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Ciudadanos, última esperanza del PSOE para salvar los muebles del régimen andaluz

Buena parte del PSOE andaluz estaría dispuesto al martirio definitivo de Susana Díaz.

La expresión "régimen andaluz" se refiere a un precipitado histórico: la manera de gobernar y consolidar el poder de un partido que ganó las elecciones de 1982 y que, debido a su ocupación de los resortes sociales, civiles e institucionales, impidió la alternancia durante 36 años sin que todo ese poder acumulado se tradujera en avance relativo de la región andaluza en su desarrollo comparado con las demás regiones de España y Europa.

Si a ello unimos los escándalos de corrupción protagonizados por bastantes de sus dirigentes, desde el caso del edificio Presidente al caso del fraude de la formación pasando por decenas y decenas de casos mayores y menores, Canal Sur incluso –el caso Juan Guerra estalló en 1990, hace casi treinta años–, tenemos una primera semblanza de lo que ha ocurrido en Andalucía en casi cuatro décadas.

En 2015, tras las elecciones andaluzas, Ciudadanos obtuvo 9 escaños que lo convertían en la clave de un cambio histórico si de verdad decidía ejercer el poder que le daba su posición parlamentaria. Confesaré aquí que Ciudadanos fue muy extensamente informado por algunas personas de qué era y cuáles eran los muelles básicos de este régimen en una reunión que propició una de sus militantes, antes del PP.

La reunión se celebró en la sede que Ciudadanos había alquilado cerca de la calle Sierpes de Sevilla y a ella asistieron personas muy significadas en el estudio y el conocimiento de las estructuras del régimen. A aquella reunión asistió, precisamente, Marta Bosquet, neófita diputada por Almería que ahora participa en las negociaciones con el PP andaluz. Y, sí, asistí yo mismo.

No daré a conocer quienes fueron los demás asistentes por respeto, pero sí desvelaré que de manera inmediata comprendimos que Ciudadanos no tenía intención alguna de cambiar nada,mucho menos la estructura de una administración pública penetrada de arriba abajo por el PSOE andaluz.

La decepción de las personas vinculadas a la Administración Pública y al único sindicato defensor del Derecho Administrativo y la Función Pública, que era el Sindicato Andaluz de Funcionarios que, sólo unos años antes, habían logrado una movilización histórica de los empleados públicos contra los enchufes y los enjuagues socialistas, fue enorme y sentida.

Aquella vez ya comprendieron los participantes en aquella reunión que Ciudadanos iba a sostener la estructura del régimen. Luego dada la biografía política de su principal dirigente, Juan Marín –un personaje que, siendo de Sanlúcar de Barrameda, no era extraño que hubiera intentado pescar en todos los partidos andaluces desde Alianza Popular al andalucismo pachequista, hasta que picó en su caña el mirlo blanco de Ciudadanos–, la decepción fue imparable.

Desde 2015 se vendió la burra de que el pacto con el PSOE era necesario para impedir el gobierno de una coalición PSOE-Podemos y muchos creyeron que, además, el sentido teatral de un Albert Rivera, apasionado de un centrismo de postureo geométrico-político, conseguía equilibrar con su pacto andaluz el apoyo que le daba al PP de Madrid.

Lo que ocurrió después es que, de hecho, Ciudadanos apuntaló un régimen que se caía a pedazos enfermo de corrupción con muchos macrocasos en los juzgados. Lo que ocurrió, además, es que no se tocó ni un pelo de la estructura de poder del régimen en ninguna de sus cuevas esenciales. Ni en la Administración Pública, ni sus entes paralelos, ni en la educación ni la sanidad, ni en la concesión de licencias de radio y televisión, ni en Canal Sur ni en casi nada. Incluso la Comisión de Investigación parlamentaria sobre el caso ERE fue una penosa representación, a veces cómica, de cómo no deben hacerse las cosas si se quiere una regeneración democrática.

Antes de las elecciones de marzo de 2015, me preguntaba ya en estas páginas si los andaluces iban a ser los "primos" de Albert Rivera en el tablero nacional. Y le demandaba directamente esto: "Se trata de si va a apuntalar a un régimen sin alternancia desde 1982 o va a dar paso a la reforma general de Andalucía. Una cosa es la estabilidad del próximo gobierno andaluz, que se puede conseguir de muchas maneras, incluso si llega el caso con nuevas elecciones clarificadoras, y otra muy distinta ser cómplice del régimen". Pues ya saben lo que hizo.

Con aquella actitud condenó a los andaluces y al cambio necesario a un ostracismo forzoso de casi cuatro años y fue tan poco lo que consiguió a cambio de un PSOE que no puede escapar de su propia tela de araña, que al final escenificó una ruptura traumática prometiendo que jamás de los jamases apoyaría a Susana Díaz, si bien se cuidó mucho de no mencionar al PSOE. Se va viendo por qué.

Y la jugada le salió bien porque, mientras se creía que su complicidad iba a tener como consecuencia un retroceso electoral, los factores nacionales, desde la insumisión y el golpe del separatismo, sobre todo el catalán, a la escandalera organizada en torno a los casos de corrupción que afectaban al PP –con el añadido de la debilidad del PP andaluz machacado por Mariano Rajoy–, logró enriquecerse, nada menos, que con 12 escaños.

Tras las elecciones andaluzas de 2018, de nuevo Ciudadanos, al que le ha faltado sólo un escaño para llegar a un acuerdo con el PSOE andaluz, habla de apoyarse en el "corrupto", bajo el lema "frente constitucionalista" y en el PP, para orillar a un Vox al que todos le hacen campaña todos los días. Es decir, nuevamente Andalucía puede ser víctima del mercadeo político de Albert Rivera y su cúpula antes que una apuesta firme por la regeneración democrática, ética y política andaluza y nacional.

Si Ciudadanos revienta de nuevo, por la razón que sea y en la forma que sea, el cambio profundo que en Andalucía se necesita, será que se ha convertido en la última esperanza del PSOE andaluz para salvar los muebles del régimen derrotado. Ya se ha visto que los pretorianos de Pedro Sánchez han señalado el Norte a Ciudadanos mediante su aviso a la trianera: "Sacrifícate por el partido al que dices amar tanto, deja la Junta, cédela a Juan Marín y vamos a tratar de salvar el destino de las decenas de miles de socialistas que han labrado su existencia al amparo del régimen y la propia organización".

Buena parte del PSOE andaluz estaría dispuesto al martirio definitivo de Susana Díaz con tal de que la organización socialista, lo más respetado siempre por el socialismo en su historia, no sea destruida por las consecuencias de las reformas que un cambio hacia la democracia, el desarrollo y la legalidad deberían aprobarse de inmediato. Esto es, Juan Marín, nada hostil al modo de funcionar del socialismo andaluz y ligado desde antiguo a sus métodos, tiene vía libre para la presidencia de la Junta a cambio de dejar intactas, o casi, las estructuras básicas del régimen.

Ciudadanos, bastante ligero de equipaje ideológico y principios, podría sentir de nuevo esta tentación que va contra el sentimiento de la mayoría de sus bases que son, sobre todo las de sus comienzos, personas desilusionadas por un PP andaluz sin cabeza.

Pero ahora hay una diferencia capital y se llama Vox. El partido de Santiago Abascal está presente, y de qué modo, en toda Andalucía y crecientemente en España, no sólo por los escaños sorpresivamente logrados, sino por su presencia continua en los discursos de sus adversarios.

Aunque sólo sea, como dicen algunos, un baile táctico de salón lo que está ocurriendo en Andalucía, el comportamiento sospechoso de Ciudadanos está adquiriendo una fisonomía inquietante. Es la segunda vez que podía verse frustrado el cambio deseado por más del 60 por ciento de las encuestas, hasta del CIS, y por la mayoría absoluta de los votantes del pasado 2 de diciembre a los que se indujo a votar con la promesa del cambio.

El coraje constitucional de Inés Arrimadas, andaluza de pro, en Cataluña, no será suficiente ya para impedir la caída en picado de quienes, Juan Marín y Albert Rivera, habrán demostrado que su relación con el espacio socialista es esencial, no casual. Tampoco serán comprensibles los silencios de quienes se apuntaron a Ciudadanos para propiciar un cambio y una mejora de la salud de la democracia española.

No debe olvidarse que el sentimiento que dio origen a Ciudadanos es sustancialmente el mismo que ha dado alas a Vox, pero no sólo en Cataluña sino en toda España. Ojo al parche que va la pelota.

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