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El exjefe de los antidisturbios de los Mossos desmonta la tesis del golpe de Estado cívico y pacífico

Un testigo de la defensa del exconsejero de Interior describe la hostilidad y violencia separatista en el asedio a la consejería de Economía.

Un testigo de la defensa del exconsejero de Interior describe la hostilidad y violencia separatista en el asedio a la consejería de Economía.
Jordi Sánchez, escucha el demoledor testimonio, con las gafas en la mano. | EFE

El que fuera jefe de la Brigada Móvil (antidisturbios) de los Mossos d'Esquadra durante el golpe de Estado separatista ha descrito un escenario de plena violencia durante el asedio a la consejería de Economía de la Generalidad del 20 de septiembre de 2017. Testimonio demoledor que viene de la mano de las propias defensas, en concreto de la del exconsejero de Interior Joaquim Forn, al que representa el letrado Javier Melero.

El intendente de los Mossos, en el momento de los hechos inspector, grado inferior, es tan descriptivo y preciso como las decenas de guardias civiles y policías nacionales que han declarado en el juicio a propuesta de las acusaciones. E incluso más. Lluvia de botellas y escupitajos, empujones y agresiones contra los agentes antidisturbios, máxima hostilidad en aquella muestra de civismo y pacifismo y la actitud chulesca de uno de los acusados, Jordi Sànchez, entonces presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y ahora jefe del grupo parlamentario de Junts per Catalunya (JxCat) en el Congreso de los Diputados.

El exjefe de la Brimo tuvo un día complicado el 20-S. Estaba de libranza por una celebración familiar y se tuvo que incorporar de urgencia sobre las cinco de la tarde. Su relato es el primero al que asiste la sala desde la perspectiva exterior de la consejería de Economía y de sus palabras se desprende que el ambiente no era ni familiar ni festivo, sino el propio de una insurrección, Los magistrados no paran de tomar notas. El letrado Melero no para de parpadear. Jordi Sànchez se mete en la boca la patilla de las gafas y no parece en absoluto sorprendido. Igual que Forn.

Sànchez monta el pollo

El policía autonómico asegura que Sànchez le montó el pollo, que no sabe si habló con el president o con el conseller, pero que lo primero que dijo al teléfono fue que "Trapero está loco" y que se ordenara la retirada de los antidisturbios de los Mossos. Eran las nueve y cuarto de la noche. Más de doce horas después del comienzo de la operación judicial. Sànchez exigía a voz en grito que se retirara la Brimo y el jefe de la unidad se resistía. "Como si llama al papa de Roma", le dijo. Está grabado porque ordenó a un subordinado que grabara la escena. No queda claro si el mismo que recibió un botellazo en la cabeza u otro mosso. Él sólo aceptaría las órdenes procedentes de su cadena de mando. Durante todo el día Sànchez se había erigido en interlocutor de la masa que protestaba por la entrada y registro en la consejería de Economía.

Conmoción absoluta en las defensas. El relato del oficial de los Mossos descuadra por completo la línea argumental de quienes le han propuesto testificar. El hombre habla con ironía de una fiesta cívica con el asfalto lleno de botellas de cerveza rotas, de lluvia de latas, golpes y patadas. Nada que ver con lo expresado hasta ahora por los testigos propuestos por las defensas de los golpistas.

Por primera vez en el juicio en el Supremo, la Fiscalía renuncia a interrogar a un testigo. Es Javier Zaragoza quien se abstiene. La renuncia redobla la conmoción en la sala. Más o menos a esa hora trascendía que un juzgado de lo Contencioso Administrativo de Madrid aplicaba el criterio del Tribunal Supremo y daba luz verde a la candidatura para las elecciones europeas del procesado en rebeldía Carles Puigdemont previo pronunciamiento en ese sentido de la Fiscalía.

Dejación fiscal

La versión dominante es que Zaragoza no ha querido estropear el momento culminante. El interrogatorio a este jefe de los Mossos ocupó el centro de la mañana con el preceptivo momento Marchena de las doce del mediodía. A la vuelta, el exjefe de la Brimo no dejó de resaltar que a pesar de la primera impresión, luego Sànchez se mostró empático y colaborador, pero el destrozo ya estaba hecho. "Ni con el Séptimo de Caballería se hubiera podido contener la situación", declara en la reanudación de la vista.

El declarante es un jefe de los Mossos de los de a pie de calle, un mando que tanto utiliza el casco como el despacho. Relevado de sus obligaciones en la Brimo a principios de este año por las quejas de las juventudes separatistas de la CUP ha sido ascendido a intendente del cuerpo en calidad de subjefe de la Comisaría General de Información. Uno de sus compañeros, el exjefe de Información, Manel Castellví, desmanteló la versión del político Puigdemont. Él destroza la del jefe "cívico" Sànchez.

Expolicías y exalcaldes

Lo que parecía destinado a convertirse en un día más del juicio a los golpistas en en el Tribunal Supremo adquiere una importancia capital. Un testigo fundamental de la defensa vierte una declaración que sustenta y apuntala la acusación de rebelión con suculentos detalles sobre la violencia en la "revuelta de las sonrisas". Antes que él ha declarado un colega de los Mossos, Josep Guillot, jefe de la "policía del transporte", mando supremo en materia de aeropuertos, estaciones de tren y metro. A diferencia, lo hace a cara descubierta. Es el representante sindical de los mandos y asegura que el consejero de Interior no se inmiscuía en nada y era un santo varón. Queda claro que hay dos Mossos d'Esquadra e incluso mossos que antes eran policías nacionales, como el jefe de la policía regional en las comarcas de interior de la provincia de Barcelona. El hombre se enorgullece y dice que "es" inspector jefe de la Policía Nacional a pregunta del fiscal. En su cargo de comisario de los Mossos con número 3.638 sustenta la versión de la "revuelta de las sonrisas".

La jornada también acoge los testimonios del exalcalde convergente de Barcelona Xavier Trias y del secretario general regional de Comisiones Obreras Javier Pacheco. El primero subraya la complicidad del catalanismo conservador con sus juventudes radicales de la CUP y el segundo expone que el sindicato de clase estaba implicado en todas las asociaciones orquestadas por el catalanismo para proclamar la república. La jornada es un desastre para las defensas de los golpistas.

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