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Los "uniformados" del lazo amarillo: pasarela de votantes del 1-O en el Tribunal Supremo

Desvelado el rostro del célebre Juan Buenas Noches, el primer testigo de la defensa de Jordi Sànchez y Jordi Turull.

Desvelado el rostro del célebre Juan Buenas Noches, el primer testigo de la defensa de Jordi Sànchez y Jordi Turull.
Joan Porras durante su declaración en el Tribunal Supremo. | EFE

Desfile de votantes del 1-O en el Tribunal Supremo. Son testigos de la defensa de Jordi Sànchez y Jordi Turull interrogados por el letrado Jordi Pina. La gran "noticia" de la matinal en la sala es la aparición del héroe, hasta ahora anónimo, conocido como Joan Bona Nit, el muchacho que cada noche se acercaba a la prisión de Lledoners y megáfono en mano les deseaba buenas noches a los "presos políticos". "Bona nit, Oriol, bona nit, Raül, bona nit, Jordi, bona nit Jordi...".

El joven se hizo muy popular. En ocasiones, los políticos presos devolvían el saludo y llegaban tenues "bonanits" extramuros de la cárcel rebautizada como el Gran Hotel Lledoners. Joan Bona Nit se negó por activa y por pasiva a mostrar su rostro en TV3. Hasta hoy. Joan Porras Álvarez ha entrado en la sala en calidad de primer testigo de la sesión minutos después de las diez de la mañana. Barba perfilada, ademanes suaves y rasgos afinados. En su colegio de Manresa no intervino ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil. Aprovecha una pregunta de la acusación popular para decir que es socio de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), de Òmnium Cultural, del F. C. Barcelona y de la peña azulgrana de Manresa.

Inaugura Porras una testifical marcada por la uniformidad de los relatos. Gente corriente que durmió en los colegios o que se sumó a la fiesta a las seis de la mañana, gente que sólo quería votar, que conocía las decisiones judiciales sobre el referéndum y que votó. Sólo tres de ellos estuvieron en puntos calientes, un carpintero de Gerona, un técnico de telecomunicaciones jubilado y un ingeniero informático. El primero explica que los bomberos fueron a "defender" a los votantes de la Policía Nacional y que los agentes no les dieron tregua. Dice que con los votantes hablaban, pero que a los bomberos, que iban de uniforme, todo eran porrazos de arriba a abajo.

El supuesto puñetazo de una mujer policía

El hombre cuenta cómo se organizaba la cola y que su influencia en el cotarro se debe a que había sido presidente de la asociación de vecinos. El jubilado explica que un policía le agarró de los testículos para levantarlo de la puerta del aula donde se votaba en el colegio Víctor Catalá de Nou Barris, en Barcelona. Dice incluso que una agente le estampó un puñetazo en la cara. También dice que su colegio estaba "pleno a rebozar". El tercer herido es el informático. Un guardia civil le arrancó la camiseta y otro le pegó tres porrazos. A preguntas de la defensa dice que hay imágenes.

El resto no presenció más actuación policial que la de los binomios de los Mossos. Al parecer, la intención de la defensa de Sànchez y Turull es mostrar que los mossos pidieron a los votantes que no votaran, pero votaron y aquí paz y después gloria. Fiscalía, abogacía del Estado y acusación popular renuncian a interrogar a la mayoría, muchos con el preceptivo lazo amarillo y la frase de que votar no es delito.

Las caras de la masa

Festival de lazos y pañuelos amarillos, las caras de la masa, el ejército de la "gente pacífica" que cuenta en la mayor parte de los casos la película de los talleres nocturnos, recitales de poesía, desayunos y merendolas con un par de mossos apostados en la esquina que de vez en cuando pedían entrar. Se les decía que no y punto. Cero incidentes.

La única pega es la información que les llegaba a los móviles, la intervenciones policiales en otros puntos de Cataluña. Pero ahí se quedaron. Y desde las cinco de la mañana, si no antes y toda la noche incluso. Nadie les dijo lo que tenían que hacer, un milagro de la autoorganización. Sólo una señora explica que vio entrar las urnas. Todos los demás no estaban en ese preciso momento en el que aparecieron los depósitos de plástico con el emblema de la Generalidad. Cuenta esa mujer que llegó un tipo en coche, se bajó, sacó la urna del maletero, la metió en el colegio y se fue. Las defensas se quejaban amargamente de la gran cantidad de policías y guardias que pasaron por el Supremo. Los "uniformados" les llamaban con cierto deje de escaso aprecio. El contraataque son una setentena de votantes con un mismo patrón de relato. Su uniforme es el lazo.

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