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La ocasión de Teresa Rodríguez de propiciar el fin del régimen socialista en Andalucía

Todos los que se han coaligado con el PSOE andaluz en el gobierno han terminado laminados por el poder controlado desde la Junta.

Todos los que se han coaligado con el PSOE andaluz en el gobierno han terminado laminados por el poder controlado desde la Junta.
Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo | Cordon Press

El desconcertante Italo Calvino tiene un relato brevísimo que se titula El hombre que llamaba a Teresa, en el que su protagonista contagia a muchos otros llamando a Teresa megáfono en mano en mitad de la calle. Nadie sabía la razón del reclamo ni siquiera si la supuesta estaba o no donde se creía. En estas elecciones andaluzas, y a tenor de las encuestas publicadas, todas ellas y por su orden, la llave de un cambio decisivo la van a tener Teresa Rodríguez con, en mucha menor medida, su acólito de IU, Antonio Maíllo. Por eso, hay quien la llama a gritos con la esperanza de que pueda amparar un cambio más que necesario.

Las encuestas arrojan por ahora un resultado que podría resumirse, sin finura, en que PP y Ciudadanos se quedarán a unos pocos escaños de la mayoría absoluta, pero la suma de sus escaños superará bastante a los que obtengan el PSOE y Susana Díaz. Esto es, la mayoría simple del Parlamento andaluz estará en manos del centro derecha partidario de un cambio y la actual presidenta de la Junta tendrá que contar con el voto activo y positivo de la coalición izquierdista Adelante Andalucía si quiere gobernar.

Legalmente sería posible el cambio, aunque complejo y difícil, con la mera abstención de Podemos en una hipotética sesión de investidura de Susana Diaz, rechazada por el tándem formado por Ciudadanos y el PP. Igualmente, un nuevo candidato, impulsado por esas formaciones, si Podemos se abstuviera igualmente, conseguiría gobernar mediante la obtención de la mayoría simple. Tal opción no obligaría a la izquierda podemita a formar parte de ese gobierno, aunque fuera un gobierno meramente "herramienta", aunque sí a condicionarlo.

El reglamento de la Cámara lo permite. El presidente del Parlamento, que podría ser consensuado, por ejemplo, por los actuales tres partidos de la oposición –PP, Ciudadanos y Podemos-IU–, consultaría y propondría un candidato, que en el caso de ganar las elecciones sería con toda seguridad, Susana Díaz. Pero si Podemos-IU se abstienen, Susana Díaz no podría ser investida ni en primera votación, que exige la mayoría absoluta, ni en segunda, porque tampoco tendría la mayoría simple en sucesivas votaciones.

Por ello, el paso siguiente sería la presentación de un nuevo candidato, en este caso, bien Juan Manuel Moreno o Juan Marín de confirmarse la condición de segunda fuerza de alguno de ellos y según su resultado electoral.

Si Podemos-IU siguieran decididos a la abstención, la entente de centro-derecha podría obtener la presidencia de la Junta de Andalucía en segunda votación para formar un gobierno instrumental que afrontara cambios esenciales pactando medidas de regeneración transversales, desde la lucha contra la corrupción a la renovación de Canal Sur TV pasando por la vuelta a la Administración reglada y el fin de las estructuras del régimen más longevo de la historia autonómica de España.

En 1994, la corrupción imperante del PSOE, ejemplificada sobre todo por el caso Caja de Ahorros de Jerez –en el que 32 militantes del PSOE, Manuel Chaves incluido, dejaron de pagar uno préstamos que fueron hechos desaparecer del circuito informático de la entidad- dio paso a la famosa "pinza" PP-IU que dejó la presidencia del Parlamento en manos de IU, Diego Valderas, y acometió algunas medidas de regeneración, no suficientes.

Lo que pasó en 1996 –eran otros tiempos y el régimen estaba en su apogeo, que no es el caso actual–, es que Chaves, que siguió al frente del gobierno de la Junta, volvió a recuperar la mayoría absoluta demonizando a IU durante una larga temporada, acusándola del triunfo del PP a nivel nacional.

En estos momentos, el régimen andaluz está a la baja y todas las encuestas le auguran un descenso de votos, que sigue el camino emprendido a finales de la primera década de este siglo. De hecho, Susana Díaz no ha hecho otra cosa que perder votos desde que llegó a la secretaría general del PSOE.

Cierto es que Teresa de Rota tendría que permitir un gobierno circunstancial de PP y Ciudadanos con el fin de programar un acuerdo de regeneración sin precedentes –con una nueva ley electoral y la apertura de nuevos medios de comunicación, entre otras muchas cosas–, hasta que tuvieran lugar las elecciones municipales y generales. Pero se estaría hablando de la opción de una mayoría cercana al 70 por ciento de los ciudadanos andaluces, que es una mayoría más que cualificada y coincidente, incluso en los sondeos, en el deseo de cambio.

En compensación, Podemos-IU tendrían la oportunidad de terminar con el dominio hegemónico de un PSOE que, despojado de todos los resortes de poder de la Junta, podría tardar bien poco en descomponerse, tal vez incluso a nivel nacional, dando paso a una izquierda mayoritaria diferente. La famosa pinza PP-IU de 1994 dejó la Junta en manos de Manuel Chaves –error fatal explicable porque entonces se respetaba la fuerza que ganaba las elecciones, que ahora no se lleva–, y eso hizo posible que la maquinaria política y financiera de la Junta se lanzara contra la IU de Luis Carlos Rejón dispuesto a destruirla y casi lo consigue. No sería el caso.

No hay duda de que Susana Díaz, y su monaguillo Maíllo, tienen esta opción. Podrían, también, gobernar con Susana Díaz o, sencillamente, mirar para otro lado de su labor de gobierno, pero en ese caso ya conocen las consecuencias. Todos los que se han coaligado con el PSOE andaluz en el gobierno han terminado laminados por el poder controlado desde la Junta por un gobierno de mayoría esencial socialista.

También puede hacer lo de Ciudadanos y salirle estupendamente la complicidad, como ha sido el caso. El problema es que es cuña de la misma madera y que el PSOE controlaría la Junta incumpliendo todos los acuerdos como es costumbre.

De hecho, Susana Díaz ya ha comenzado a disparar la palabra "bloqueo" contra Teresa Rodríguez en una ofensiva de desgaste hacia la tentación de la de Rota de oponerse "demasiado" e impedirle gobernar. Pronto sacará la "pinza" a pasear por las avenidas electorales andaluzas. Pero la estrategia de identificar a IU con la derecha en 1996 sólo fue posible por dejar la Junta en manos del PSOE. Con los resortes comunicativos equilibrados, simplemente, la operación sería imposible.

O sea, que Teresa de Rota tiene ante sí una gran oportunidad para una política con mayúscula. O no. O sigue los dictados de Pablo Iglesias y se somete a la estrategia de consentir la continuidad del PSOE y el poder de su casta en Andalucía sufriendo por ello las consecuencias del voto útil que la empequeñecerá el día 2 de diciembre o hace algo grande y novedoso contribuyendo a una transformación capital de la región más importante de España con un nuevo equilibrio de las fuerzas democráticas para un uso leal, limpio y honrado de las instituciones.

Italo Calvino termina su relato cuando los viandantes contagiados por el emplazamiento insistente a Teresa, gritan juntos una última vez: "Uno, dos, ¡tres! ¡Teresa!", pero no les salió bien. Luego "unos se fueron por un lado, otros por el otro". Sin embargo, pareció escucharse una vez más una voz que gritaba:

- ¡Tee-reee-sa!

"Alguien seguía llamando, obstinado", concluye.

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