaquim Forn, y Trapero vendieron la especie de que los Mossos eran la primera estructura de Estado de la inminente república.

El asedio separatista a una comitiva judicial que registraba la consejería de Economía el 20 de septiembre confirmó que los Mossos no estaban dispuestos a someterse a los jueces ni a impedir el referéndum ilegal. A pesar del destrozo de los coches de la Guardia Civil y del robo de las armas, los Mossos no actuaron. Se negaron a socorrer a la comitiva judicial.

Tampoco actuaron en los colegios que se suponía que tenían que cerrar. Una filtración procedente de un mando de los Mossos en Lérida permitió a los actuales Comités de Defensa de la República ocupar durante el fin de semana del referéndum los colegios destinados a la celebración del 1-O. Las comunicaciones internas de ese día delatan el incumplimiento flagrante de una orden del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Además, el material que pretendieron destruir en una incineradora ha puesto de manifiesto el carácter de policía política del separatismo. En la documentación se mezcla información antiterrorista con seguimientos a políticos, periodistas y dirigentes de organizaciones no separatistas e informes sobre las actividades y manifestaciones desafectas al nacionalismo.

Otros "incidentes" como el intento de comprar armas de guerra, los debates "teóricos" sobre la necesidad de formar un ejército catalán sobre la base del cuerpo y su evidente falta de colaboración con lo que en sus comisarías llaman con desdén "policías españolas" tampoco contribuye a mejorar la imagen del cuerpo.

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